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Caras de guerra y bestialización
27December
Artículos

Caras de guerra y bestialización

                                                                                              «Los cambios no los produce el arte,

                                                                                             pero sí puede inspirarlos e incentivarlos».

                                                                                                Ricardo García, pintor venezolano.

Metáfora de las tres ventanas. Venezuela: identidad en tiempo y espacio es el concepto del Pabellón de Venezuela en Venecia, diseñado por el arquitecto italiano Carlo Scarpa en los años sesenta, para ocupar el espacio dedicado en el área de los jardines, donde solamente un número limitado de naciones, las primeras históricamente participantes, tienen su ubicación permanente. Es allí donde, desde entonces hasta la edición 2019 de la más antigua exposición internacional de arte contemporáneo del mundo, Venezuela presenta sus mejores artistas, para explicar su contemporaneidad a través de la herramienta del arte.

La estructura arquitectónica del Pabellón Venezuela es valorada por el juego de luces y sombras de las salas, resultado de la iluminación natural cenital generada por pares de cerramientos acristalados, que permiten que la luz inunde pisos y paredes. Aquí los artistas instalan sus piezas, para un diálogo fructífero entre el contenido y el contenedor, en cuyos detalles constructivos se admira el minucioso trabajo artesanal en los materiales que lo definen: concreto, madera, acero y cristal. Programático es el concepto del escritor venezolano Aquiles Nazoa que acompaña al espectador entrando al Pabellón: «…tienen la luz de sus ventanas hechas para otras miradas», que se relaciona con la invitación de la temática general de la 58 Bienal, May You Live In Interesting Times (Que tú puedas vivir en tiempos interesantes).

«La paz es rasgo característico de la cultura venezolana», afirma Nelson Rangel, autor de la impresión digital sobre tela Las caras de la guerra, donde no todo es lo que parece a una primera mirada. La cara de una niña llorando, víctima de las decisiones aleatorias tomadas por gobernantes inconscientes, necesita un filtro particular para poder mirar detrás de las consecuencias trágicas y descubrir entonces sus causas.

De metamorfosis expresada por la identidad artística habla Ricardo García en Lo crudo de la bestialización, cuatro dibujos en carboncillo, pintura acrílica negra y asfalto líquido sobre tela cruda, expuestos en la sala mayor. Colgadas asimétricamente, sus telas permiten ser miradas por diferentes perspectivas, desde donde reconocer la relación entre fisionomías humanas y predatores rapaces, que pretenden explicar la unión entre el humano y la bestia, hasta producir un «ser bestializado».

 

Correo del Orinoco

 

«Esta obra habla del proceso de metamorfosis que sufre el ser humano ante su batalla (perdida) contra el sistema, la misma que da para no ser doblegado o dominado por esta súper estructura que finalmente lo vence y lo usa para su “desarrollo” —explica el artista—. Siempre me ha interesado esta lucha, y que como consecuencia de ella el ser humano termina siendo bestializado por el sistema, convirtiéndose en una bestia perfecta, que velará por los intereses y normativas de la estructura en cuestión».

Particularmente significativo es el diálogo con el lugar expositivo: la luz que filtra desde el techo en cristal colorado invade el ambiente, tiñéndolo con una atmósfera sangrienta, evocando demonios que pertenecen a creencias atávicas. El rojo de la sala y de las telas es contrastado por el negro de los pigmentos, lo cual genera una vibración cromática que incrementa las sensaciones de violencia, dolor, sangre, trauma.

«Mi obra se inscribe dentro del tema de la Bienal, porque toca un aspecto profundamente humano, actual, intolerable por momentos, pero interesante de ver en ese ámbito del mercado y de las artes mundiales. ¿Que vivas tiempos interesantes?: ¡pues los vivimos Terribles!», comenta Ricardo García, emocionado por haber logrado el objetivo, por el diálogo que se ha generado entre la instalación y los espectadores, que le escriben de todo el mundo: despertar, incomodar, reflexionar. Y concluye: «No solo en mi país se viven momentos interesantes, sino en el mundo entero en este preciso instante, pero vienen invisibilizados. Mi obra no habla solamente de Venezuela, habla del hecho que nos conmociona desde siempre y en todo el mundo: el humano contra el sistema».

Esta es entonces la intensidad del pabellón de un país que, en tiempos lamentablemente convulsionados, consigue sin duda expresarse a través de la creación artística, única capaz de transmitir sentido allá donde la realidad escapa de las leyes de la razón, las reglas de la verdad.

La post-verdad es una temática voluminosa en el contexto general de la 58 Bienal de Arte Contemporáneo de Venecia, cuyo curador, Ralph Rugoff, mueve a unas preguntas emblemáticas: en la época de post-verdad en la que vivimos, ¿puede la capacidad del arte de poner en discusión ideas y actitudes bien radicadas aparecer en una luz nueva? Cuando los exponentes de los gobiernos no solo sobrepasan el confín entre hechos y ficción, sino que también llegan a insinuar qua tal frontera ya no existe, ¿no son los propios artistas los que tienen que modificar su enfoque hacia categorías y límites tradicionales?

Emblemáticamente, Rugoff elige una cita de James Baldwin para contextualizar la idea del arte en la época de post-verdad: «Los artistas están aquí para perturbar la paz». Es así que entonces planteamos la nuestra: ¿Pudieran todavía tener un papel hoy para perturbar la guerra?

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