Hermoso filme, terrible filme. Una visión ciertamente amarga de la existencia.
Con un estigma perspicaz e intenso, Retorno al pasado 1947, del director Jacques Tourneur aparece para deslumbrar al espectador. Irrumpiendo el pasado en el presente, dislocándolo, abriendo grietas en la armonía del paisaje (simbolizada en la secuencia del río), haciendo prolongación de la estabilidad humana de Jeff (Robert Michum), protagonista del filme.
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Cuando adquiere conciencia de esa “invasión”, Jeff, atrapado en una nueva vida de contornos que ya se nos antojan turbios con la sola presencia del extraño que llega al pueblo, debe hacer frente a ese antiguo recuerdo.
El intruso, encuadrado con un coche de policía por el fondo del plano (marca de género), es un mensajero de los infiernos. En el momento en que Jeff va a desvelar su oscuro pasado, resignado a su poderosa influencia, se transforma iconográficamente.
Aparece como un detective en su representación externa antes que, a través del relato de su vida pasada, se haga explícito en el filme. Un sombrero de fieltro, una gabardina, una escena nocturna, un coche, un cigarrillo colgando de la comisura de los labios desvelan su antigua vida profesional. Atrapado a partir de entonces en un juego de claroscuro, Jeff transitará por las sombras del pasado.
Sobre los recursos expresivos
Una iluminación lateral divide su rostro en dos: una parte iluminada, la otra en sombras. Hermosa metáfora de un hombre escindido entre un presente y un pasado. La sombra se proyecta sobre él en el momento en que debe desvelar el enigma a su pareja. Toda inocencia, el rostro de la chica, su novia aldeana, es víctima de un chorro de luz: marca de pureza.
Por medio de un flash back, Jeff narra una historia turbia, llena de intrigas, asesinatos, donde está incluida una hermosa mujer fatal, Katthie (Jane Greer). Todo este tiempo fabular se expone mediante picados, contrapicados, espacios opresivos, penumbras, montaje abrupto, sombras, tensión electrizante. Después de contarle todo esto a su nueva prometida, a Jeff solo le queda el recuerdo de un pasado turbulento. Ahora tiene que enfrentarse de nuevo a él.
De vuelta a San Francisco, otra vez una búsqueda, un encuentro, una trampa. El pasado se ha convertido en presente, le marca de una forma irreversible. Jeff está atrapado por dos estructuras narrativas idénticas. Está fatalmente condenado a la traición, al amor de Katthie.
La ambigüedad de sus relaciones (amor/odio, atracción/repulsión) es manifiesta. Los sentimientos contradictorios de Jeff son una perdición. Él es esclavo de una maldición: Katthie vuelve a aparecer en su vida y solo la muerte puede separarlos. Katthie acabará acribillada a balazos por la policía, tras dar muerte a Jeff al descubrir la traición de este, que la ha delatado.
La ambigüedad se prolonga en la secuencia final, con la silenciosa respuesta del ayudante de Jeff, un muchacho sordo, a la desolada pregunta de su novia. Narración espesa, intensidad dramática constante, condensación del tiempo fílmico (como significativo ejemplo tenemos el segmento narrativo que corresponde al segundo viaje a San Francisco) que crea una acumulación de situaciones y acciones que se concatenan sin parar. Como resultado, una pastosa pesadilla, una agobiante mirada en negro.
Hermoso filme, terrible filme. Una visión ciertamente amarga de la existencia. El fatalismo palpita en los personajes. Sus almas parecen marionetas del diablo. El amor está presente. Una poderosa fuerza lírica impulsa las imágenes. Destacan los encuentros nocturnos en la playa, en el segmento narrativo que transcurre en México.
La contrastada fotografía en blanco y negro, la música, el viento, la lluvia. Sobrecoge el halo de misterio, la irracionalidad que impregna la poética mirada que se proyecta sobre los dos protagonistas, sobre la pasional intimidad de dos seres arrastrados por las turbulentas aguas de la existencia. Amor y muerte. Dualidad inseparable. Corrupción, poder, en una palabra: destrucción.
Otra mirada, superpuesta a la anterior, que se despliega, lúcida y dura, sobre una sociedad corrompida, que conduce a la descomposición y a la ruptura de la estabilidad individual, de la armonía en las relaciones humanas, personales y sociales. Es el pasado, que como ciego huracán, arrasa con la inocencia del silencio. Toda una metáfora sobre un mundo sin esperanza.
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