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¿Le gusta la fabada? Pues le invito
22October
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¿Le gusta la fabada? Pues le invito

¿Le gusta la fabada? Pues le invito. Sí, le invito, pero no a la tentación de unas fabes cocidas al fuego de la más pura tradición junto al delicioso compangu. Porque lo que pretendo es despertar curiosidad acerca de lo académico y lo popular en el habla astur-leonesa. Ojalá consiga yo de los lectores un interés similar al que me provocó la conversación con Urbano Rodríguez Vázquez, vicesecretario de la Academia de la Llingua Asturiana y miembro de número de la misma.

En el actual territorio de Asturias y parte del que la rodea hay huellas arqueológicas de pobladores durante el primer milenio antes de nuestra era. Pero las primeras evidencias lingüísticas aparecen en el testimonio de los romanos a partir del siglo I a.n.e., cuando comenzó una evolución sustitutiva del habla de los astur-leoneses por el latín, con las inevitables mezclas.

Expertos indican a la Edad Media como el momento a partir del cual puede considerarse al astur-leonés como lengua diferenciada del latín. Aunque este seguía siendo el idioma de los documentos oficiales y de lo que hoy seguimos llamando habla culta, los hablantes se encargaron de imponer al astur-leonés de manera que en el siglo XIII ya estaba extendida su escritura.

Hablo de los tiempos en que Asturias era un reino que abarcaba también territorios que hoy corresponden a León, Castilla, Galicia, Extremadura y Portugal. Una mirada somera a la cronología muestra el traslado de la capital desde Oviedo hacia León, y la unión de este con la más poderosa Castilla, lo que marca el inicio del predominio del castellano.

En el siglo XIV fue nombrado obispo de la iglesia asturiana el castellano Gutierre de Toledo, quien impuso al habla de Castilla como lengua eclesiástica. A partir de ahí comenzaron los llamados siglos oscuros (del XIV al XVII) cuando dejó de escribirse en astur-leonés, favoreciendo al castellano y al portugués, lo que produjo la situación sociolingüística conocida como diglosia, ya que el pueblo siguió hablando astur-leonés.

En el siglo XVIII reconocidos intelectuales asturianos, que sintetizamos en el venerado nombre de Gaspar Melchor de Jovellanos, iniciaron un duro proceso de reivindicación del astur-leonés: «Ye la llingua viva del nuesu pueblu», y comenzaron a trabajar por la creación de una academia asturiana de la lengua que tuvo que esperar el paso de la historia hasta que fue constituida en 1980.

La Academia de la Llingua Asturiana, A.Ll.A., trata de normativizar las variantes del llamado bable, prueba de su vigencia actual. Hay particularidades en el habla del oriente de Asturias. En el occidente se practica el llamado eonaviego, en la región entre los ríos Eo y Navia y fronteriza con Galicia; otras diferencias aparecen en Cangas de Narcea, en el norte de Extremadura, en algunas zonas de Cantabria y la derivación nombrada mirandés, que se practica en Miranda do Douro, Portugal.

Como si no bastara, el académico de la Universidad de Oviedo, Ramón de Andrés Díaz, afirma: «En Asturias hay ocho jergas gremiales cuya lengua base es el asturiano. Se caracterizan por corpus léxicos de varios cientos de palabras incomprensibles para los ajenos al grupo» (Revista de Filoloxía Asturiana). Una mirada a los diccionarios de la Real Academia Española, RAE, y de la Academia de la Llingua Asturiana, DALLA, nos muestra al vocablo argayo («desprendimiento de piedra y tierra por la ladera de un monte»), que viene precisamente del argot de los mineros, víctimas de incontables «argallus». Para despedirme vuelvo a la evocación de la fabada asturiana: las fabes o aluvias especiales para el típico plato no serían nada sin el compangu (chorizos, morcillas, lacón y tocino) que se sirve en fuente aparte.

O sea, que todo eso se acompaña o acompanga muy bien entre sí y con el pan. Así se deduce de las raíces latinas de ambos vocablos, reforzando la enconada defensa de los asturianistas acerca de que el astur-leonés tiene su vida y orígenes propios como lengua de raíz latina. Asunto de puristas y académicos que transcurre mientras los creadores por excelencia de las lenguas, los hablantes, practican y enriquecen su peculiar entonación y su manera de denominar al mundo que les rodea en los predios de Pelayo y Covadonga.