Glamour de Occidente fue una de las muestras colaterales de la X Bienal de La Habana. Su curadora Elvia Rosa Castro (Sancti Spíritus, 1968) ofrece detalles acerca de las concepciones y criterios selectivos que fundamentaron esta exposición.
Glamour de Occidente tiene su origen o argumento en la guerra como moda y en la indiferencia que genera ésta en el mundo, a pesar de las protestas. Bonito Oliva ha dicho que el ataque a Bagdad en el año 1991 se veía a través de la televisión como si fuera un “rocío bélico”. Eso es lo que te trasmiten los medios: la sensación de la guerra como espectáculo de carnaval. Esa indiferencia me llamó mucho la atención y, sobre todo, cómo ello podía tener una relación con algunas obras del contexto artístico cubano. Partiendo de ese dilema se me ocurrió el título Glamour de Occidente, refiriéndome a estados o actitudes que se establecen como modas. O sea, cómo Occidente existe, cómo se proyecta. Después me di cuenta de que Occidente también existe en la medida en que se defiende o se esconde. Ahí encajaba muy bien la obra de Adonis Flores, por la cual surgió este proyecto. Venía muy bien la obra de Marianela; obras que hablaran de las políticas de saneamiento, de control, como la de Manuel Piña, en la que aparece un árbol con un sello, una actitud bastante cínica por tratarse de un árbol que, al mismo tiempo, están protegiendo. La obra “Pieza de vigilancia”, de Raúl Cordero, también se interrelacionaba muy bien con el tema. Se me ocurrió incluir además el asunto de los homenajes como parte de las políticas occidentales, con la obra de Aimeé García o del mismo Figueroa.
Toda la tradición grecolatina, judeocristiana de Occidente forma parte de nuestro sedimento cultural y puede absorber la crítica a su propio canon. Eso traté de demostrar de igual modo, a través de la obra de jóvenes artistas, creadores que estaban en la cuerda de lo oriental, de estudiosos del Budismo zen, practicantes de yoga, obras más poveras, más de cuestionamiento, más enajenadas, idas, por decirlo de algún modo.
¿Pero se trata de lo glamoroso también como condición intrínseca de las obras?
No. No se trata de un imperativo que proviene del artista mismo. Es una tesis curatorial y a partir de ahí empecé a escoger obras y artistas.
¿Cómo se integra Glamour de Occidente al tema de la X Bienal?
Bueno, en el slogan de la Bienal puede caber todo; pero de todas maneras, aunque supuestamente todo no cupiera, yo creo que Glamour de Occidente está mostrando en definitiva la lógica de un hemisferio muy grande, donde viven millones y millones de habitantes, una lógica que al final está globalizada. La resistencia se vería en ese tercer grupo –como yo le llamo metodológicamente– en el que nos incluimos y en el que están los artistas de la exposición, a partir de la crítica a ese canon occidental que se expande por el mundo como un virus.
¿Las manifestaciones presentes en esta exposición responden a un sentido curatorial de representatividad, o simplemente quedó a elección del artista?
No hay un propósito expedito de profundizar en una u otra manifestación. Si una obra –tenga el soporte que tenga– era capaz de responder a la tesis curatorial de Glamour de Occidente, entonces estaba incluida… Bueno, que el look de la exposición sea bien contemporáneo, responde a la dinámica misma de la vida, pero no a que yo me lo haya propuesto de antemano.
Uno siente por momentos que el ambiente o look que respira la muestra entra en juego un poco con los cánones que remarcas y criticas…
Sí, creo que al final ocurría eso, pero era algo que no estaba conscientemente propuesto desde el principio. Al final, hasta se ven super bien las telas o cortinas de una de las artistas, Elizabet, en combinación con las lámparas de la Casa de México que nunca pudimos quitar… Al final nos convino esa prohibición porque con esas lámparas también se veía de otra manera la muestra. Muchas personas pensaban que esas lámparas formaban parte de algunas obras. A mí siempre me gusta estar jugando con los límites y esa posibilidad se me dio muy bien en el espacio de esta colateral.
¿Qué repercusión tuvo este proyecto en el público de la X Bienal?
Por ahora ha tenido muy buenos comentarios orales. Yo supongo que cuando pase un poco más de tiempo aparecerá un conjunto de textos en revistas especializadas; ya salió una reseña en un boletín. Por lo pronto, nosotros tenemos nuestro propio bloc titulado Glamour de Occidente.bloc.com, lo creamos desde una perspectiva promocional. También nos han hecho algunas propuestas de exhibición de este proyecto en otros países. Yo estoy muy contenta. Hay una obra, incluso, que va a trascender a Glamour de Occidente, la de Carlos Montes de Oca. Se trata de una pieza agresiva y bella que va a dar mucho que hablar dentro del videoarte cubano y la instalación. Sólo con estar consciente de esa trascendencia de Carlos ya pudiera sentirme completamente satisfecha.
¿A tu juicio, cómo ha sido la correlación de valor o calidad entre las exposiciones principales y las colaterales de la X Bienal de La Habana?
A mí me parece que las exposiciones colaterales, o gran parte de ellas, han tenido mejor calidad que las muestras centrales. Eso tiene que ver con el propio espacio de La Cabaña, que es a veces muy árido, que si tú no le entras con una lógica de intervención, y no de adecuación, te traga y anula la obra. También es cierto que en la muestra central hay exposiciones imprescindibles en la historia de la Bienal, como es la instalación de Camnitzer, la muestra de León Ferrari, excelentes propuestas; pero como uno las ve fuera de La Cabaña piensa que no están en la muestra central. Esas exposiciones antológicas le dieron un matiz superinteresante a la X Bienal y a su programa central. Hay bastantes exposiciones y obras dignas, como las de Ernesto Leal, la exposición de René Francisco en Villa Manuela… Yo no sería tan absoluta, pero hay gente, amigos a los que respeto y admiro que han dicho que las colaterales han salvado esta edición de la Bienal. Y es cierto que, a veces, la cuestión no es tanto de obras como de museografías y de curadurías. Pienso que las obras buenas siempre van a estar ahí, y en la medida en que tú las emplaces adecuadamente ellas reforzarán sus significados, o adquirirán otros.