Cuando un hombre sensible y culto usa la cámara fotográfica para reconocer y fijar en la visualidad aquellas percepciones que le han impresionado en sus avatares disímiles, generalmente impregna a las visiones resultantes de los signos de su propia subjetividad. Y si esa persona ha sido antes un profesional de la pintura, entonces las imágenes nacerán cargadas de un expresivo y hasta poético sentido de la construcción espacial, las formas y texturas, además de las emanaciones sensoriales y simbólicas puestas en peculiar cromatismo. La cámara lúcida habrá de sumarse así a una personal concepción social, filosófica y estética de la existencia inherente al individuo en cuestión, para propiciar que lo visto y retratado se transforme en algo nuevo, sugerente, abierto a distintas recepciones, capaz hasta de cautivar, a la vez que alejarse significativamente de los ámbitos, objetos y seres que habían sido captados mediante el lente.
No otra cosa ha ocurrido con la propuesta que ahora nos ocupa: esas grandes impresiones fotográficas a color recreadas sobre seda, concebidas por el artista-fotógrafo norteamericano Charles Anselmo; atractivas obras esas que conforman una suerte de environment dispuesto en las dos salas altas del habanero Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, allí en la esquina de las calles Luz y Oficios del Casco Histórico habanero. Se trata de “cuadros” semi-transparentes pensados para sostenerse desde el techo, que al moverlos suavemente e aire, les otorga un seductor sensualismo físico que se completa con la hedónica exaltación de colores y elementos materiales reflejados. Milenaria técnica artesanal asiática devenida medio foto-pictórico gestor de estampas que se modifican sutilmente cada vez que las personas pasan por detrás de las “cortinas” de seda, sumándose a estas, y haciendo así del conjunto instalado un ámbito performántico activado por sombras coloreadas.
Desde hace años, Charles Anselmo ha visitado a La Habana con cámara en ristre. Poco a poco se le han fijado en la retina de artista los contextos sociales, las tipologías humanas, una rica información visual sobre su Arquitectura y ornamentos en lozas de piso y paredes, además de las costumbres típicas y esos claroscuros de los más íntimos rincones urbanos… con sus carencias y deterioros. Por ser la suya una apreciación (no sufrida cotidianamente) de nuestro citadino paisaje erosionado, ha transfigurado la destrucción ambiental registrada en representaciones de hermosa plasticidad artística. Las evidencias de un prolongado tiempo histórico, en un país marcado por circunstancias de pobreza real y asedio de una potencia enemiga, fueron sobrepasadas por la imaginación y la cultura ocular de Charles A; lo que le posibilitó envolver en poesía el retrato de un panorama de derrumbes, grietas y desechos.
Aunque esta exhibición de contemporáneo arte de la seda puede acercarse un poco -en su sentido- a la “Construcción empírica” de Julie Mehretu y al conjunto de espejos con puntos de Yayoi Kusama, suele diferenciarse de estos no sólo por su diseño y esencia, sino también por la conciencia humanista que, en Anselmo, recupera el valor de mixturas y características maravillosas de los ambientes fotografiados en la ciudad capital cubana.
Hubo sin dudas una singular metamorfosis en la mente del referido autor, cuando lo captado por el oficio fotográfico se mezcló con el arsenal de recursos conceptuales y sensitivos acumulados en su memoria profesional enriquecida con amplios conocimientos sobre historia de arte. De ahí que tales impresiones en seda interiorizaran en la factura –como puede percibirlo la mirada especializada- improntas barrocas e impresionistas y fauvistas, surrealistas y del Realismo moderno norteamericano, así como del Expresionismo Abstracto, el Action Painting y la Post Abstracción. Quizás sea esa la razón de que al sumergirnos en ese penetrable de pinturas que “danzan”, experimentemos el efecto de vernos asimismo dentro de un imaginario “museo de arte universal”.