Con la música de Adalberto, Cuba y el mundo viven
Seguiremos yendo ”A Bayamo en coche”, al “Son de la madrugada”, ya sea una “linda habanera” o no, que de “Cuba pa´l mundo entero”, pida respeto pa´ los mayores. Lo cierto es que las composiciones y ese toque de genuino acento nacional, creado por Adalberto Álvarez seguirán acompañando a cada cubano, donde quiera que este se encuentre.
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A manera de otro grande, Juan Formell, el también Premio Nacional de la Música, Adalberto Álvarez, se convirtió en ese cronista necesario de cada estampa callejera; en ese hacedor de historias cotidianas que como él mismo nos dijo en una oportunidad: “lo único que hacemos es ponerle música a esas vivencias que corren y corren, esperando que alguien las detenga para convertirlas en canción. Y eso hizo él, con el tino, la medida de lo popular ajeno a cualquier vulgaridad, en esa oportuna combinación de imagen, texto, melodías e imprescindible estribillo, así Álvarez puso a bailar al pueblo y a otras tantas naciones, muy ajenas a nuestros cánones insulares.
Su alegría fue contagiosa y su saber infinito, sobre todo porque supo contextualizar cada acto musical y humano. Sus cantores conformaron las propias etapas de su repertorio, y la evolución de las orquestas que lideró, todos son genuinos exponentes de una música que, no por casualidad, hace reconocer a Cuba, a pesar de que la llamada globalización haya intentado también dañarla en su esencia.
Con Adalberto los nombres de Benny Moré, Arsenio Rodríguez, Lilí Martínez, Miguelito Cuní y su inseparable Chapotín, la Orquesta Riverside, se convirtieron en referentes indispensables para las nuevas generaciones. Él se encargó de no dejarlos caer en el olvido, y ese es otro de sus grandes aciertos, ser maestro desde el accionar diario, desde esa perspectiva de revolucionar sobre la base de una honrosa génesis.
Ahora nos toca a todos recordarlos. Sus grandes esfuerzos le permitieron disfrutar de la designación del Día del Son cubano y de la posibilidad de que sea significado además, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Otro motivo para que su nombre sea inscrito como grande entre los grandes.
Disfrutar al son de Adalberto es reverenciar una herencia musical de la cual él se convirtió en pródigo discípulo. Gracias Maestro por esa inolvidable Orquesta Son 14 que le dio un especial esplendor a los años ochenta y sentó el camino para que bajo el sello de Adalberto y su son, la música popular bailable cubana siguiera dando de qué hablar y bailar… sencillamente porque con la música de Adalberto, Cuba y el mundo, viven.
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