El Centro Perelló, de Baní, ofrece hasta el 31 de enero de 2025 una completa retrospectiva de nada menos que 6 décadas de dedicación a la pintura de este artista poliédrico (pintor pero también poeta, performer, músico y antropólogo), que tiene el don de los grandes maestros: ser inmediatamente reconocible, al tiempo que conecta con una simbología ancestral y universal, recreando un sincretismo que fusiona la tradición europea y española, desde luego, mas también el “action painting” norteamericano, las raíces taínas, el british touch de su genealogía y el inagotable acervo afrocaribeño, eje muy principal de su praxis plástica.
Todo ello se puede disfrutar en esta exposición que es también una celebración, una fiesta del arte, y además un recorrido iniciático y espiritual, una conexión entre el inframundo ígneo, pasando por la terrestre exuberancia de su ínsula mater hacia los arcanos estelares, con su mágica verdad indescifrable. Un alquímico concierto visual entre la fragua vulcánica del rojo y los dorados destellos de la crística transfiguración.
Conocí a Geo Ripley en Madrid, como hacia el año 90. Llegó al reclamo del Quinto Centenario, tratando de aportar su plural talento, genio en realidad, al evento que conmemoraba un momento decisivo en la historia de la civilización humana. Volvía casi uterinamente al vientre de su cultura, de una madre que fue en aquella ocasión más bien madrastra, ballena de Jonás. Aún así, cuánta luz aportó en infinidad de eventos, de acciones, de proyectos, algunos realizados, otros inconclusos, sueños en suma pero compartidos y hermosos. Asesorando las exposiciones del pub galería Tate Tate, en la calle Augusto Figueroa, cabalgando, pintado como un taíno semidesnudo, a lomos de un caballo blanco en Moratalaz, aportando su mural al pueblo mural de Escariche… Venía con la mochila cargada de arte y de poesía. Pero aquí encontró oficialismo, regatas y el filtro de embajadas y de lobbies. Tendía puentes entre su isla, pórtico de las Américas, cronológico y físico, con sus ideas sobre intervenciones artísticas acá y allá. No se materializaron pero fulguraron, nos pusieron a soñar, dieron unas chispas de luz y de color a la grisalla.
En una relación intermitente pero sostenida, Geo es siempre transmutador, pasan cosas a su lado. Como escribió el gran Borges, el arte sucede: Ripley propone acciones, dialoga con la realidad. En estos años, me permitió compartir sus vivencias e investigaciones en torno a las irradiaciones del vudú haitiano en la Dominicana. Ese apasionado y apasionante estudio lo llevaría al África occidental, de donde aquellos cultos provienen. Y preparó toda la logística para la grabación de la festividad del rará en el antiguo ingenio de Chicharrones. El sueño de una noche de primavera, salvaje y tierna, dulce y terrible, con destempladas trompetadas, al ritmo del bambú de gagá y de los tambores, entre posesiones, danzas y latigazos de fuete limpiadores de los malos espíritus, ron y trascendencia, para festejar la renovación de la vida. Aguantamos el gagá la noche entera y financiamos el ron, al menos en parte, tal era su trasiego. Pero lo que recuerdo es un sueño como de arlequines con minifalda y trepidantes reinas con pañuelos multicolores en sus cabezas batiendo las cinturas, acechados por los espíritus de la jungla y los cañaverales. El documental de Pedro Cenjor y Corinna Salerno Ra-rá (2008) queda como testimonio de aquella aventura. Y solo la fuerza desatada de Hefesto, el devastador terremoto de 2010, hizo inviable la secuela, que era precuela, en realidad: el viaje del protagonista a la raíz de sus poderes, a la tumba de su abuela en Haití (El viaje del ancestro).
Años después, Geo y su esposa, la arquitecta Fior de Mateo, se ordenador caballero y dama de Santiago, cuidando siempre la raíz hispánica, indispensable en ese gran crisol de culturas americano. Y surgió entonces una nueva colaboración, de un modo espontáneo, como una de esas sincronías geniales que emanan de Ripley: la ilustración de las 42 coplas manriqueñas, modernizadas por mí y creadas por ese Trece santiaguista que fue el poeta top del canon lírico en castellano, el inmenso Jorge Manrique. Geo aceptó el reto y firmó un libro de bolsillo que lo es de arte, plenamente (Universo Oculto, 2023). Hay que decir que su impagable aportación rubrica un incesante vínculo entre Manrique y la gran literatura iberoamericana (Neruda, García Márquez, Borges…). Las Coplas manriqueñas, que se imprimieron ya en la era de los incunables, en la década de 1480, llegarían con las primeras carabelas. De la mano de esos legendarios caballeros santiaguistas que fundaron Santiago de los Caballeros. Próximamente, una reproducción de esas láminas, con un toque de color de maestría original, pasarán a exponerse en la Torre del Homenaje del Castillo de Garcimuñoz, en cuyas proximidades fue mortalmente herido el caballero poeta.
Y llegamos ya a esta antológica 2024-2025, presentada por Geo, con su porte de gentleman inglés enfundado en un traje tradicional africano, en medio de una gran fiesta de arte total en torno a su pintura: danza, música, cánticos. Es una exposición que debería verse con un concepto panamericano: en Nueva York, en Los Ángeles, en Miami, en Madrid. En la estela genial de ese chino cubano, pasado por España (Cuenca y Madrid) y París, Wifredo Lam, este inglés dominicano llamado Geo Ripley ha tocado el fondo plástico y simbólico, fusionando raíces autóctonas, españolas, afroamericanas y vanguardistas: ha llegado al centro del laberinto. No parece casual la recurrencia del símbolo del laberinto (imagen también del cerebro o del universo), dominante en su imaginario pictórico y omnipresente en su recreación de las Coplas manriqueñas.
La muestra ha generado entusiasmo crítico.
Para Víctor Jota: “Georiplerismo artístico: el máximo explendorismo, genial expresionismo. Geohistrionismo. ¿Nuestro Dalí? Geoconciencia: el verbo, ¡la ciencia! Geocracia: la palabra, ¡la gracia! Geoesencia: ¡la conciencia! Geoastro: la luz, el Parnaso, Geocristo, la Humanidad, lo Divino. La creatividad infinita. La geomanía. La geoplasticidad. Geosofía. Solidaridad. Hermandad y generosidad.”
Luis Beiro Álvarez: “Geo Ripley ha asimilado esos sonidos, propios de rituales, y con ellos saca a la luz los valores de las raíces caribeñas. Ha dedicado su vida a trascenderlos, hacerlos suyos, reinterpretarlos y llenar su pintura de símbolos cercanos a ellos. Ha logrado lo que en artes visuales parecía imposible: unificar música con pintura, es decir, otorgarle al arte categoría rítmica.”
María Fals: “Geo Ripley, 60 años de arte y trascendencia. Dominicano de pura cepa, ciudadano del mundo, eterno adolescente curioso, intelectual de grandes saberes que con todos comparte, maestro de la creatividad y de las esencias… Las creaciones de Geo se mueven entre lo local y lo universal, entre la luz y las sombra a través de un rojo deslumbrante. Su arte se va haciendo cada vez más sintético, más sincrético, más profético, más sutil y abierto, más profundo en sus mensajes, se va tornando más leve, más eterno.”
Plinio Chagín: “Geo Ripley recorre el trayecto que va del arte abstracto al rigor académico, a la intuición simbolista, hasta desembocar en el ámbito de una concepción mágico-religiosa, la cual reivindica las culturas africanas y precolombinas, antillanas y latinoamericanas. Geo asume críticamente (la visión occidental “desde fuera” del Arte Africano), creando un universo sincrético de la cultura antillanista. Sus obras impregnan la retina de una sólida y vibrante sensación de trópico; crean el puente visual entre la pintura popular y el arte culto, manteniendo su calidad de frescura y su impetuosidad selvática.”
Suceso plástico al cumplirse este cuarto de siglo del nuevo y confuso milenio, el arte ripleyano marca un camino de síntesis que apunta a una luz futura, que dota de sentido al pasado e ilumina el presente. Es triste que, más allá del escaparate y del oficialismo o de los ditirambos de los grandes premios, Iberoamérica, como espacio intercultural, espiritual, humano y político, en la más noble expresión convivencial del término, no acabe de consolidarse como eje de la política exterior de nuestras naciones (empezando, al menos en un sentido cronohistórico por España y República Dominicana). Geo Ripley, gran pionero, intentó poner en marcha esta idea, o mejor: el mecanismo de la misma, en el 92, que quedó en fastos y en la imagen de una carabela hundida. Pero la idea, su vigencia y su gran necesidad, para las generaciones presentes y futuras, siguen ahí.
Por ejemplo, en esta magnífica exposición que muestra y recopila 60 años de dedicación a la pintura de uno de los mayores maestros del arte contemporáneo iberoamericano. Y que, combinándola con los grandes encantos de esa isla que hizo evocar a Colón el Paraíso terrenal, bien justificaría un vuelo a Santo Domingo.
Le puede interesar:
Homenaje a Geo Ripley durante el XIX Simposio sobre las artes y culturas híbridas
Geo Ripley: sesenta años de arte y trascendencia
En CND Escucha Geo Ripley, un hombre diverso y especial
Centro Cultural Perelló reconoce a Geo Ripley como Guardián de la Cultura Dominicana
Inaugurada en Jarabacoa muestra del artista Geo Ripley
Geo Ripley: Arte e historia en una sola muestra
Geo Ripley: “El continente americano tiene más cosas que nos unen que las que nos separan”