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Quienes vivimos en la Isla de la Música, ¿la defendemos bien?
21June
Artículos

Quienes vivimos en la Isla de la Música, ¿la defendemos bien?

Siento un golpe mortal y no me quejo

La música es, posiblemente, la manifestación artística más democrática que existe. Para asumir debidamente la actuación, el baile o la pintura, por ejemplo, hay que reunir requisitos importantes. Sin embargo, muchísimos por ahí se atreven a cantar y hasta “componer” sin el más mínimo conocimiento. Desconociendo, incluso, que nuestros más valerosos profesionales han dedicado toda la vida (sí, toda la vida) a estudiar un instrumento, a conocer la obra de los genios, a profundizar en nuestras raíces. Pero esto no le hace mucha gracia a los pegajosos del momento. Ellos, sencillamente, gustan y venden, todo lo demás que se diga no vale la pena.

Y aquí se presenta un dilema, una amarga mescolanza entre los músicos de academia y los autodidactas, que al sol de hoy deja en desventaja a los primeros. En términos económicos, los pepillos y pepillas del género urbano o de la mala salsa, son los más caros, los que abarrotan las plazas o los que se dan el gusto de hacer dos o tres videos clips al año… Claro, en un limitadísimo tiempo de fama. La demora está en que llegue otra estrella.

Pero mientras sucede la caída, los muchachos que llevan la guitarra o el contrabajo en la espalda, tienen que soportar y ver cómo La Chambelona Sexy o El Mejor Lápiz de la Aldea, envenenan los oídos de sus compatriotas. Dejemos claro que no se trata de combatir a los autodidactas, en la calle hay gente con talento. Sindo Garay y Benny Moré no fueron a la academia, pero optaron siempre por defender de la música, lo más bello.

Torno a la luz secreta

Otro tema para debatir. Coinciden algunos musicólogos, intérpretes y compositores que en Cuba se ha perdido (casi no existe) un oficio vital en la música: el repertorista. Una persona con finísimo oído y amplios conocimientos para advertir qué podía o no cantar un artista. Estudiando a fondo las cualidades vocales de los cantantes, el repertorista sugería temas y autores apropiados e incluso aportaban otros secretos. Quienes conocieron a Enriqueta Almanza, Isolina Carillo, Aida Diestro, Luis Carbonell, René Márquez o a Juan Formell, por ejemplo, dicen que eran expertos en esta labor. Mas, hoy algunos cantantes se dejan guiar solo por el gusto, la popularidad del compositor o lo que le pida la gente y, casi nunca, por lo que realmente sus facultades le permiten hacer. A lo mejor por eso pocos encuentran su estilo, algunas gritan demasiado o no le imprimen al tema el sentimiento que lleva. Los buenos repertoristas si existen, están en todas partes, pero hay que buscarlos y devolverles su valor.

¿En que parará la cosa?

Por último: uno siente placer cuando escucha que Cuba es la Isla de la Música. El calificativo es amplio y va más allá del son y la salsa. Si somos la Isla de la Música es porque somos la cuna de muchos géneros, porque también abrazamos la ópera, la música clásica, coral… agregándole, por supuesto, nuestra sazón. Ser la Isla de la Música es una responsabilidad enorme, un título que compromete.

Por tanto, debemos defender todo lo bueno de nuestros creadores, revivir la obra de autores olvidados, evitar que el mercado monorrítmico que imponen hoy, nos quite el brillo. No dejar que los intrusos, en nombre de la música, manchen el escenario, aunque esta sea una manifestación democrática y muchos quieran vivir de ella y no para ella.

Le dejo el consejo de un cantautor español, a veces ligerito en sus letras, pero que acertó con esta frase: la música no se toca.