Texto e imagen: Kaloain Santos Cabrera
El inmenso y gigante trovador Daniel Viglietti acaba de morir. Sus canciones estuvieron siempre cerca. Daniel, desalambrando, siempre en la trinchera con su guitarra y su canto de lado de los desposeídos. Personalmente es parte de la banda sonora de mi infancia, cuando mi viejo lo ponía en su tocadisco. Muchos años después lo vi en vivo en Casa de Las Américas, en La Habana. Entonces lo abracé y se me pusieron los pelos de punta ante tanta humildad y grandeza.
La última vez que lo vi fue en abril de este año, en Buenos Aires, cuando apareció en la Escuela Itinerante que los docentes argentinos levantaron frente al Congreso para defender sus derechos. Daniel, a guitarra limpia, como hace 20 años atrás cuando también cantó en una carpa similar, se subió en un improvisado escenario para cantar. Hasta la victoria SIEMPRE, maestro:
A desalambrar
(Daniel Viglietti)
Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que esta tierra es de nosotros
y no del que tenga más.
Yo pregunto si en la tierra
nunca habrá pensado usted
que si las manos son nuestras
es nuestro lo que nos den.
¡A desalambrar, a desalambrar!
que la tierra es nuestra,
tuya y de aquel,
de Pedro, María, de Juan y José.
Si molesto con mi canto
a alguien que ande por ahí
le aseguro que es un gringo
o un dueño del Uruguay.
[Si molesto con mi canto
a alguien que no quiera oír
le aseguro que es un gringo
o un dueño de este país.]