Desde ARTBO 2018, Arte por Excelencias conversa con Manuela Velásquez, directora de la Galería Lokkus Arte Contemporáneo de Medellín, quien se nos revela como amante del arte contemporáneo y gran embajadora cultural de El Salvador.
Manuela, vosotros trabajáis con una nómina de artistas colombianos y salvadoreños. ¿Cuál es la razón?
El proyecto de Lokkus inicia cuando vivo en El Salvador durante 7 años. Es allí donde hago un cambio profesional y dejo el tema de negocios internacionales. Me enamoro del arte en El Salvador al momento de conocer los artistas de El Salvador, entrar en contacto con ellos, con sus trabajos; me enamoro del arte y tomo la decisión de dejar mi trabajo de toda la vida y emprender el proyecto de Lokkus.
Regreso a Colombia a montar el proyecto y era imposible no incluir a los artistas salvadoreños que son el motivo por el cual estoy en el mundo del arte.
En tu nómina de artistas salvadoreños, ¿quiénes están?
Trabajamos permanentemente con Walter Iraheta, Simón Vega, Abigail Reyes y Mauricio Esquivel y hemos hecho proyectos con otros artistas como Ronald Morán, como Danny Zavaleta
¿Qué es lo que más te impresionó del arte salvadoreño?
Una cosa que me impresionó muchísimo y sigue impresionándome favorablemente es la forma cómo los artistas salvadoreños trabajan con los demás; o sea, cómo hay una hermandad entre ellos que yo creo que es la misma que hay entre los salvadoreños.
En El Salvador -por diferentes motivos-, las personas han tejido uniones entre ellos muy sólidas en todos los campos, y creo que el arte no deja de ser uno de ellos. Me impresionó muchísimo cómo entre ellos se ayudan, cómo entre ellos se promocionan su trabajo, cómo entre ellos están permanentemente viendo…
¿Cómo definirías el arte contemporáneo en El Salvador?
Yo diría que es parecido al país: es un pequeño grupo de artistas pero con un trabajo supremamente sólido, un trabajo en el cual todavía las conexiones con su pasado son muy fuertes. Todavía el arte sigue expresando y sigue hablándonos de las difíciles situaciones que vivió El Salvador. Y una de las cosas que a mí más me ha gustado del arte contemporáneo salvadoreño, es cómo los artistas -teniendo toda esta carga de dificultades-, logran realizar unas obras de arte con una poética tan maravillosa que realmente nos llega al corazón; o sea, no son obras de arte, son artistas que han vivido momentos demasiado difíciles y logran que esa fealdad, ese destrozo, esa angustia, se convierta y traerla de una forma muy poética.
Entonces no es un realismo dramático…
Exacto, cero realismo y cero dramático, es algo con mucha poética, con mucha sutileza que creo logra generar un impacto mucho mayor que el rechazo que generaría alguna pieza super realista.
¿Qué color sería para ti el que definiría el arte salvadoreño?
Yo creo que sería un verde claro, un verde esperanza.
¿Qué nómina tienes de artistas en Colombia?
En Colombia estoy trabajando con una nómina de artistas jóvenes, artistas de mediana trayectoria y artistas con carreras ya mucho más desarrolladas. Trabajamos con Nicolás Gómez Echeverri y Daniel Salamanca que son artistas bogotanos (Nicolás vive ahorita en Perú, Daniel en Chicago) y trabajamos en Medellín con Aníbal Vallejo, José Ignacio Vélez, John Mario Ortiz, Santiago Vélez, Juan David Henao, María Teresa Cano y Daniela Serna.
Excelente memoria…
Espero que no se me haya pasado ninguno (Ríe)
Cuando hablamos de Colombia, hablamos del país de las flores, del país del color, ¿cómo definirías ahora el color de Colombia en tus artistas?
Si tuviera que decir un color sería como entre amarillo y naranja, sería como un color de transición; o sea, es un color en el cual empiezan a mirarse temáticas distintas, empieza a verse el mundo como parte del día a día, en el que se insertan esas problemáticas colombianas en las problemáticas internacionales.
Un realismo como el de los percheros que tienes en la puerta, el de la barrera que tienes en cristal que te reflejan una realidad: una realidad cotidiana y diaria. Sería el reflejo del pensamiento de los artistas que tú buscas que buscan la realidad cotidiana y la traspasan… ¿En escultura y en pintura, o vas más por el tema de escultura exclusivamente?
Aquí en la feria tenemos mucha obra escultórica pero también trabajamos con pintura y con fotografía. Digamos que los artistas de la galería van por dos líneas: una la que tú acabas de expresar, esa materialización de la contemporaneidad, pero también trabajamos con algunos artistas como John Mario Ortiz, Daniela Serna, Juan David Henao que están más preocupados por la forma; más preocupados por la materialización, más preocupados por el arte como arte y otros saberes. Empiezan a ser parte del trabajo de John Mario las matemáticas, las ciencias; en el trabajo de Daniela, la literatura, las letras.
Hablando de los viajes, las letras, la literatura, la cultura, sabemos de una actividad tuya que no es comercial sino que es lúdica e interesante. Me decías que cuando viajabas con artistas aprovechando el stopover que hay en El Salvador - de tránsito hacia cualquier otro país-, tú lo que planteabas es un recorrido de viaje. ¿Qué recorrido de viajes es el que les propones?
El Salvador se ha convertido, como tú bien lo dices, en un sitio de tránsito para muchos viajeros que vienen de Suramérica a Norteamérica y El Salvador tiene algo que es maravilloso y es que su tamaño permite que en poco tiempo uno pueda tener una gran totalidad de lo que es el país.
Ese recorrido que yo les propongo a las personas que tienen que hacer unos stopover casi que de doce horas, es que tomen la carretera del aeropuerto que va a San Salvador -la capital del país-, y camino a San Salvador paren en Olocuilta, que es una pequeña población donde están al borde de la calle todas las pupuserías; de forma tal que lo primero que hacen es comer un rico desayuno con la comida más típica del Salvador que son las pupusas. Esa comida que nos permite ver la relación que hay entre todos los países latinoamericanos, maíz y frijol, de una forma distinta a como nos la comemos nosotros, o como la comen los mexicanos, El Salvador también la tiene.
Pupusa es la primera parada. Luego llegan a San Salvador, a la colonia San Benito, donde están los dos museos que a mí me gustan más de El Salvador: el Museo de Antropología “José David Guzmán” y el Museo de Arte Moderno MARTE. Así tiene también, en muy poco tiempo, la posibilidad de entender de dónde vienen las personas y la cultura de El Salvador y hacia dónde van.
Luego, que hagan una pequeña caminada por San Benito donde están algunas de las embajadas, un lugar residencial. Más tarde les propongo que vayan a hacer un recorrido por el centro: un centro que cada vez más está tomando un rol activo en el día a día de la ciudad. Fue un centro que por muchos años estuvo como habitado más que todo por economía informal, pero que al inicio -como todos los centros-, fue el centro de los bancos, el centro político y ahorita vuelve a estar con unos edificios maravillosos como el Teatro Nacional, La Catedral que son sitios que la gente no puede perderse.
Si van con niños está el Museo de los niños que es un museo maravilloso y en el parque donde está el Museo de los niños, se encuentra un monumento muy interesante a la guerra. Luego les propongo que pueden ir a tomar un café o recorrer un poco centros comerciales como La Gran Vía, que está al aire libre y pueden disfrutar entonces del clima tan rico que tiene El Salvador. Además, pueden dirigirse a Santa Elena, que es una de las colonias más nuevas. Allí pueden ver dos grandes edificios que evidencian ese elemento geopolítico que tiene El Salvador: es la embajada de los Estados Unidos - la segunda embajada más grande que tiene Estados Unidos en el mundo después de la de Rusia, lo que nos muestra la importancia que tiene un país tan pequeño para la situación internacional-, y está también uno de los edificios más grandes de prensa.
De ahí ya pueden ir al aeropuerto por una vía diferente, estamos haciendo casi un óvalo por el territorio salvadoreño, y regresar por el Puerto de la Libertad donde pueden almorzar unos riquísimos mariscos frescos y conocer un poco más de la naturaleza del país. Y ya regresan por la carretera del mar al aeropuerto.
¡Excelente paseo turístico! Y a los artistas a los que les has recomendado que hagan este recorrido, ¿han podido reflejar lo que han visto en su obra?, ¿se han podido inspirar en ello?
Principalmente las personas que han hecho este recorrido, más que artistas son personas que van de viaje y digamos que el impacto que tiene el viaje, es el cambio de percepción que hay con respecto a El Salvador. Hay personas que me han dicho: “ahora quisiéramos regresar, nunca habíamos pensado ir pero es un sitio que desde el punto de vista turístico es muy interesante.” Los artistas que han viajado a El Salvador encuentran una cercanía muy grande con respecto al país, a las personas, a las problemáticas, entonces más que verlo reflejado en su obra, valida un poco esos intereses y esas preocupaciones que tienen los artistas.
Hemos hablado un poco de todo pero lo que tenemos claro es que eres una gran embajadora cultural de El Salvador y eso siempre es bueno, que amemos lo que hacemos y lo podamos trasmitir. Antes de terminar, una pregunta al margen, ¿qué importancia crees tú que tiene que las revistas especializadas publiquen sobre los artistas? ¿Qué puertas les puede abrir y cómo puede ser beneficioso para su curriculum?
Creo que hay dos cosas supremamente importantes en que haya publicaciones en las cuales los artistas tengan presencia: una es la posibilidad de llegar a un público que ellos no conocen, que no saben dónde está y que las revistas sí. Entonces tienen esa posibilidad de ampliar las personas que conocen su trabajo y por otro lado tienen también una gran herramienta al momento de estar con personas que sí conocen su trabajo. El poder mostrarles que una revista de arte se interesa por su trabajo, le sirve como esa carta de validación y una carta de solidez en el momento de estar en su trabajo. Esos son los dos puntos importantes: consolidar esa presencia en las personas que ya conocen la obra y llegar a personas que por muchos motivos los artistas no pueden llegar.
Llegar a un crítico o llegar a un museólogo son dos elementos importantes, pero desde el punto de vista académico, curricular, ¿tú crees que para un artista tener una publicación física/ papel o en internet basado en papel, puede ser más importante que tener solamente una en la web?
Yo diría que sí, pero también es un tema muy personal, porque yo soy amante del papel. Soy amante de los libros, de las revistas y creo que las conversaciones que se pueden generar alrededor de tener la revista enfrente, cogerla, hojearla, que la persona se la pueda llevar…O sea, en el momento en que yo pueda llevarme la revista donde está el artículo del artista que a mí me gusta, no es lo mismo que mandar un link. Creo que tangibiliza el quehacer de los artistas.
Muy bien, pues muchísimas gracias.
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