Celebrar el aniversario de alguna agrupación, es un hecho cotidiano, pero si se trata de los 40 años de Síntesis, la evocación asume una dimensión extraordinaria. Tan es así que desborda los límites estrictamente musicales, para convertirse en una fiesta de la cultura nacional en la cual nos vemos involucrados todos los cubanos.
Es la percepción real de una querencia soñada donde los timbres del rock podían germinar al lado del lirismo de una poética trovada. Al mismo tiempo, como la otra cara de una misma moneda, en Síntesis, el agreste desafío de los teclados y las guitarras eléctricas encuentran su amparo en la inédita imbricación con las quejas de los tambores batá y el lamento del canto en lenguas de origen africano conservadas en la memoria de nuestros ancestros.
Además, vale resaltar que en estos tiempos que corren, donde el poder económico del mercado pretende como nunca antes, coartar la decisión soberana de quienes apuestan a favor del mayor desempeño artístico, Síntesis ha puesto en práctica como un acto de fe, su apego a la lealtad de rigurosos principios estéticos con los que iniciaron una prestigiosa trayectoria de más de cuatro décadas.
Sin embargo, lo verdaderamente excepcional es el modo con que hemos aceptado la sonoridad de la gustada agrupación durante todo este tiempo. Nos rendimos ante su habilidad de acceder a una especie de código cifrado de nuestra identidad para que ninguna persona nacida en esta isla caribeña, pueda permanecer indiferente. Es algo que no podemos evitar. Si no nos movemos con todo el cuerpo, de seguro es porque marcamos el ritmo de la música con los latidos de un corazón orgulloso de contar con la obra de Síntesis entre los tesoros patrimoniales de la nación cubana.
En portada: Síntesis en Havana World Music 2018. Tomada del sitio oficial de la agrupación