I- Queremos, en las siguientes reflexiones, proponer algunos principios para situar la intervención artística en el contexto de la globalización. ¿Cuál es el valor y el impacto de la acción artística como valor de resistencia frente a la apropiación de la naturaleza por parte de una colonización capitalista de la vida, frente a la imposición de los ritmos de la producción y del consumo a la existencia humana? ¿Cuál es el papel de la experiencia estética frente a la abstracción creciente de las relaciones humanas y de nuestra experiencia de la vida?
1- Sin embargo, antes de hablar de resistencia, debemos comprender e insistir en la contribución del arte a la creación de comunidades, ya que las comunidades actuales son portadas por vectores de comunicación que rigen el consumo y el entretenimiento, pero también el comercio y la política. Podemos preguntarnos, cuando las relaciones sociales se hacen inmateriales, ¿cómo puede el arte constituir redes de usuarios, de comunidades de sentidos, de fuertes consensualidades? Y sobre todo: ¿cómo se produce en los individuos, en usted y en mí, la adquisición de referenciales comunes? ¿Cómo se prolonga la búsqueda de la verdad por encima de los intereses económicos y políticos? ¿Cómo se redefine la comunidad concebida como multitud de singularidades vivas, deseosas y creadoras?
Éstas son preguntas importantes que requieren respuestas teóricas, pero también prácticas: el individuo debe realizar la experiencia de su propia cultura, debe ver cómo las culturas forjan y despliegan las significaciones que resultan determinantes en nuestra relación con nuestro cuerpo, nuestros relatos y nuestras imágenes. El arte recuerda que nuestra construcción de lo real está condicionada por la estructura del cuerpo y también por las estructuras de nuestros lenguajes y de nuestras mediaciones. El arte vuelve a poner en primer lugar el papel de la experiencia sensorial y la vida de las pasiones en la constitución del Ser de la multitud.
Para muchos teóricos, existe un modelo de orden predominante. Se trata de sistemas socio-simbólicos que se actualizan a través de acontecimientos muy diversos: festividades, ceremonias, rituales, dispositivos artísticos. La actualización de una sociedad tendría lugar a partir de modelos de organización social y de interacción cultural, cuyo resultado puede ser observado y analizado. Se trata de ver cómo instituirlo para representarlo1 como una sociedad se funda al hacerse visible a los demás y a sí misma. Cómo instaura la representación en el pliegue de su despliegue. La antropología cultural y la historia, la sociología y la literatura, trabajan de manera convergente para estudiar los mecanismos de autodefinición de una sociedad a través del mantenimiento y de la adaptación de sus formas culturales.2
Estos análisis demuestran ser estimulantes, pero hay que velar para no prestar un cogito a las colectividades que se reconocerían (y fundarían) su propia existencia de representarse a sí mismas: esta autoespecularidad es efectiva, es cierto, pero eso no impide que sea un acto cultural históricamente condicionado.3 Sin llegar a esta hipótesis de un cogito del ser colectivo, hay que reconocer la importancia –en el seno de la sociedad– de la relación entre las singularidades.
Otros enfoques: prever cómo los sistemas socio-simbólicos podrían actualizarse de otra forma en la sociedad civil, a nivel de la educación y de la constitución de los conocimientos, a nivel de las intervenciones artísticas y de las estrategias culturales.4 O tal vez prever la disolución del tejido socio-simbólico –hasta la asimbolicidad, la disolución del lazo social. Tomar la medida de los efectos catastróficos de la pérdida de instituciones y comunidades (rituales, prácticas significantes…) creadoras de equilibrio y de concertación, creadoras de compensación y de conciliaciones. Nuevo jacobinismo: recordemos que la globalización técnico-económica provoca una disolución de los Estados-nación y de los particularismos culturales.5 Pérdida de la política, la que es sustituida por un espectáculo de la actualidad, el mundo cautivo en una temporalidad y una visibilidad, así como por procedimientos de control jurídico-policiales.
A inicios de los años 70, Foucault demostró cómo el poder político había encontrado en las epidemias de la peste la oportunidad de transformar y de fortalecer el poder policial, de peinar y controlar el espacio social.6 En la prolongación de los estudios de Foucault sobre la biopolítica, demostramos cómo el espantajo de la pornografía (la cual, es cierto, debe ser aborrecida) y su censura en las artes sirvió de pretexto para controlar la libertad de expresión e instaurar un poder sobre el cuerpo.7 Hoy no se trata de lepra, peste o pornografía –esta última convertida en nueva peste mental–, las que sirven de pretexto para la represión de las artes: es la invocación de una amenaza terrorista la que permite suspender todos los derechos individuales.8
2- Con el propósito de situar la intervención artística en el contexto de la globalización, hay que estudiar también el papel que debe desempeñar el arte en la dinámica de las interacciones transculturales, a partir de obras híbridas, de encuentros internacionales, etc. Resulta conveniente analizar los procesos culturales (de transmisión, negociación, integración, apropiación, creolización, etc.) en el marco de esta dinámica, y observar cómo se depositan y distribuyen las huellas de la memoria (testimonios, relatos, artefactos…). Precisar también sus efectos en relación con la constitución de identidades colectivas, a la estructuración de temas simbólicos, al fortalecimiento de las singularidades. En ese contexto, la creación artística es resistencia tan pronto como parece irreducible, se niega a ser absorbida por un sistema identitario que administra las diferencias e instaura la homogeneidad de una sociedad global. Es resistencia, ya que no se deja integrar en una estrategia de comunicación de control de la vida y del tiempo, se niega a participar en una manipulación mediática de la masa (el arte se niega a producir un sentido, a ser una historia, a ilustrar posiciones predefinidas, como lo invitan a hacerlo los medios de comunicación tan pronto como se produce un escándalo o un revuelo mediático). Lo analizamos recientemente en el caso de los artistas Feiler, en Estocolmo, y Kurtz, en Buffalo. 9
Cierto tipo de discurso valoriza el arte al hacer de la obra un anclaje de la identidad tanto individual como colectiva. La búsqueda sobre las identidades culturales ha sido muy rica en los últimos años, pero muy pronto se hizo evidente que el tema de la identidad había sido tomado como rehén en virtud de los designios del orden y del control.10 De hecho, en estos últimos tiempos, la delantera la ocupa el concepto de interacción, sobre todo cuando se trata de analizar las dinámicas (topológicas, miméticas, sistémicas, etc.) de la interacción transcultural. La interacción será estudiada como experiencia concreta que se opone a la virtualización del trabajo y a la inmaterialización de las relaciones humanas.
De esta forma, creemos, al prestar atención a los “pequeños lazos”,11 definir la emergencia de singularidades en el seno del “vivir juntos” multitudinario. Estar atentos a la aparición fortuita en la esfera social multicultural de formas de expresión y de nuevas prácticas, de nuevos desplazamientos y visibilidades (como las formas de arte performance, de arte acción ritual e intervencionista, las músicas alternativas, etc.). Es aquí donde las formas de un “arte de hacer”12 nos parecen de gran pertinencia, cuando se trata de reconocer los procesos culturales emergentes y las producciones espontáneas en la base de las grandes arquitecturas culturales, incluso cómo estas dependen de la interdefinición y de la contradefinición (por contacto, oposición, hibridismo) de estas arquitecturas. Estudiar las singularidades: cómo se emplean para resistir a todo lo que amenace la integridad de la existencia. Las singularidades tienen como función básica mantener en su diversidad a un Ser de la multitud.13
Queremos de esta forma, a través del estudio de los dispositivos artísticos, observar cómo re-accionan (inter-actúan) las comunidades de pertenencia, o construidas, ante el conflicto, sus traumas y sus relatos. Consenso y ruptura. Acontecimientos y huellas (y archihuellas, según Derrida). Colocamos la manifestación artística en el punto de ruptura de lo que se dice y de lo que se puede ver, cuando establecemos una relación entre la tensión del tejido social y la aparición de los fenómenos.14 En este enfoque bottom-up, al partir de microperformatividades locales y de prácticas detalladas, podemos apreciar cómo se consolidan las comunidades, cómo mantienen una oscilación interna. Y sobre todo podemos apreciar cómo los rasgos culturales (también de los objetos, las instituciones, las prácticas, etc.) se intercambian, modifican y diferencian.
En el contexto de la globalización, y de su lógica de la uniformización, debemos prestar más atención e interés que nunca a las singularidades, pero también prestar atención a los diferentes discursos teóricos que tratan de dar cuenta de estas singularidades. En una reformulación de los cultural studies (estudios culturales), del postcolonialismo, del posthumanismo, etc., debemos principalmente prestar atención a las nuevas formas de represión que se enfrentan a las singularidades. Las diligencias jurídico-policiales contra los artistas aparecen como intentos estratégicos de romper un potencial de resistencia en la sociedad.
En algunos procesos recientes, entablados contra los artistas, podemos ver cómo el poder hace de la obra de arte un delito ejemplar –cómo tratamos de demostrar en Euvres-bombes et bioterreur (Obras bomba y bioterror)–:15 esos procesos neoestalinistas, llevados hoy por el orden supranacional de las grandes corporaciones, recapitulan las etapas de la represión para aplastar mejor el arte: 1- Hacer del opositor político un criminal, el proceso contra el arte se convierte en ocasión para desplazar la política hacia la esfera jurídico-policial. 2- Introducir la paranoia de la vigilancia, cada cual desconfía de todos los demás (traición, delación) en una disolución del lazo de confianza, en una descomposición del proyecto ético común. Lo que tiene como efecto neutralizar los potenciales locales que podrían cimentar “otra” comunidad. 3- Apología de la violencia como necesidad contra el caos, de la exclusión como remedio contra la contaminación externa de la masa. 4- Invitación al desliz, cuando la represión suscita una sublevación, un acting out que justificará una escalada de la represión. Parece a veces que el arte cede a una presión de la sobrepuja, se convierte entonces en provocación gratuita rápidamente descalificada, desacreditada, que justifica la censura (Frontalités16 demuestra la necesidad de la provocación para conservar una facultad en la libertad de expresión y preservar la condición particular del arte).
II- El interés por las singularidades, es decir, los actos y los individuos que no se dejan reducir, sustraer y descomponer en el proyecto globalizante (del mostrar todo, vender todo, intercambiar todo, contabilizar todo, etc.), podrían provocar una crisis disciplinaria: algunos objetos parecerán pertenecer más a la sociología que a la historia, a la filosofía de la cultura más que a la teoría de la literatura, etc. Sin embargo, se privilegiará y mantendrá la convergencia interdisciplinaria, para combinar los enfoques sistemáticos e interpretativos, al fin y al cabo, por encima de las rivalidades corporativas –ver que no se trata de consagrar la predominancia de un discurso sino de prever estrategias de intervención en la sociedad civil: mediáticas, científicas, pedagógicas, artísticas– y políticas. Concebir la práctica artística como estrategia de resistencia contra el tejido homogéneo de una sociedad globalizada.
Nuestra reflexión sobre el arte, por encima de los corpus de la investigación (datos, obras, cultura de masa, artefactos, etc.), debe considerar en primer lugar a la sociedad en su capacidad (autopoyética) de determinar las formas de vida e instituirse a sí misma. La forma de autoinstitución de la sociedad17 determina cuáles serán los modos de representación en esta sociedad, cuál será la condición del saber (científico, sentido común, etc.) y la condición de la memoria en dicha sociedad, cuál será finalmente la condición de la expresión y también de la creación. La obra impugnada sirve de revelador para articular la relación entre comunidades y medios de comunicación: cuando el instituir de una sociedad pasa por representarlo.18 Medir los efectos de la dinámica de interacción transcultural sobre la adquisición de nuevos conocimientos, sobre las iniciativas y las producciones culturales.
Solemos mirar cómo el pasado no deja de in-formar el presente; a partir de su pasado, herencia patrimonial y en la re-actualización de las huellas, la sociedad no deja de reinventarse y de transformarse. No obstante, hay que observar también cómo lo lejano (en una separación por niveles postcolonial/excolonial, Tercer Mundo/Occidente, Norte/Sur, sociedad digital/sociedades ecodevastadas, lo urbano/el paisaje) no deja de in-formar lo cercano y lo íntimo. A partir del Otro (o del subalterno) y de la actualización que nos da de ello a través de relatos e imágenes, la sociedad no ha dejado de reinventarse y transformarse. Cómo superar una lógica binaria aquí/en otra parte, normal/anormal, patriota/terrorista, para pensar en interacciones multipolares. Recurriendo entonces a una lingüística multivocal (Homi Bhabha), en una estética ecléctica e híbrida (Aumont). A esta hora ya debemos haber comprendido que la cultura no es considerada el conjunto de grandes representaciones y mitemas, de modelos de orden y de sistemas identitarios, sino como material: no más cultura como espectáculo, hábitos de consumo, tradiciones culinarias, rasgos indumentarios, etc., sino cultura comprendida como lugar de transformaciones y de conflictos, de pluralidad y de tensiones, lugar concreto que resucita el pasado. Los artistas y escritores son entonces agentes simbólicos que desarrollan un “arte de hacer”19 directamente acosados en esos lugares.20
Es más, la cultura ya no es considerada sólo como mecanismo de reagrupamiento y pertenencia (efecto shibboleh), sino como potencial de intercambios entre los grupos y también potencial de circulación y de invención de los individuos. Más allá del territorio nacional, más allá de las delimitaciones fronterizas, queremos pensar el valor de reconocimiento y de movilidad que ofrecen algunos rasgos culturales singulares. Queremos analizar las nuevas formas de performatividad: las prácticas culturales emergentes (nuevas formas de expresiones y nuevas formas de conocimiento). Cuando la interacción entre las culturas y la hibridación de étas se ha convertido en una forma de oponerse y de resistir a la globalización hegemónica. Ya que en la era global nos enfrentamos a nuevos desafíos de memoria, de integración y de circulación.
Claro está, siempre habrá en la sociedad una búsqueda de homogeneidad (“vivir juntos”). Pero esta búsqueda irá acompañada de la necesidad de preservar en la medida de lo posible la diferencia y la relación con el Otro. Irá acompañada de la necesidad de negociar con el Otro. Hay que tomar nota de la tensión entre lo imaginario y las normas, entre la cultura y los controles para poder ver venir los nuevos totalitarismos que oponen vigilancia y migración, ciudad e itinerancia, teocracia e individualismo. Es preciso analizar los esencialismos (relativos a la identidad, la nación, la lengua, la tierra, etc.) para plantear de otra forma los temas de territorio y de circulación, de fronteras y de ajustes, para pensar de otra forma la relación entre la sociedad civil y el orden supranacional globalizado.
Así podremos ver mejor cómo el arte permite redefinir lugares a partir de posturas de resistencias y también de formas de circulación. Claro está que es útil disponer de idiomas comunes, de referentes comunes, de imaginarios comunes, pero ¿no explica ello las prácticas individuales y las experiencias interindividuales que apoyan el despliegue, la confrontación y la mezcolanza de nuestros universos referenciales? Necesitamos, a partir de áreas geoculturales, y más allá de ellas, pensar los circuitos, los flujos, las infiltraciones, las difusiones: de las imágenes y también de los individuos, de los marcadores culturales y también de los grupos migratorios. Podremos entonces pensar en lo que resiste a los flujos, o lo que se lleva la marea; en lo que se revela irreducible y singular o en lo que acepta su disolución. Al decir de Picasso: lo asombroso es no disolverse como azúcar.
III- Todos somos excluidos, desplazados, cuando concedemos a un sistema técnico económico globalizado, más allá de cualquier delimitación nacional y cultural, el derecho exclusivo de administrar nuestras políticas de inclusión/exclusión (pensemos, como ejemplo, que Estados Unidos integrara a México a título económico, de la misma forma que la Unión Europea integra a Turquía). Cuando la sociedad global practica la exclusión, perdemos entonces nuestros derechos individuales. En el régimen totalitario de la economía globalizada, la individualidad resulta ser un libreto preestablecido.
¿Qué es una singularidad?: un individuo o un acto que demuestra ser irreducible, que resiste a la pérdida de integridad de la experiencia humana. Con frecuencia, la singularidad es reprimida, ya no tenemos el derecho de manifestar una relación individual con la tierra, con el idioma, con un Estado-nación, etcétera, sin que se sospeche que queremos excluir al prójimo. Según esta represión, sólo el orden mundial globalizado podría administrar (distribuir, inscribir…) nuestras pertenencias identitarias.
Somos excluidos, ya que no logramos reconocernos en la plenitud mítica de la “comunidad mundial”: el no. Sin embargo, el paisaje mediático (mediascape) designa como “actualidad” lo real a manera de despliegue de una comunidad mundial: la ocupación planetaria por una masa mediatizada. Hemos perdido la coherencia no menos mítica del origen (el bios), la unidad no menos simbólica de una carne del mundo aún maleable e indeterminada. En ese contexto, cualquier poesía es un país perdido, los poetas y los artistas están dispersos, hoy no tienen territorio, forman una diáspora singular.
¿Desarrolla el artista las mismas estrategias de representación cuando se haya desterritorializado y desindividualizado? Lévi-Strauss sugirió que la alusión, el esbozo y también la estilización constituyen direcciones destinadas a los miembros de una comunidad con los cuales compartimos las imágenes de un imaginario común. El mensaje se hace realista cuando se dirige a personas con las cuales no tenemos nada en común.21 Lo que exige un realismo en el cual todo se desarrolla al detalle. Es el lenguaje prosaico de aquel que no tiene nada en común con aquellos con los que habla, que no puede dar nada por adquirido y debe, por consiguiente, explicarlo todo. A las obras hiperexplícitas responden obras que sólo serán conocidas por los pocos iniciados del arte contemporáneo, en un vaivén que caracteriza la acción artística: lo explícito se hace codificado, lo codificado se hace explícito.
De esta forma, parece que el artista y también el poeta de nuestros días demuestran un desplazamiento de la condición ciudadana ante el poder panóptico, demuestran una nueva forma de la condición humana (como el indio, el refugiado, el mestizo, etc.).22 Por ello el ciudadano-artista experimenta la seducción de la imagen fotográfica y videográfica, que habla a todos y, por tanto, a nadie. Creo que la poesía debe crear las imágenes singulares de la desorientación y de la nostalgia. Creo también que la expresión artística es transformada por nuestras luchas por la supervivencia. La poesía puede crear lenguajes codificados –y las escuchas singulares– que sabrán hablar de las condiciones de existencia singulares, marginales, fuera de la norma. Esta lucha por la supervivencia de la palabra, como instrumento de la invención de la humanidad, se convertiría en la propia condición de la poesía.
Franz Kafka, en su breve Ante la ley, habla de la espera del hombre del campo ante las puertas de la ley. ¿Qué esperamos? Esperamos de la sociedad que sea una masa homogénea verdadera, una encarnación de la razón y del saber, así como la partición de una cultura de imágenes comunes… Es cierto que la “cultura”, cuando se ha convertido en espectáculo continuo, parece ser un remedio para nuestra insuficiencia de ser. Otros esperan este remedio de la religión. Entonces, mientras la masa se vea ataviada con el papel cardinal del Ser, será nuestro fantasma de plenitud. De manera inversa, mientras que la sociedad deje espacio a la singularidad, a la movilidad y a la diferencia, será denunciada como un vacío dispersivo.
Muchos críticos23 enuncian el vacío y el individualismo de nuestras sociedades modernas. Sin embargo, de manera simultánea, reclaman de esta sociedad la humanidad que siempre les ha sido negada. Es la humanidad que debe indemnizar a aquel que fue deshumanizado. Aquel que posee un capital-sufrimiento nos recuerda que nuestro deber es acogerlo y escucharlo. He ahí algo paradójico: abucheamos la riqueza de las sociedades de consumo y sin embargo le reconocemos a esta riqueza un valor de vínculo social, la convertimos en condición de nuestro equilibrio afectivo y mental, la convertimos en responsabilidad ante la paz planetaria, éste es el discurso de la globalización económica. Ironía: le reprochamos a la sociedad el vacío de rechazarnos la plenitud. El problema proviene del hecho de que hemos cosificado la sociedad, le reconocemos un ser monolítico y, por consiguiente, deberes.
El arte es utilizado para pulverizar las ilusiones de plenitud. La gestión artística nos devuelve a nuestra soledad de andarines de lo inconsolable. Hay que reconocer una soledad del individuo, cuando ya no pertenece a una familia, a una tribu, a un clan, a una lengua, a una creencia…, pero se relaciona con lo inacabado y la incertidumbre. Soledad también de la palabra que no se relaciona plenamente con sus condiciones de enunciación, y encuentra un pivote en la experiencia de los límites de lo que se puede decir. Soledad de la obra que no descansa de manera íntegra en sus condiciones de visibilidad, sino que nos retorna desde un punto ciego en la playa de lo que se puede ver. ¿Es ésta la condición de toda singularidad?24 La obra trata de mantener la condición inacabada del sentido y, al mismo tiempo, de garantizar su admisión en el espacio público. Reivindica un no-acabado del sentido y de los conocimientos ante el paradigma de lo sobredeterminado y del no-límite que representa el orden técnico-económico. Paradigma de este orden: el nuevo Libro único cuyas páginas están por todas partes: Internet, que se opone hoy a las antiguas religiones del Libro único, pero corre el riesgo de convertirse en el instrumento del pensamiento único cuando sus contenidos sean filtrados.
En una sociedad saturada de la imagen, cultivamos un desagradable malentendido en cuanto a la naturaleza de la imagen, de cualquier imagen. Olvidamos que es al entrar en resonancia con nuestros particularismos culturales, o sea, nuestro interritorio (inscape), que esta adquiere relieve, forma, color. Cada uno de nosotros es el territorio de resonancia de nuestras imágenes.25 Es lo que recordamos a veces en relación con los libros, pero que olvidamos con demasiada frecuencia en relación con las imágenes. La obra de arte requiere esta experiencia singular, cuyo enfoque será siempre individual.
Me pregunto cómo se puede reivindicar la individualidad en esta época. ¿Podemos esperar iluminaciones privadas? ¿La revelación de aprioridades poéticas? Constituye un lugar común quejarse en estos tiempos del exceso de individualismo: falta de solidaridad social, irresponsabilidad ecológica, etc. De hecho, la sociedad globalizada es la que provoca esta pérdida de la solidaridad local, crea una indiferenciación de las formas de vida y un reformateo biopolítico, que se denuncia de manera perniciosa como exceso de individualismo. Son muchos los que se quejan de que la sociedad no les da lo suficiente: acogida, subsistencia, escucha, etc. Estoy de acuerdo con muchas de esas críticas; sin embargo, los detractores de nuestras sociedades modernas tienen muchas veces designios colectivistas que no sabrán dejar espacio a la expresión individual, al desarrollo de experiencias de vida singulares en la relación consigo mismo y con el cuerpo (selfscapes), que reprimen las exploraciones creadoras de la existencia y los intentos individuales de producir sentido nuevo.
Me parece que los verdaderos excluidos, los fugitivos perpetuos… son hoy los artistas y los poetas, mermados y en la brecha. En el plano simbólico sufren el avant-coup de una crisis de civilización precipitada por las hambrunas y las epidemias, las guerras santas y los desastres ambientales. Siempre agravada por los juegos geopolíticos y las manipulaciones de la opinión instaurada por la voluntad de homogeneidad masa/capital. Están convencidos de que el arte sería la interzona entre lo individual y lo colectivo, entre lo diferente y lo mismo; de que el arte sería una estrategia de la alteridad que sabría dibujar una interzona entre lo político y lo religioso, entre lo económico y lo tecnológico, para evitarnos colusiones peligrosas. Están convencidos de que el arte es el territorio necesario de resonancia de las singularidades. He ahí el territorio perdido, el natal desaparecido, la “nebulosa del interior”, de la que hablaba Nietzsche en sus Consideraciones intempestivas, de la cual somos los exiliados.
(Traducción del francés: Mayla Reyes y Aurelio Fernández)
1 Claude Lefort: L’ère de l’idéologie, Symposium-Les enjeux, Encyclopedia Universalis, Paris, Organum, 1973, p. 82.
2 Michel de Certeau : La culture au pluriel, Seuil, Points-essais, 2006 [1974], 228 p.
3 La actualización en sociología es una ilusión donde se cree que la sociedad es externa a los actores humanos, en la cual tenemos la tendencia de cosificar nuestros modelos y creemos en una “realidad social” concreta y autónoma. La actualización será entonces el resultado de esta ilusión, cómo se transforma en realidad efectiva.
4 Zarka analiza las diferentes figuras de la actualización moderna del poder (la patria, el héroe, la historia, el derecho natural). Yves Charles Zarka: Figuras de poder. Estudios de filosofía política de Maquiavelo a Foucault, Presses Universitaires de France, París, 2001, p. 160.
5 Pier Paolo Pasolini: Écrits corsaires, Flammarion, col. Champ, 1993 [1976], 280 p.
6 Michel Foucault: Surveiller et punir, naissance de la prison, Gallimard, 1975, 318 p.
7 Michaël La Chance: Frontalités censure et provocation dans la photographie contemporaine, Éditions VLB, 2005, 2008 p.
8 _____________ : Euvres-bombes et bioterreur, l’art au temps des bombes, Éditions interventions, 2007, 2003 p.
9 Ibídem.
10 Antonio Negri: Du retour. Abécédaire biopolitique, Entretiens avec Anne Dufourmantelle, Calmann-Lévy, col. biblio-essais, 2002, 224 p.
11 François Laplantine: De tous petits liens, Mille et une nuits, col. Essais, 2003, 414 p.
12 Michel de Certeau: La culture au pluriel, ob. cit.
13 Michael Hardt et Antonio Negri: Empire, Paris, Exils, 2000, 559 p.
14 Christopher Zeeman: Catastrophe Theory, Scientific American, v. 234, n. 4, apr. 1976, pp. 65-83. René Thom, Modèles mathématiques de la morphogénèse, Christian Bourgois, 1980, 315 p.
15 Michaël La Chance: Euvres-bombes et bioterreur, l’art au temps des bombes, ob. cit.
16 _______________ : Frontalités censure et provocation dans la photographie contemporaine, ob. cit.
17 Cornélius Castoriadis: L’institution imaginaire de la société, Seuil, col. Points-essais, 1999 [1975], 540 p.
18 Claude Lefort: L’ère de l’idéologie, Symposium-Les enjeux, ob. cit.
19 Michel de Certeau: La culture au pluriel, ob. cit.
20 “Si el arte de hacer es convocado en el pensamiento de Michel de Certeau, es porque permite contravenir tácticamente las disposiciones monumentales, disciplinarias y patrimoniales que erigen y orientan la producción de sentido. Por medio del contrapoder táctico es previsible crear formas culturales que contradicen las redes de intercambio normativas de las cuales el cosmopolitismo transnacional sea tal vez el que ocupa la mayor parte de nuestro imaginario actual”: Simon Harel, 2005, p. 53.
21 Georges Charbonnier: Entretiens avec Claude Lévi-Strauss, Pocket Agora, 1969, 188 p.
22 Fulvio Caccia: La république métis, Montréal Balzac-Le griot, col. Le vif du sujet, 1997.
23 Christopher Lasch: La culture du narcissisme. La vie américaine à un âge de déclin des espérances, Flammarion, col. Champ-essai, [1979] 2008, 332 p. Lipovetsky, Gilles. L’Ère du vide. Essais sur l’individualisme contemporain, Gallimard, col. Folio, 2007 [1983], 327 p.
24 En topología, una singularidad es un punto, un valor o un caso en el cual cierto objeto matemático no está bien definido. Según los trabajos de H. Whitney, una singularidad es revelada cuando una función atraviesa un punto crítico; lo que conducirá a la teoría de las bifurcaciones de R. Thom. Aquí lo empleamos de manera metafórica: objeto no definido, efecto de perturbación, umbral crítico, punto-ruptura, bifurcación, etc.
25 La imagen es considerada como autoextraíble. Sin embargo, sólo adquiere forma y relieve por su inmersión en una cultura. Sólo adquiere relieve con relación a un individuo como territorio de resonancia.