No cabe dudas que dentro del desarrollo y la historia de la música y la danza peruanas hay un nombre de mujer inevitable: Chalena Vásquez. Un prodigio de la etnomusicología, una gestora cultural y activista incansable, investigadora, poeta, productora, cantautora y pianista, maestra... madre.
De formación académica sólida (estudió antropología, economía y sociología) desarrolló una carrera como musicóloga extensísima, sobresalen estudios suyos como “Chayraq! Carnaval Ayacuchano” y “Ranulfo, el hombre” en coautoría con Abilio Vergara en los años ochenta. Produjo también obras sobre el arte popular, con investigaciones sobre las danzas, la música, las fiestas tradicionales, etcétera.
En Cuba se le recuerda por obtener en 1982 el premio de musicología de Casa de las Américas por “La práctica musical de la población negra en el Perú. Danza de Negritos de El Carmen”, publicada por el fondo editorial de dicha institución. Y justamente a Casa de las Américas volvió recientemente sobre el legado de esta admirable mujer, esta vez de la mano de su hijo Kamilo Riveros, quien ha continuado la difusión de su obra tras ya tres años de fallecimiento de Chalena, y que asistiera durante el mes de marzo a las jornadas del Premio de Musicología Casa de las Américas 2020.
Sobre la figura de su madre y el homenaje que se le rindió durante el evento, nos cuenta Kamilo Riveros en exclusiva:
"Regresar a Casa es regresar a Casa, porque la influencia de esta institución y de su planteamiento político a nivel práctico en la cultura de las artes, impactó a Chalena determinantemente. Siempre teníamos el referente de que si Cuba puede, con bloqueo, desarrollarse y ser referente para nosotros, por qué nosotros no luchamos contra viento y marea para dar lo más que se pueda. Entonces estar aquí es reencontrarse con mi madre, con lo más profundo de ella".
Riveros es actualmente director del Centro de Investigación de las artes que lleva el nombre de Chalena, el cual ha creado para tener una institucionalidad que lo respalde en este proceso de difusión de todo su obra.
"Me he dado a esta tarea porque pienso que hay que usar la emoción como energía, y me duele tanto haberla perdido que así la tengo viva. No hay una diferenciación, porque ella me hizo así, me formó para la musicología, yo no sé hacer otra cosa, no sé pensar de otra manera, es así como ella me crió. Entonces, en general, yo creo que la antropología tiene esta dimensión de hablar del otro, pero es mucho más potente cuando la usamos para dar cuenta de nosotros mismos, porque nos obliga a hacerlo con objetividad también y hay justo un nivel donde canalizo el afecto, la emoción, el cariño. Por otro lado, descubro que no había visto todas las dimensiones de mi madre, y ahora me toca –con el privilegio de toda la información que recibí de ella–, darle el lugar que merece. Creo que en la vida todo está integrado, todo conocimiento es situado, por lo que tú enuncias desde donde estás; y si yo tengo la suerte de tener este nivel de detalle es mi responsabilidad el compartirlo, y así es como lo tomo".
Dentro de las artes, el nombre de Chalena es un referente dentro y fuera de Perú, una defensora de la música andina en sus momentos de ostracismo. Una mujer que viajó entre las comunidades, que creó escuelas y escribió sobre el país en que vivió y sus riquezas culturales.
De Chalena, mucho se ha dicho y queda todavía por reconocer, sus amigos la recuerdan "Siempre a contracorriente, se hacía escuchar, lograba mucho con poco apoyo. Y siempre se daba tiempo para escucharte, aconsejarte, enseñarte, animarte, para enseñarte con el ejemplo, que, finalmente, es lo que hace una maestra. Todo el tiempo".