El artista mexicano Rafael Lozano-Hemmer vuelve a la Bienal de La Habana –después de haber sido invitado en el 2000 a la séptima edición– con una propuesta verdaderamente capaz de tocar la sensibilidad del espectador, un proyecto que, como muchos otros de su autoría, se aleja de la grandilocuencia, del barroquismo; una pieza que mediante un lenguaje minimal, apoyado en el empleo de medios tecnológicos, logra conmover al visitante.
Lozano Hemmer(Ciudad de México, 1967)trabaja con intervenciones e instalaciones interactivas en espacios galerísticos o públicos. Emplea la robótica, proyecciones, sonido, conexiones de Internet y celular, sensores y otros elementos. La importancia de la comunicación y de la relación con el público marcan la tendencia de toda una obra que tuvo sus comienzos en programas de radio artísticos y culturales, así como en el terreno de las performances o acciones, el teatro y la danza "tecnológicos".
AxE Newstuvo la oportunidad de conocerlo, y de dialogar, en el día final del montaje de su pieza en el Gran Teatro de La Habana, una de las sedes del evento…
«Último suspiro –la pieza que presento en la Oncena Bienal– es un retrato biométrico. Se trata de un aparato robótico que es un fuelle, como una especie de acordeón, que está ´respirando´ constantemente, diez mil veces diarias, que es más o menos el ritmo de un ser humano en reposo cada día, y también suspira 168 veces. Este fuelle está conectado por medio de un tubo hospitalario a un cartucho, a una bolsita de papel estraza. En esa bolsita de papel estraza le pedimos a un participante que soplara, inmediatamente lo conectamos al aparato, y ahora su aliento, su suspiro, se queda circulando en la máquina para siempre. Incluso después del fallecimiento de la persona su aliento puede estar circulando en la máquina constantemente.
«No se escucha muy bien aquí, pero hace un sonidito, el crujido del papel estraza, pero también el sonido del fuelle, como una especie de acordeón. Me gusta esta máquina que de alguna forma intenta capturar un momento efímero, que es este aliento, esta vida, intentando mantenerla en funcionamiento.»
El origen
«Esta es una pieza inspirada por el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, específicamente por la novela La invención de Morel, donde se narra la existencia de un aparato que captura la presencia humana, y luego la vuelve a proyectar en el espacio real. Este ha sido uno de los temas recurrentes en la literatura y las artes visuales, cómo detener un momento y reproducirlo a futuro.
«A mí me gusta mucho utilizar, como en este caso, tecnologías de respiración asistida para intentar dar después un momento más romántico, poético, un poco absurdo incluso, de lo que es la utilización de estas máquinas y cómo podemos hacer para pensar sobre el momento en el que vivimos. El número que marca la pieza es la cantidad de veces que el artefacto respira y expira.»
Omara Portuondo
«Para Cuba la pregunta era a quien representar en el cartucho. En la primera de estas obras yo quería poner a mi madre, me parecía medio retorcido de repente, de hecho mi mamá falleció, y era como muy perverso mantenerla con vida. La pieza entonces resulta una especie de retrato.
«En la Oncena Bienal se nos ocurrió trabajar con Omara Portuondo porque hasta cierto punto este proyecto es un proyecto inútil, romántico, y no hay nada más romántico que Omara. Es la voz de Cuba, su aliento ha estado en todas partes. Es una señora que tiene mucho que decir, lo dice en todos los idiomas, con todo el sentimiento. Un verdadero personaje encantador. Creo que aunque sea una diva tiene una actitud totalmente moderna, contemporánea, relajada, informal, por lo menos en lo que me constó a mí. Entonces, en el caso de Cuba, el retrato es de Omara Portuondo, y la instalación incluye una pequeña pantalla que la muestra respirando en el cartucho, lo que nos ayuda de alguna manera a cerrar la obra, y quizás a hacerla un poco más comprensible al espectador.
«Esta pieza es considerada por algunos una propuesta un poco lúgubre. A mí me parece un inútil intento de capturar el instante. El cartucho en México tiene muchísimas connotaciones simbólicas, y entiendo que también en Cuba. Me estaba contando Carlos Garaicoa que aquí el cartucho tiene esa asociación con los bienes, con los alimentos. Me gusta haber desarrollado esta pieza pensando en México, pero que ya en Cuba tenga otras resonancias. Eso es lo bonito de hacer este tipo de obra, que al final tienen vida propia.»
La Bienal de La Habana
«Aunque he estado la mayor parte de tiempo ocupado en el montaje, estoy muy entusiasmado de ver las obras. La última vez que estuve, en el año 2000, no tuve oportunidad de visitar suficiente las exposiciones, pero esta vez sí. Ya estoy a punto de terminar y dedicarme a ello básicamente. Me interesa mucho que haya una selección de artistas muy consagrados, mezclados con otros que de verdad no conozco. He tenido la fortuna de estar en muchísimas bienales: Venecia, Estambul, Shanghái, Liverpool, Sidney… Y la Bienal de La Habana es quizás la única que verdaderamente me introduce artistas nuevos, porque muchos de los eventos en los que participo siempre somos los mismos, y aunque respeto muchísimo el trabajo de mis colegas más establecidos me gusta venir aquí, porque siempre me encuentro a alguien que me conmueve o me sorprende.»