Cuenca es la capital de la provincia Azuay y es uno de los sitios más encantadores del país, con sus típicas calles empedradas, las catedrales religiosas, los parques y los ríos que la atraviesan. En los últimos años se ha producido una migración importante de extranjeros, sobre todo de la tercera edad, que llegan, quizás para disfrutar su jubilación en esta parte de la Sierra, entre una exuberante naturaleza, bondadoso clima más bien frío con una temperatura templada de promedio anual de 14,6 grados centígrados, la tranquilidad de sus gentes y su cultura.
Está considerada como el centro económico de la Sierra austral, a una altitud de 2 500 metros sobre el nivel del mar, donde la artesanía sigue siendo uno de sus renglones más significativos, junto con la joyería, la producción de artículos de cerámica y de muebles.
Sus noches son bohemias, pues se activan todos su bares y restaurantes y es que muchos de sus hoteles fueron aquellas mansiones coloniales que han sido modernizadas, pero respetando la arquitectura, donde se escuchan todavía los secretos de las piedras de cantería de sus paredes y en esos espacios se crea un ambiente colonial, realmente maravilloso.
Su nombre oficial: Santa Ana de los Cuatros Ríos de Cuenca y fue fundada el 12 de abril de 1557, por el español Gil Ramírez Dávila, y es que son cuatro afluentes que la bañan: el río Tomebamba la atraviesa por el mismo centro, el Yanuncay y el Tarqui van por la zona sur y el Machángara por el norte. Nombrada por la UNESCO, Patrimonio Cultural de la Humanidad en fecha del primero de diciembre de 1999, en digno honor a su conservación.
De su historia, también hay bastante de invasiones y despojos, primero ante el advenimiento de los españoles, y de la posesión de los Incas, pues muchos coinciden que se fundó en los años 500 de nuestra era, por los Cañaris, en Kichwa: Kañari, palabra al parecer proveniente del término kan (culebra) y ara (guacamaya), ambos animales proclamados sagrados y protagonistas de muchas leyendas y mitos de la región entre estos pobladores originarios.
Pero los Incas conquistaron a la fuerza este territorio, teniendo gran resistencia de los guerreros Cañaris, de ahí el denominado Valle Tumipanga (Valle del cuchillo), pues fue con los puñales, como los Incas les abrieron el pecho a los nativos y así pudieron al fin doblegarlos, por eso cuando arriban los españoles, y desplazan a los invasores incas, los europeos fueron hasta bien recibidos y bendecidos, comenzando así la segunda dominación de los que son conocidos por sus gentilicios de conquenses o cuencanos.
Antes de su definitiva fundación española, ¿fue Cuenca abandonada o liberada?, ¿los Incas desistieron o los desplazaron los conquistadores foráneos? Realmente existió la ciudad de Pumapungo (la puerta del puma), de la que se cuenta que fue un encargo de Tupac Yupangui, el jefe de los Incas, quien ordenó erigir una urbe que tuviera el mismo esplendor de su capital en el Cuzco, con templos de oro y riquezas, pues muchos años después, cuando al fin, fue localizado este sitio, sólo quedaban ruinas (También declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la UNESCO, en el 2000) y la gran incertidumbre sí realmente existió o no esta maravilla.
Es por eso que los cuencanos provienen de una herencia mezclada de etnias, entre Cañaris, Incas, los españoles y hasta afrodescendientes, que posibilitó esa combinación de personas muy sui géneris, como la chola cuencana, el prototipo de la mujer mestiza de esta zona, con sus ajuares típicos de blusa blanca, sayas, faldas o polleras de colores intensas, manta o chal, alpargatas para los pies, y las joyas, grandes aretes de oro y piedras preciosas y el cabello recogido en dos trenzas, ícono viviente del folclor local y las tradiciones.
Tal como a Quito se le considera la capital política ecuatoriana, y a Guayaquil como capital económico, a Cuenca se le reconoce entonces como la capital cultural, de ahí que tenga el epíteto “Atenas del Ecuador” porque allí han nacido insignes poetas e ilustres hombres de la cultura y la política, como: Gaspar Sangurima, (indígena nacido sobre 1780 y fallecido en 1835) alias el Lluqui, artista plástico empírico, especializado en tallas en madera con temas religiosos, del que se cuenta que cuando el libertador Simón Bolívar entró a Cuenca por primera vez, en 1822, el primero le regaló un pequeño botón con una reproducción exacta del rostro del patriota y es por esto que fue designado como director de la Escuela de Artes y Oficios. También es cuna de Santo Hermano Miguel (Miguel Febres Cordero Muñoz, 1854-1910), miembro de la iglesia católica y de su Instituto de las Escuelas Cristiana y destacado educador ecuatoriano. O del doctor Honorato Vázquez (1855-1933) abogado, diplomático, pintor y poeta, autor de los versos: “La salve del proscrito “(“Desterrados todos somos en este valle de lágrimas, que tras el azul espacio, luce el sol de nuestra Patria; más en tanto que fulgure la celestial alborada, un rinconcito de tierra, Dios nos dio para esperarla…”) o a “Mis muertos” (“… ¿A dónde habéis ido? ¿Cuál es la morada a donde puedo, llorando, llorando, buscaros el alma? ...). Nació aquí el patriota Abdón Calderón Garaycoa (1804-1822), héroe de la guerra de independencia del Ecuador mártir de la Batalla de Pichincha, mientras era teniente, y recibió cuatro heridas y ascendido póstumamente al grado de capitán por el propio Libertador Simón Bolívar. Entre otras personalidades, como Antonio María Vicente Narciso Borrero y Cortázar (1827 - 1911) quien fuera el décimo presidente del Ecuador del 9 de diciembre de 1875 hasta el 18 de diciembre de 1876.
Muchos de los sitios emblemáticos son sus iglesias, museos y parques, y a 33 kilómetros del centro citadino, está el Parque Natural El Cajas, reserva de la Biosfera también proclamada por la UNESCO, en el 2014, con 232 lagunas de conformación glaciar, en 28.500 hectáreas de páramos y cumbres al pie de la Cordillera de los Andes, donde pululan los venados de cola blanca, el oso de anteojos, los pumas, el tapir andino y en sus cielos campean colibríes, tucanes y cóndores.
Tan famosos por el mundo, y producidos en Cuenca son los sombreros de paja toquilla o jipijapa, que se hicieron moda durante la construcción del Canal de Panamá, los mismos conocidos en los Estados Unidos como “Panama Hats” y que tanto hemos visto por todo el mundo.
Comentan que, en su centro histórico, aledaño a la Plaza de la Catedral, se venden muchos productos sanadores, prácticas ancestrales en brebajes, ungüentos, de éstos tenemos “El perro sanador” para el asma bronquial, y los derivados del llamado árbol “Sangre del Dragón” capaz de curar cualquier dolencia, hasta las de amores.
Hablan también de la gran religiosidad presente, donde la mayoría de las viviendas tienen una cruz en la puerta o en el techo (según quienes fueron sus constructores, de mármol en las casas españolas, de hierro en las de los mestizos y de hierro, pero sobre una media luna en viviendas Cañarís, pues ellos adoraban como diosa a la Luna), todo para la protección de Dios y el alivio de todos los males terrenales.
Como curiosidad de su urbanística es que el centro de Cuenca está delimitado en sus cuatro esquinas por cuatros iglesias todas con nombres de santos católicos (San Blas, San Sebastián, San José y San Francisco), cerrando así un cuadrado perfecto en cuyo centro está la Plaza de Armas. Pero en total tiene 17 templos, de ahí que también se le conozca desde la década del 70, del siglo pasado, como el “Pequeño Vaticano”.
Además, tiene varios museos, entre ellos: “El de Tierra y Artes del Fuego”, en la "Casa de Chahuarchimbana", uno de los edificios patrimoniales, al pie del río Yanuncay; el Municipal de Arte Moderno; el Centro de Artes Populares Interamericano; y el de la Identidad Cañari y hasta uno en homenaje de Jefferson Pérez, atleta de marcha (Jefferson Leonardo Pérez Quezada nacido aquí el 1 de julio de 1974) campeón olímpico en Atlanta 1996.
Y haciendo gala de su sobrenombre de Atenas, es la sede de varios eventos culturales como el Festival de Artes Escénicas y la Bienal Internacional de Cuenca.
Pero ya en Cuenca, como parte de la sorprendente emigración de norteños y europeos, que ni las autoridades locales, dicen no saber a ciencia cierta sus causas, ni ha sido campaña publicitaria, tiene también otros atractivos naturales y preciosos, que vale la pena, no ya para jubilarse, sino para admirar y deleitarse de este paraíso terrenal, desde el Mirador del Turi, el Puente roto, o desde El Barranco, íconos de la República del Ecuador, el pequeño pero bello país en la misma mitad del mundo.