Pertenecer a la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana (GTH) supone una enorme responsabilidad. Habitar la más antigua institución teatral activa de Latinoamérica con un programa anual de ballets, óperas, zarzuelas e invitados nacionales e internacionales es un camino plagado de desafíos.
La historia de la orquesta está indisolublemente ligada a la fundación del inmueble en 1938. En esa época acompañaba las temporadas de óperas, los bailes de época, las fiestas de sociedad, los carnavales y todo tipo de espectáculo que se presentara en el teatro. En 1961 ofreció conciertos y acompañó representaciones de zarzuelas en el teatro Payret. No es hasta 1962 cuando se constituye oficialmente como Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana, bajo la dirección de su fundador, el maestro Félix Guerrero, estrenando junto al Teatro Lírico la zarzuela Luisa Fernanda y la opereta La princesa de las Czardas.
Con Coppelia comenzó su colaboración con el Ballet Nacional de Cuba, que en 1965 pasó su sede al GTH. A partir de ahí ha participado en los veintiséis Festivales Internacionales de Ballet de La Habana. Acompañó al Ballet de Bucarest con la dirección musical del maestro Tailescu; al Kirov, de Leningrado —hoy Teatro Mariinsky de San Petersburgo—; a la Ópera de Leipzig; y más recientemente al Royal Ballet de Londres, al Ballet Español de Cuba, al Ballet de Camagüey y a Acosta Danza.
Ha trabajado con numerosos directores extranjeros: Daniel Capps (Inglaterra), Jean Paul Penín y Nathalie Marín (Francia), Yoshikazu Fukumura (Japón), Richard Bonynge (Inglaterra), Walter Gugerbauer (Austria) y con maestros cubanos como Rodrigo Prats, Enrique González Manticci, Manuel Duchezne Cuzán, Elena Herrera, Rembert Egües y Enrique Pérez Mesa. Ha colaborado también con Frank Fernández, Omara Portuondo, Polito Ibáñez, el grupo de rock inglés Simple Red, el francés Florent Pagni y el cantante y compositor canadiense Rufus Wainwright.
Nuevo director titular
Desde 2015 y gracias a la dirección del Maestro Giovanni Duarte, la orquesta ha comenzado un interesante proyecto de desarrollo profesional, enfocado hacia una mayor proyección en el panorama musical cubano y la superación de sus integrantes, en su mayoría jóvenes graduados del sistema nacional de enseñanza artística.
Giovanni inició sus estudios musicales a los seis años como alumno de violín y piano. Después le siguió piano y percusión. A inicios de los noventa ingresó en la Escuela Nacional de Arte para estudiar percusión. Cuatro años más tarde pasó a integrar la nómina de la orquesta como percusionista. Como músico interactuó con Leo Brouwer, Gonzalo Romeu, Roberto Sánchez Ferrer y Guido López-Gavilán, entre otros maestros.
«Estar dentro de la orquesta como músico es fundamental a la hora de pararse frente al resto de los integrantes. Eso te da una perspectiva de cómo el músico percibe al director. Como director no eres un dios, eres un músico más. La diferencia es que tu instrumento son todos los músicos de la orquesta.
»Siempre tuve una deuda con la orquesta del GTH. A ella le debo el ochenta por ciento de mi formación, mi servicio social. Todo lo aprendí allí: la percusión y la dirección. La orquesta del GTH siempre fue la Cenicienta. Todas las orquestas sinfónicas del país están asociadas al Instituto Cubano de la Música. La nuestra, como toca ópera y ballet, está asociada al Consejo Nacional de las Artes Escénicas, donde todo es escena y nosotros somos los músicos. Quedábamos en un terreno de nadie, ninguno se hacía cargo, y la orquesta era solo del teatro. Los músicos que se graduaban del Conservatorio no querían ir a trabajar con nosotros porque teníamos mala fama y el trabajo no era reconocido.
»A finales de 2014 la orquesta se quedó sin director y los músicos me preguntaron
si yo estaría dispuesto a asumir la dirección. Acepté. Era un momento muy difícil, porque el GTH estuvo cerrado por restauración durante tres años. Toda la programación se trasladó al Teatro Nacional, y la orquesta se quedó sin salón de ensayo. Estuvimos ensayando en el Amadeo Roldán, en la Escuela de Ballet y en la Sala Covarrubias. Con esas dificultades muchos de los músicos de mayor experiencia se jubilaron, y los jóvenes se fueron. Cuando asumí la dirección las funciones de ballet se hacían con grabaciones, porque la orquesta no estaba en condiciones de tocar. No obstante, decidí aceptar el riesgo.
»Los músicos pusieron sus esperanzas en mí. Primero reconocer que el trabajo no era mío, sino de todos. Después hacer un buen equipo con los primeros solistas. Luego cambiar el repertorio, borrar la mala fama, lograr que los jóvenes regresaran y que los directores se sintieran atraídos a trabajar con nosotros.
»En el 2015 realizamos pequeños conciertos de ballet y ópera, para mover el repertorio. Desde el primero tuvimos una gran acogida de público. Comenzaron a llegar estudiantes de último año del conservatorio que querían pasar su servicio social con nosotros. Hicimos audiciones. Esto fue solo cinco meses después de comenzar con la estrategia».
La reapertura del Gran Teatro de La Habana
«Dos de los momentos más significativos fueron celebrar los setenta años de vida del maestro Fukumura junto a su amigo Frank Fernández y la reapertura del Gran Teatro el 1ro. de enero de 2016. Por primera vez en muchos años la orquesta comenzó a sentirse parte, y trataron a los músicos como artistas. A partir de ahí seguimos creciendo.
Trabajamos con el Ballet de Camagüey, con Acosta Danza en la premier de la compañía, y con Danza Contemporánea de Cuba en La consagración de la primavera, una de las piezas más difíciles para un director.
»Fue el punto más alto de toda la fase de desarrollo que nos habíamos trazado. Nos hemos convertido en un centro educacional para que jóvenes directores del ISA ensayen sus obras y el repertorio de la ópera que no se estudia en la universidad».