La ciudad, signo de la vida e imagen de la muerte.
(Paráfrasis de Luz y Caballero)
Los artistas latinoamericanosy europeos invitados a la exposición Cartografías disidentes (2007-2009), auspiciada por la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España (SEACEX), en colaboración con otras instituciones, fueron Antoni Abad, Glòria Martí, Minerva Cuevas, Alexander Apóstol, Mario Navarro, Carlos Garaicoa, Carmela García, Itziar Okariz, Grupo de Arte Callejero, y Hannah Collins.
Como resultado de los proyectos y de la exposición itinerante a que dio lugar, la SEACEX publicó en el 2008 un excelente libro-catálogo, material voluminoso contentivo de textos de críticos e intelectuales reconocidos, entre los que vale destacar ese eterno iconoclasta de los tejidos sociales y culturales latinoamericanos que es el recientemente fallecido escritor mexicano Carlos Monsiváis. Los textos se complementan con un amplio material gráfico que expedienta cada uno de los nueve videos del proyecto, recogidos éstos en el DVD que acompaña el volumen.
Como bien dice la nota de presentación firmada por los editores: “La presente iniciativa refleja una sugestiva mezcla entre arte y realidad, en este caso a través de un diálogo activo entre varios autores y otras tantas ciudades iberoamericanas reflejadas en su discurrir cotidiano por los documentales de aquellos”.
Los artistas generaron videos que, en el subterráneo de la conducta social, tuvieron como pretexto y/o escenario un grupo de ciudades representativas de Iberoamérica, documentadas en un recorrido calidoscópico, cuyos títulos y urbes fueron Del otro lado de la ciudad (Abad-Martí) en São Paulo; Cartografía de la disidencia (Cuevas) en México D.F.; Ghost city (Apóstol) en Caracas; El punk triste (Navarro) en Santiago de Chile; El año de la rata (Garaicoa) en La Habana; No pisar el césped (García) en Madrid; Bilbao (Okariz) en la ciudad homónima; El juego de la vida (Grupo de Arte Callejero) en Buenos Aires; y La Mina (Collins) en Barcelona.
Estos eventos artísticos son portadores de nuevas preguntas y reflexiones, en una constante provocación protagonizada por personas, espacios, palabras, silencios. Cada intervención singulariza el quehacer del artista –o de los, porque se trata siempre de un trabajo de equipo–, asociado a un tema o experiencia de indiscutible fuerza y complejidad, como parte de la ciudad de su elección. Quisiera detenerme en algunos de estos documentos, provocadores en sí mismos, independientemente de su vocación estética y temática.
Del otro lado de la ciudad, realizado por el binomio Antoni Abad-Glòria Martí, se desarrolla en São Paulo, con el tema de los motoristas que circulan anárquicamente como expresión de sobrevivencia económica y rebeldía en un conjunto urbanístico de más de veinte millones de habitantes, los motoboys, que transportan pasaje en esa megalópolis densamente poblada y saturada de tráfico. Los titulares de los diarios, con más vocación de prensa amarillista que de reclamo social, nos recuerdan la violación de las leyes al circular audazmente entre los autos, y cómo ese estilo suicida cobra la vida de numerosos motoristas. El signo de vida de la gran ciudad que representan los motoboys burlando la velocidad y los espacios establecidos se contrapone con la imagen de la muerte de los chóferes que pugnan en la aventura de probar su valor para garantizar el diario sustento, teniendo como telón de fondo de su drama la cordillera de los grandes rascacielos.
Hannah Collins eligió el barrio marginal La Mina (que da titulo a la obra), en contraste con la opulenta Barcelona, el mayor centro económico de España, para revelar un lugar más donde el tercer mundo trata de sobrevivir en un primer mundo que los ignora y repele. La mayor parte de la población de La Mina la constituyen migraciones de gitanos procedentes de Andalucía, todo lo cual nos lleva a una lectura que ha alcanzado nuevos cotos de actualidad en la rica y civilizada comunidad europea de hoy, donde los gitanos comienzan a ser expulsados de Francia y otros sitios, con el agravante de que no se trata de nómadas procedentes de Rumania o Hungría, sino de la propia España, igualmente perseguidos, olvidados y exiliados en su tierra.
En el abordaje de otra gran megalópolis como es el D.F. mexicano, Minerva Cuevas, en su Cartografía de la disidencia nos conduce a descubrir, como en múltiples espejos, las emergencias ideológicas que reflejan las palabras y los símbolos. Banderas, telas, carteles, pancartas de todo tipo, graffiti, donde en las múltiples protestas, mítines, manifestaciones, se refleja la rebeldía de los sectores más populares de una sociedad, y se pueden entremezclar la Coca Cola versus la Cooperativa de Trabajadores, o viviendas hechas de materiales reciclados, con otras diversas manifestaciones de la acción ciudadana.
En la necesidad de forzar el límite de la identidad, está Carmela García con No pisar el césped. El tema de que “los mapas, los lugares, las ciudades, somos nosotros”, ya sea en Madrid o en otro sitio, sintetiza el drama de todos los convocados en la grabación, uno de los protagonistas nos da una clara imagen de ese desarraigo: “puede cambiarse de ciudad, pero no puede cambiarse de pozo”.
El barrio chino de La Habana, con más de siglo y medio de existencia en su época de mayor actividad, sólo era comparable en el hemisferio occidental con su igual de San Francisco, California. Hoy, Carlos Garaicoa nos muestra las ruinas y sobrevivientes de su pasado, y los signos de los nuevos tiempos, de lo falso y lo auténtico, sus contradicciones y representaciones. En su video-documental El año de la rata, Garaicoa va sobre sistemas e individuos que nos rebela llenos de interrogantes.
De los videos que fueron de mi preferencia, tal vez por asociaciones literarias y personales, están el de Mario Navarro, El punk triste, la reconstrucción de la “educación sentimental” de toda una generación marcada por los años de la dictadura pinochetista en Santiago de Chile; y el de Alexander Apóstol, Ghost city, un retrato íntimo de los fantasmas particulares, familiares, de Caracas, desde sus sectores más populares, hasta su clase media alta, donde sirven como set las casas de diferentes urbanizaciones y barrios caraqueños.Ya sea en Las Acacias, Pinto Salinas, Vista Alegre, Palos Grandes, el panorama incluye lo mismo Colinas de Bello Monte, que Petare, fantasmas urbanos, reflejos del boom petrolero y constructivo de los años cincuenta del pasado siglo, que transformó con nuevos signos de poder todo el orden del espacio y el tiempo en la otrora “ciudad de los techos rojos”.
Esas “otras” lecturas urbanas en tanto miradas diferentes, forman en el imaginario individual las “ciudades paralelas”, que son la ciudad “real”, la ciudad “formal”, la ciudad “literaria”, la ciudad recreada por los ojos y las manos del artista, la que se soñó o vivió, la de cada tristeza y cada alegría, la nocturna, la del alba, la del mediodía severo, con nuestros muertos entrañables y los interlocutores cotidianos, la ciudad personal y la ajena, la que se recuerda y cómo se recuerda.
La calle siempre habitada y lo que es más decisivo: el sonido de la rutina y de las conversaciones, el vacío de los silencios, se abren en sus balcones, en sus portales, azoteas, techos, fachadas recortadas a lo lejos, ventanas, claves obligadas en el recorrido visual.
La Historia con mayúsculas da forma a la bitácora urbana de cada quien. Como diría Günter Grass, “la vida privada está siempre interrumpida por el quehacer histórico”. Ahora reparo en la dramaturgia de estas imágenes, donde en el contexto de avenidas, rascacielos, barrios marginales, terminamos celebrando los cuerpos. Estas escrituras comienzan para concluir en la ciudad, que son los cuerpos.
Desde nuestro presente miramos esas zonas que nos observan desde su pasado. Como bien especula Beatriz Sarlo “Tocar la ciudad equivale a alcanzar un territorio que ha sustentado muchas de nuestras invenciones. Pero, y casi siempre en primer lugar, la ciudad es la escena por excelencia del intelectual, y los escritores, tanto como su público, son actores urbanos”. Al entrar a esos territorios, juegos y vivencias comentados, convertimos a los receptores en cómplices de primera fila.
Éstas son las cartografías del poder y de la resistencia individual, de la rebelión y de las derrotas, en el ámbito de las estructuras del sistema que rige cada conjunto urbano. Donde cada artista existió en la recreación del video y de sus experiencias profesionales, nutridas por su voluntad de estilo, en la búsqueda de otros mundos, percepción de lo que es cotidiano e invisible, y que no acostumbramos a advertir o no queremos confrontar.
El Vedado, octubre del 2010
Cartografías disidentes, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España (SEACEX), Barcelona, 2008.