Skip to main content
Un tejido expositivo con genuinos imaginarios
19December
Artículos

Un tejido expositivo con genuinos imaginarios

Lejos de intentar aquí una evaluación general de la presencia y el comportamiento de cuanto se integra en la actual Bienal de la Habana; ni tampoco juzgar lo pertinente o no de su puesta en actos dentro de una circunstancia muy difícil para la vida cubana; estas notas -más a modo de reflexión escueta que de analítica crítica intelectual- sólo intentan reconocer los méritos de un proyecto expositivo armado dentro del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, en edificio situado en una de las esquinas de la Plaza Vieja del Casco Histórico habanero. Los jóvenes y capaces curadora y co-curador de ese conjunto de ofrecimientos artísticos para la mirada sensible y la mente abierta, Yanet Oviedo y Ariel Baró, construyeron un intenso panorama plural de expresión, donde los imaginarios vernáculos de etnias y nacionalidades tercermundistas aparecen asumidos mediante operatorias estéticas inherentes a nuestra época, aunque todo en una “gran madeja” que decidieron nombrar a partir del conocido calificativo histórico chino: Los otros caminos de la seda. 

 

Los otros caminos de la seda 

 

Como un gesto de fidelidad a la etapa originaria de la ya modular bienal nuestra, ambos gestores de la exhibición reconocen explícitamente la importancia que tuvo, sobre todo desde el referido evento segundo de 1986, la inserción del tejido de base indígena o tradición renovada como materia y técnica para una reformulación nueva en claves escultórica, instalativa, performántica, combinatoria y hasta de environment y arte-objetual, que en algunos casos recurre a lo utilitario y simbólico, tornándolos “textos e inter-textos” de singular naturaleza artística. El género textil, en versiones renovadoras y hasta sincretizado con materiales y procedimientos de otros géneros, es quien reina en cuanto se muestra. Y debe decirse que semejante enfoque curatorial nos remite a uno de los cuatro aportes cardinales que proyectó hacia el mundo aquella primera etapa  de la Bienal de la Habana, es decir: la recurrencia en lo artesanal y las culturas populares como recurso auténtico para una diversificación sorprendente de los lenguajes del arte; el rechazo consecuente de los estereotipos y las escalas de valor impuestas por la neocolonización y el mercado transnacional; la concepción lúdica del enlace funcional entre autor y receptor; además del trabajo en colaboración y a manera de talleres pluridisciplinarios o con participación del público. 

Cuando uno recorre los espacios del inmueble colonial convertido en ámbito de una estructura de niveles físicos escalonados, que son asimismo campos de significación terrenal y mítica (lo ancestral y memorial más lo astrológico, los nexos entre poderes y sus signos, el suceder histórico implícito en referentes comunales, y esa fuerte impronta del medio natural en la percepción y las fantasías) advierte que se ha querido configurar un ambicioso “universo” de entrecruzamientos, fusiones y connotaciones de lo humano disímil por geografía y códigos de exteriorización. La imagen corpórea, el evento o la ambientación tomados de ritualidades y sitios sacramentales, trajes desprovistos de su uso para quedar como “fetiches” de contemplación, ese suceder cotidiano que adquiere atributos reveladores sobre los seres que lo protagonizan, e igualmente determinados artefactos y emblemas que en su factura portan indicadores claros de la “cultura de la pobreza” inundan con sus raigales y maravillosos significantes los dos pisos principales de la institución que les sirve de asidero temporal.

 

Los otros caminos de la seda 

 

El hecho de que la bienal se haya tenido que hacer con lo que se ha podido y a veces como se ha podido, y que el Centro de Desarrollo no pueda contar con la iluminación y otros medios que facilitarían una más dinámica consecución del diseño articulador de tanto hacer, no impidió que ahí se nos mostrara la riqueza y calibre de lo a la vez verdadero, sencillo, poético, filosófico, visceral y trascendente. No dudo al afirmar que de lo que he podido ver de toda esa avalancha de propuestas, ejecutorias y hasta “cosas” vacías establecidas en esta bienal, Los otros caminos de la seda constituye uno de los aciertos de sentido y apego al espíritu de afirmación de lo propio que dio vida inicial a esta suerte de explosión de arte desatada cada dos o tres años.

Tanto en esas singulares “escenografías exentas” como en las piezas y “objetos” que fueron descargados de su utilidad, para poder actuar en el plano de la producción simbólica y la polisemia de los discursos estéticos, perviven fuerzas telúricas y rasgos de identidad inherentes a contextos nativos de naciones que -en algunos casos- son multinacionales; y que se manifiestan culturalmente marcadas por esa simultaneidad de tiempos diversos que Alejo Carpentier consideraba entre las características de su noción de lo “real-maravilloso”. Todo ello les otorga una trascendencia nacida de lo genuino, y de hecho evidencia cómo lo artesanal tradicional múltiple suele transfigurarse en arte único, diferenciado, abierto y dialógico...a la inversa de las realizaciones artísticas (incluso de las apodadas “contemporáneas”) que por obra y gracia del destino mercantil previsto se convierten en artesanías iteradas de nuevo tipo. 

 

Los otros caminos de la seda 

 

La exhibición que comentamos es portadora de mucho bien logrado, sobre todo en lo generado por autores de países con legítima y mantenida influencia de la Pachamama en el estilo de vida y la imaginación de la gente; e igualmente entre quienes logran ir más allá de la cáscara visual de lo fabricado, para desenterrar verdades de la herencia étnica y movilizar la conciencia en pos de decirnos lo viejo y lo nuevo entrañablemente articulados en la magia de la expresión sincera y libre. Así descollan las ejecutorias, en mayoría por colaboración, de algunos autores de Nuestra América continental y de asiáticos… que toman lo iconográfico, técnico y formal-cromático de los referentes originarios, dándoles otro carácter, criterio formativo, filiación evocativa y función según preocupaciones existenciales y tendencias actuales de la cultura visual. Es la vitalidad y valor de lo contenido en Los otros caminos de la seda, en lugar de esos lógicos e inevitables desniveles de personalidad y aportación que coexisten, lo que es justo y adecuado exaltar.

Entramado en esa mezcla inusitada de arte y no-arte, alturas de profesión y hechuras pedestres, atinada proyección social-comunitaria de lo artístico y equívoca inclusión de productos estetizados de corrientes comerciales “contemporáneas”, fecundas búsquedas y espectacularidad banal, rupturas coherentes y convenciones generalizadas, el proyecto expositivo que aquí se aconseja contemplar consigue colocarse dignamente dentro de la bienal también devenida costumbre local, festín y punto internacional de confluencias.

 

Los otros caminos de la seda