La exposición individual Vermelho Como a Brasa, con la firma del brasileño Andrey Guaianá Zignnatto se exhibe desde principios de marzo en el Museum of Latin American Art, MOLAA, en Estados Unidos.
La muestra presenta obras nuevas como Uramaitõ y Mrai, desarrollos de la serie Abaporu y la instalación Alicerce en una nueva configuración.
El museo señala que "es posible notar elementos que demuestran el esfuerzo del artista por reordenar su pensamiento en su trayectoria, desde el contexto urbano al indígena, lo que es un esfuerzo por equilibrar las fuerzas de universos tan diferentes".
Andrey Guaianá Zignnatto es heredero de abuelos indígenas de las aldeas de Inhampuambaçu, silenciados por la ciudad colonial paulista de Piratininga; un lugar históricamente dominado por casas y edificios de ladrillo y hormigón, y hoy ocupa casi todo el territorio de la megalópolis. Artista autodidacta, profesor de artes visuales, activista social y descendiente de los pueblos Tupinaky’ia y Gûarini, trabajó como ayudante de albañil desde los 10 a los 14 años. Estas memorias afectivas ancestrales son la base para el desarrollo conceptual y los métodos utilizados en su producción artística.
Considerando la condición actual de muchos territorios que originalmente fueron indígenas y que ahora están cubiertos de concreto, resulta difícil pensar en la idea de un lugar para una fogata en este contexto urbano. Esta costumbre tradicional de los pueblos originarios, como forma de brindar un espacio educativo y transmitir conocimientos ancestrales a través de la comunicación oral, junto con muchos otros valores, ha sido vulnerada y enterrada en estos territorios. Por eso, cuando los pueblos indígenas, a quienes se les ha borrado su universo cultural, optan por el proceso de reanudación de su ancestralidad, trasciende meras cuestiones simbólicas, incluso aunque este proceso se origina en el simbolismo. La expresión del sentimiento de pertenencia se construye a través de imágenes, narrativas y recuerdos de un lugar vivo y espiritual.
Andrey Guaianá Zignnatto inicia su trayectoria como artista a partir de los recuerdos de su época como ayudante de albañil y de los conocimientos que de ello se derivaron. En su obra más reciente es muy claro el giro del artista desde las cuestiones de la construcción civil hacia su ascendencia indígena. En la obra presentada en la exposición es posible ver elementos que demuestran el esfuerzo del artista por reordenar su pensamiento en esta trayectoria, desde el contexto urbano al indígena, que es un esfuerzo por equilibrar las fuerzas de universos tan distintos. En este sentido, se puede decir que el artista, como muchos otros artistas indígenas contemporáneos, encontró en el arte y sus fortalezas poéticas, instrumentos que lo han ayudado a imaginar y hacer realidad esta posible reanudación, así como a reinhabitar el Tekoha (donde se produce una forma colectiva de ser). Este es el lugar que originalmente fue organizado y habitado por los pueblos indígenas, un espacio para producir conocimiento con el fin de salvaguardar la memoria ancestral.
La obra de un artista indígena es el tipo de obra que surge del intento de traducir la lucha indígena, a favor del territorio físico, así como del espacio subjetivo de pensamiento. Esto es lo que hace que estas piezas sean tan especiales porque traduce este movimiento de resistencia, supervivencia y expansión dentro de estos espacios. No es simplemente un objeto sino el resultado de un conocimiento ancestral y trascendental.
Zignnatto ha mostrado obras de arte en exposiciones individuales y colectivas en galerías y museos de Brasil, Estados Unidos, Colombia, Reino Unido, Francia, Italia, España, Perú, México y Emiratos Árabes Unidos. Desde 2002 desarrolla talleres artísticos inspirados en proyectos humanitarios en Brasil, Angola, Cuba, Siria y Líbano para personas que viven en situaciones sociales de extrema vulnerabilidad.
En portada: Vista de "Uramitõ", 2024.