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LEGADO. Apostemos a las respuestas
27June
Artículos

LEGADO. Apostemos a las respuestas

Según Horacio El Negro Hernández, Samuel Formelles el más grande renovador del instrumento en la música bailable cubana

¿Siguen siendo los mismos Van Van? ¿Es bueno el disco o aún funciona la nostalgia para aceptar este trabajo de la orquesta más popular de todos los tiempos en la música bailable de Cuba?

Cierta tarde del mes de febrero del año 2014, cómodamente sentados en una esquina de su casa y tras tres largas horas de conversación, Juan Formell se atrevía a determinar cuál de los cientos de temas que había escrito y habían bailado sus compatriotas debía recibir el beneficio de la inmortalidad: «Si Sandunguera trasciende, entonces habré logrado llegar al corazón de los bailadores de cualquier lugar (…). En cuanto a la orquesta, no sé el tiempo que me queda frente a ella, pero ya Samuel está funcionando como director y lo hace bien».

Horas después estábamos en un estudio escuchando parte de los temas del disco que por aquel entonces producía para su orquesta Los Van Van con el título La fantasía. «Mulato, en este disco estoy dando un giro a la orquesta y sé que la gente va a aceptarlo». Dos meses después la agrupación y la música cubana dieron un giro inesperado: Formell dejaba este mundo.

La fantasía fue un disco que marcó más de un punto de giro en la orquesta Los Van Van y en su concepto general. El songo ajustaba el giro sonoro hacia una dimensión que para muchos parecía olvidada: la impronta de la percusión, en especial el trabajo de la batería, solo que esta vez era el trabajo de Samuel Formell el que anunciaba esta modificación. Además será el disco póstumo del fundador de la orquesta y a su vez dejará abierta las venas de la especulación acerca del futuro no solo de la orquesta, sino de una zona de la música cubana que involucra a toda la nación, por decirlo de alguna forma.

Ahora, comenzando el año 2018, acostumbrados los bailadores a la ausencia de Juan Formell, Los Van Van presentan Legado, el primer disco escrito y producido sin el ojo avizor y las «trampas de la fe» de las que se valía el Maestro. Valdría la pena preguntarse: ¿siguen siendo los mismos Van Van?, ¿es bueno el disco o aún funciona la nostalgia para aceptar este trabajo de la orquesta más popular de todos los tiempos en la música bailable de Cuba?

Propongo que apostemos a las respuestas.

Legado, que circula bajo el sello Egrem, no es un disco de transición musical y estilística, aunque por él transiten nuevos miembros de la orquesta, como es el caso de Juan Carlos y Vanessa Formell, el primero como bajista y ella asumiendo el rol de vocalista femenina. Aquí estriban dos de las tantas virtudes de este fonograma. Primero, que no resulta traumático para el bailador acostumbrarse al timbre y a los giros de la nueva cantante —muchos no recuerdan que ella debutó a los seis años con esa misma orquesta en un popular programa de televisión llamado Joven Joven— que sustituye a Yenny Valdés.

Como frontis ante el público, la frescura juvenil de Vanessa conecta a la orquesta con nuevos receptores, pero además ella sabe imponer su estilo, aunque por momentos deba respetar determinados giros que su antecesora impuso entre los seguidores de la orquesta. Sin embargo, el resultado de su presencia se verá en la medida en que los bailadores se acostumbren a ella como parte fundamental de la familia vanvanera.

El trabajo de Juan Carlos en el bajo sigue algunas de las pautas sobre las que se definió el songo desde ese instrumento, y aunque su fuerte es la guitarra, este hijo de Formell asume dignamente el instrumento y lo enriquece con toques propios de los sonidos del jazz moderno y del rock.

 Los autores que tributan a esta producción lo hacen recreando las mismas historias a las que nos hemos acostumbrado cuando de Los Van Van se trata: crónicas sencillas y sin grandes complicaciones lingüísticas, historias para bailar y cantar en cualquier esquina. Como complemento —y aquí resalta la filosofía formeliana— se recrean temas que nunca pasan de moda, pero desde las dinámicas y las ansias del hombre de estos tiempos.

Antes me referí al peso que nuevamente tiene la percusión en este disco y en las mismas presentaciones en vivo de la orquesta. Harto conocido es que por ley natural el sustituto de Changuito debía ser Samuel, no solo por el vínculo filial, sino porque fue el alumno predilecto de quien es considerado por la crítica mundial el padre de la percusión moderna en la música afrocubana. Veinticinco años después tal afirmación gana fuerza.

Según Horacio El Negro Hernández —uno de los grandes bateristas cubanos y universales—, Samuel Formell es hoy por hoy el más grande renovador del instrumento en la música bailable cubana; en eso concordamos. El estilo creado por el director de Los Van Van ya comienza a imponerse no solo entre los músicos. Los seguidores de la orquesta bailan pendientes de sus golpes en los tambores, como si en ello les fuera la honra. Desde la batería Samuel Formell retoza con la rumba más contemporánea, el rock, el jazz y otras músicas universales para complementar el songo con nuevos aires, o tal vez para mantenerlo dentro de lo que su fundador definiera como el inagotable intercambio entre estilos que nunca deben aburrir al bailador.

Legado también es motivo para que nuevamente Hugo Morejón demuestre por qué se le considera un genio del trombón, no solo como ejecutante, sino por la forma en que logra equilibrar el sonido de esa cuerda de instrumentos. El songo, sin el trío HMC (Hugo, Mundo y Collado), sería como un niño al que le han prohibido jugar a la pelota.

Sandunguera tal vez esté en la próxima producción discográfica de Los Van Van, tal vez sea el tema antológico que bailarán los nuevos seguidores de la orquesta, esos que nunca tuvieron a Juan Formell frente a ellos, privilegio de muchos que leerán estas notas. Por ahora solo importa que hay Van Van para nuevas temporadas.

Los Van Van también son Cuba. Lo que los padres legan a sus hijos merece respeto, sobre todo si ello implica el orgullo de una nación.