Entrevista con Howard Farber
Usualmente asociamos la voluntad de coleccionar a un alto nivel de riqueza económica. ¿Es éste su caso?
En realidad, el acto de coleccionar no guarda relación alguna con el nivel de riqueza personal. Vengo de una familia de clase media, y comencé a coleccionar con unos pocos miles de dólares. Años después, cuando tenía un negocio exitoso, me sentí más seguro coleccionando. Podría decir que en esos años gasté mucho más de lo que obtuve coleccionando.
Los inicios de los años 70, cuando comienza a coleccionar, es la época de destacados dealers de arte como Leo Castelli, y grandes nombres del arte Pop: Andy Warhol, Robert Rauschenberg, Jasper Johns. Sin embargo, usted adquirió obras de artistas de las vanguardias norteamericanas de inicios de siglo: Alfred Stieglitz, Marsden Hartley, John Marin o Gorgia O’Keefee. ¿Es posible que un coleccionista actúe como un adelantado, creando reconocimiento para territorios artísticos aún no justipreciados? ¿Se ve a sí mismo como un Indiana Jones del arte desconocido?
Comencé por casualidad a coleccionar vanguardistas norteamericanos. Yo no tuve una educación formal o básica en las artes. Me daba cuenta entonces de que existía el Pop Art pero no sentía un lazo especial con lo que estaban produciendo. Me gustaba básicamente la tendencia de la época, lo que se coleccionaba… Por casualidad entré en una subasta en Sotheby’s y vendían obras de Edith Alpert, una pionera y galerista neoyorkina que había representado a los modernistas. Me gustaría considerarme un Indiana Jones del arte, pero no soy tan atractivo. Sin embargo, me gusta penetrar donde otros coleccionistas no lo han hecho. Como un caballo que va al frente en la carrera. Piénselo de este modo: la visión de un caballo que no sea el líder no es exactamente hermosa, inspiradora.
Usted comenzó a coleccionar arte chino contemporáneo en 1995. Pocos libros y, aún menos los académicos, enfocaban el arte moderno del gigante rojo. ¿Cómo era el panorama cultural chino en ese momento?
En 1995 no existía ningún mercado para el arte chino contemporáneo. En China los artistas eran frecuentemente arrestados por actos contra la seguridad estatal, y todo se movía casi de forma clandestina. Los únicos coleccionistas serios eran un puñado de diplomáticos occidentales. No existía un sistema de galerías. Era como el Lejano Oeste.
¿Por qué le interesó el arte chino? ¿Qué descubrió en él que lo diferenciaba del arte contemporáneo en Europa o los Estados Unidos?
Para esa fecha, mi colección modernista había adquirido cierto valor. Piezas que había comprado por cinco mil dólares entonces valían quinientos mil dólares. El arte por el que había luchado y pagado valía ahora una pequeña fortuna, ya estaba fuera de mi alcance.
Un coleccionista es un poco como un adicto que necesita su dosis. Tú te regodeas en el placer de la persecución y la adquisición. Eso te hace vibrar. Un día, también por accidente, durante un viaje de placer a Hong Kong junto a Patricia, mi mujer, entré en una galería y encontré mis primeros ejemplos de arte chino. Me enamoré de las obras. Más tarde descubrí que los artistas chinos de la década de los años 90 se desplazaban por los mismos caminos –en términos económicos, sociales, políticos–, que los modernistas norteamericanos de las primeras décadas del siglo xx. Esto me pareció perfecto. Me encantaron las imágenes, no tenía idea de que los artistas chinos estuvieran haciendo un tipo de arte como éste. También estaba aburrido del arte presente en los Estados Unidos y en Europa. El arte chino implicaba un nuevo reto para mí.
¿Cuáles son los riesgos, o retos, implícitos en un alza súbita de los precios dentro de un mercado local, como ha sucedido con China?
Los peligros de un mercado “recalentado” son comunes en todo el mundo. Los artistas son los mismos, aspiran a los mismos beneficios para sí y para sus familias. En China, el creador se ha convertido de súbito en una estrella de rock, con todas las trampas que ello implica. La creatividad comienza a decrecer, y se convierte únicamente en un negocio. Muchos de los artistas chinos a quienes compré hace quince años se han transformado en superestrellas en su propio país. Sus personalidades han cambiado, y creo que su arte carga con las consecuencias.
Desde hace varios años, se conoce su interés y entusiasmo por el coleccionismo de arte cubano. ¿Ha penetrado, una vez más, en un territorio “oscuro”, en un mercado apenas conocido?
Descubrí el arte cubano en el año 2002, cuando viajé a Cuba junto a Patricia, en un viaje organizado por el Museo Metropolitano de Nueva York. En ese viaje no adquirí nada, aún estaba inmerso en el arte chino y venía a Cuba a conocer el Ballet Nacional, interés de mi esposa. Esto cambió cuando llegué a Nueva York. Me llegó casualmente un email suyo interesándose por el arte chino actual. Comenzamos usted y yo a intercambiar y, un mes después, le pregunté el correo electrónico de un artista cubano a quien quería comprarle un dibujo. Sólo un dibujo que despertó una oleada de mi interés. Por eso recalco que usted, Abelardo, es el responsable de mi interés por el arte cubano y, desde hace diez años, no sólo curador de mi colección, sino maestro, amigo, confidente y siquiatra.
Cuba es el vecino geográfico más cercano a los Estados Unidos, y el arte de la Isla es poco reconocido allá. ¿Por qué ocurre esto?
La razón principal es política. No quiero hablar como un político pero deseo con esperanza que ambos países junten sus voluntades respectivas para un entendimiento en este siglo xxi.
Usted comenzó coleccionando dibujos. Muy pronto incluyó óleos, esculturas, instalaciones. ¿Qué sugerencias haría a coleccionistas que apenas comienzan?
Siempre adquiera la mejor obra por la cantidad de dinero de que dispone. Éste es un viejo problema para los coleccionistas. Primero fíjese un presupuesto. Después, imagine cuánto más puede gastar. Personalmente, me gusta comenzar con “los pies secos”, por el dibujo. Un gran dibujo es siempre una gran obra. Los coleccionistas que comienzan hacen lo que denomino el error de la velocidad. Si vas lentamente, nunca incurrirás en un irreparable error de presupuestos. Cuando te sientas cómodo, y con la ayuda imprescindible de un curador o galería, entonces puedes “dejarte llevar” por más.
Como coleccionista, sus ojos se acostumbraron al arte modernista de los Estados Unidos, después al arte chino actual y luego al arte cubano. ¿Cómo es posible para un coleccionista comprender o entrar en tan diversas sensibilidades estéticas?
Son todos espacios discursivos distintos y el ojo del coleccionista debe ser flexible. Debe aprehender las perspectivas históricas del arte.
¿Se auxilia de bibliografía, o compra por “instinto”?
Leo mucho, voy a subastas y pregunto mucho más. Pero sé escuchar las reacciones de mi instinto. Por ejemplo, cuando me enseñaron arte cubano contemporáneo, comprendí que era probablemente el secreto mejor guardado del mercado de arte internacional.
Muchos compradores, especialmente norteamericanos, llegan a La Habana y efectúan compras “masivas”. Usted, por el contrario, podría ser caracterizado como un coleccionista “holístico”: alguien que hace compras muy específicas después de un intenso proceso de discusión con el curador.
Cuando las personas me preguntan cuántas obras poseo, regularmente les pregunto por qué. ¿Acaso eso importa? Cuando vendí las obras del modernismo norteamericano, eran ocho piezas, verdaderas gemas. Todas fueron adquiridas por museos. He visitado casas donde el arte apenas deja espacio entre piso y techo, sin embargo buscas una obra maestra... y no hay. El arte es siempre acerca de la calidad, de su valor cultural.
Siempre prefiere buscar las obras escondidas literalmente bajo la cama, llenas de polvo, más que las nuevas aún olorosas a acrílico. ¿Por qué?
Me gusta la historia de una pieza, su procedencia, tener un rango de piezas del mismo artista. Fabulosas obras tempranas, quizás cuando eran estudiantes del ISA (Instituto Superior de Arte), que de las fábricas recientes. Me gusta que mi colección sea de obras “clásicas”. Los artistas cubanos saben que comienzo por las obras “viejas” y luego me intereso por las nuevas. Pero cada coleccionista tiene su estilo, su propio “libro”.
Ha expresado que “el mayor problema encontrado es que no existe reconocimiento internacional del arte cubano”. ¿Qué pasos recomienda a las instituciones artísticas de la Isla para difundir el conocimiento sobre el arte desde el siglo xix?
Creo que las instituciones cubanas tienen un enorme recurso natural en su arte. De todos los géneros: pintura, fotografía, música, literatura. Pero es un tesoro oculto. Mientras más literatura acerca del arte sea publicada en español e inglés, más reconocimiento habrá. Las personas conocen nombres como Warhol, Picasso, y pueden hasta conocer nombres de artistas chinos. El conocimiento internacional del arte cubano está en su infancia aún, el arte cubano debe ser más promovido.
Después de su entrevista para Art Nexus, la Colección Farber patrocinó una página publicitaria celebrando las tres décadas de la exposición Volumen I, ocurrida en enero de 1981. ¿Qué lo motivó?
Porque esos once nombres de los artistas participantes eran y son los pioneros del arte cubano actual. Sólo un puñado de personas conoce sus nombres. Puede que en Cuba sea distinto, pero en los Estados Unidos no se conoce su verdadera contribución a la escena artística cubana. Yo no estaría coleccionando arte cubano de no ser por este evento. Personalmente, creo que les debemos todo. Y deseaba felicitarlos por el 30 aniversario de un momento que hizo historia.
¿Ha encontrado similitudes conceptuales entre el arte chino y el cubano, considerando especialmente que ambos surgen en países denominados comunistas, de modo oficial?
Encontré que las obras tempranas, chinas y cubanas, eran muy políticas, como si los artistas boxearan con las autoridades. Sin embargo, con el paso del tiempo se vislumbran los verdaderos valores de las propuestas y los estilos cambian, tanto como hace el artista como individuo. Siento que en China se sabe perfectamente que el arte actual es uno de sus grandes productos exportables. Tengo la sensación de que las autoridades cubanas vislumbran también este hecho. Veremos en el futuro cómo estimulan a las industrias culturales de la Isla.
Su colección cubana ha estado presentándose en museos a lo largo y ancho de los Estados Unidos. ¿Cree que el coleccionista también se implica en el papel de puente transnacional entre culturas diversas?
Es mi honor y un deber compartir y educar a otros en lo que yo aprecio. La colección Farber ha viajado por los Estados Unidos y Canadá, y ha retornado a mí. Trabajo ahora en una nueva exposición de la colección completa. Me encantaría presentarla en La Habana, y después en Nueva York. En un circuito que incluyese La Habana, dos espacios en los Estados Unidos y en seis ciudades de Europa, Asia, América Latina. Me llevará tiempo lograr esto pero ya he comenzado.
Usted produjo el primer libro sobre la colección Farber: Cuba Avant-garde, junto a la Universidad de Florida Press, en el año 2007. Ahora está inmerso en un nuevo tipo de publicación. ¿Podría hablarnos de este proceso?
He adquirido tantas obras nuevas desde el libro y la muestra Cuba Avant-garde que es necesario crear otro libro, y una nueva exposición. Como la muestra estará limitada a un puñado de sitios exclusivos, estamos creando un nuevo sitio web que muestre todas las obras de la colección. Junto a otros contenidos informativos, como modo de crear conocimiento sobre el arte cubano en general.
El pasado año, su esposa y usted crearon una fundación privada, Fundación Cuba Avant-garde, para financiar proyectos de entidades no lucrativas de los Estados Unidos que estuvieran enfocadas en la cultura y el arte cubanos. La primera ronda de financiamiento concluyó en octubre. ¿Qué resultados se han logrado hasta el momento?
Ha sido muy reconfortante crear y trabajar en la Fundación. Recibimos 90 proyectos de entidades no lucrativas norteamericanas. Seis fueron seleccionados para su financiamiento. Apoyamos el viaje de bailarines del Nueva York City Ballet al Festival Internacional de Ballet de La Habana. Financiamos el viaje y desplazamientos de Arturo O’Farrill por Cuba, junto a la Chico O’Farrill Jazz Orchestra. También apoyaremos un simposio sobre arte cubano, la residencia de un artista cubano en un colegio de arte del Noroeste, un filme sobre arquitectura cubana, y la presentación de una compañía folklóricaen la Academia de Música de Brooklyn, en Nueva York. [Más detalles en: http://fundacioncag.org/article_first_round_grant_funding.html]
Justamente una semana atrás, la administración Obama levantó varias prohibiciones sobre los viajes de ciudadanos norteamericanos a Cuba con licencias culturales y religiosas. ¿Piensa que Obama está en el camino correcto para mejorar las relaciones de los Estados Unidos con Cuba?
Ciertamente Obama tiene varias opciones sobre su mesa. Esperanzadoramente, él sería quien cruzara el puente con el gobierno cubano y cambie la vida de millones de personas en ambos países.