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El disfrute de la perdida inocencia
04December
Artículos

El disfrute de la perdida inocencia

Como James, con otra vuelta de tuerca, Anne Cauquelin vuelve una vez más al arte. Ahora con una nueva edición revisada y puesta al día de Las teorías del arte que trae el mismo afán de demostrar –tal y como reza la nota de contraportada– que “nadie llega inocente ante una obra de arte”. Para ello, la directora de La nouvelle revue d’esthétique regresa al terreno de las conceptualizaciones y lo abona con prácticas, principios, saberes varios y reglas.

 

El conjunto está dividido en dos partes, cada una con dos capítulos que tienen como preámbulo una pregunta: “¿Qué entender por ‘teorías del arte’?” Que nadie crea que encontrará un agotado mecanismo explicativo de lo que parece obvio y repasado. En cambio, lo que se ofrece es un acercamiento a la utilidad de la acción teórica en el terreno del arte y sobre cómo esta se articula a la preocupación de la obra. Las maneras en las que todo lo anterior se manifiesta es propósito declarado de esta edición.

 

Anne Cauquelin, profesora emérita de Filosofía Estética, contaba en una entrevista, en 1999, concedida a Thierry Paquot, profesor del Instituto de Urbanismo de París, que ella había llegado tarde a la Facultad –en los años 70– y que había estudiado con “intermitencias” varias (si consentimos en llamar así, sin ambages, a la maternidad, el matrimonio, las separaciones).

 

No es una “tardanza” –que obviamente le hizo después avanzar a grandes pasos– lo que prevalece en sus abiertas reflexiones sobre Las teorías de fundación y la necesidad de “refundaciones” posteriores y continuas que revalúen aquellas y las mantengan en reconstrucción y movimiento permanente. Y donde deja muy en claro que lo más antiguo no es necesariamente lo más y verdaderamente fundador.

 

Cauquelin comienza por Platón quien se acercó al arte episódicamente. Ella esboza el camino especulativo de este filósofo inscribiéndolo en las llamadas teorías ambientales.Su análisis del doble discurso platoniano generador de un ambiente donde la espiritualidad, lo inteligible y la belleza se mezclan para arrojar la luz del arte sobre la humanidad da paso al análisis de arte como síntoma de Hegel. Las Lecciones sobre estética de este pensador las considera un período, un momento del encaminamiento del espíritu hacia el saber y las cataloga como punto de conexión con la preocupación contemporánea de quienes se preguntan sobre la muerte del arte.

 

El halo romántico, el mito griego, el espíritu del Nietzsche de El nacimiento de la tragedia, su admiración por el mundo clásico y por Schopenhauer, los orígenes y sus regresos como entes que permanecen más acá o más allá de la obra de arte y que reclaman sean tenidas en cuenta las condiciones de la producción artística, son los ejes conclusivos del capítulo I de la parte primera. Allí se muestran algunas teorías ambientales que han esbozado una cartografía, un paisaje donde el arte encuentra sitio.

 

El capítulo II de esa misma parte, se desplaza hacia los predios de las teorías conminativas que sitúan el medio en que se producen las obras, el público y las actividades que de ella se generan como vitales para la existencia de la obra en sí. Muy lúcido es su análisis de La Poética de Aristóteles de quien esta profesora siempre reverencia su interés en lo concreto y su casi constante ejercicio de la doxa, así como los límites que ponía el filósofo al ejercicio de la doxa misma.

 

La utilidad de herramientas como la taxinomia, las metáforas, las analogías, y los modos de exploración en materia de conocimiento del arte de Kant encuentran aquí defensa. La senda de recorrido se cierra con reflexiones acerca de la que considera una de las últimas teorías de fundaciones: la Teoría Estética de Adorno, como gran contribuyente a la formación del sitio estético contemporáneo en tanto sujeto criticado, interpretado, resumido y amalgamado que ha marcado la concepción de lo que debe ser (o no ser) la obra de arte y su comprensión.

 

El significado de estas prácticas como “rumor teórico”, cargado de mezclas, es divisado concienzudamente como cúmulo de experiencias que participa activamente del mantenimiento y conservación del sitio artístico. Es importante recordar que la misma Cauquelin había definido anteriormente el “sitio” como aquello que se encuentra en la intersección del lugar y el espacio, no siendo ni uno ni otro, sino una suerte de híbrido.

 

La segunda parte de este conjuntose inaugura con un recurso explicativo sobre las teorías de acompañamiento, entendidas por tales aquellas teorizaciones secundarias que acompañan al arte en sus manifestaciones proponiendo explicaciones sobre los fenómenos artísticos en general, trátese de una obra o un movimiento en particular. Estas acciones, secundarias no en importancia sino porque secundan, asisten, acuden en auxilio, son reagrupadas en dos ejes. Uno tiende a interrogar sobre el sentido de las obras y del trabajo artístico y el otro se encamina hacia un cuestionamiento de la organización de signos a través de los cuales las obras se manifiestan y se especifican como tales.

 

El aparato teórico en este capítulo elabora propuestas sobre la preocupación de “comprender” y en torno al eje hermenéutico y sus alcances. Revelador es una vez más el ciclo que Cauquelin establece en torno al arte como juego y la confrontación permanente de sí y del otro, del ser y del tiempo. El juego que no existe sin jugadores y donde ambos se transforman dentro de esa participación activa lúdica alcanza su cumbre efectiva en una interpenetración, en un juego que sólo es verdadero en el momento en que se realiza.

 

La verdad del lenguaje que habla desde la obra de arte, su interpretación haciéndose palabra, abriéndose camino a través de metáforas que conforman nuestras constantes representaciones, conducen a la filósofa tanto por el devenir de la obra de Dufrenne como tras los pasos de los diálogos entre espectadores y cuadros a la manera en que Duchamp los pensaba. Alusiones analíticas e históricas, interpretaciones del enigma, derivaciones semióticas quedan reunidas en el resto del capítulo.

 

El cierre está dedicado a aquellas prácticas teóricas concebidas después de las obras de arte o casi como un discurso simultáneo, que buscan dilucidar el enigma en los terrenos de los museos y las teorías de los Salones de arte, los efectos de las tecnologías y los lugares comunes.

 

Estos ensayos reúnen en sí una buena parte de lo que queda inscrito –o no– en el panteón de la memoria, las construcciones del imaginario, el resultado del pensamiento que se forma al contacto con la práctica y que, para decirlo con palabras de la propia autora, se afilian una vez más a “nuestra inquebrantable creencia en el arte”.

 

Anne Cauquelin:Les Théories De L’art, Quatrième édition mise à jour, Presses Universitaires de France, Collection Encyclopédique Que sais-jais? Mars, Paris, 2010.