Recién inaugurada en la galería Collage Habana, la exposición Tres tristes tigres resulta por su concepción, muy a la altura del propósito de la empresa a la que pertenece, el Fondo Cubano de Bienes Culturales, de homenajear con ella a la capital, en su medio milenio de existencia.
Con curaduría y museografía de Miriam P. Casanellas, especialista de esa institución, fueron reunidas en ambos niveles del inmueble obras de tres reconocidos representantes del arte cubano contemporáneo: Luis Enrique Camejo, Douglas Pérez y Kelvin López; creadores que ente otros puntos en común comparten el de tener a la ciudad como temática recurrente en su quehacer.
Al igual que en la novela homónima de Guillermo Cabrera Infante -asimismo escrita en homenaje a La Habana hace más de medio siglo -, el indiscutible protagonismo de la urbe antillana está dado desde los distintos rincones o fragmentos que de ella lograron despertar la inspiración de estos creadores. También a partir de la atmósfera que se desprende de cada cuadro.
Sobre todo, en las obras monocromáticas de Luis Enrique Camejo (P. del Río, 1971), quien desde hace casi dos décadas plasma en sus lienzos paisajes urbanos, puede hacerse perceptible ese ambiente nocturno de La Habana que tanta preponderancia tiene en el polémico texto, considerado por muchos críticos el de mayor valía dentro del llamado boom latinoamericano.
Kelvin López (Las Tunas, 1976), por su parte, está representado por una serie de pequeños dibujos pertenecientes a la serie Archievements hecha un lustro atrás, en la que incorpora, como parte de las obras, cuños con consignas revolucionarias muy populares en los años 60, período en el que fueron nacionalizadas aquellas viviendas de la burguesía recién emigrada, ahora reproducidas por el artista a partir de fotos de archivo.
A una ciudad del futuro en la que se sobreponen marcas de automóviles que tuvieron gran presencia en el entramado urbano, nos asoma con un aire de nostalgia Douglas Pérez (Cienfuegos, 1972); mientras que en otras se advierte cierta deuda con el comic de los años 50.
Determinar la época e incluso el autor de las piezas seleccionadas para la muestra, resulta engorroso para el espectador poco avisado, dado que carecen de fichas y se encuentran entremezcladas. Tal museografía concuerda también con la estructura en apariencia caótica que dio Cabrera Infante a su narración.
Pero, al igual que en la novela homónima, en la exposición Tres tristes tigres nada es fortuito y mucho menos improvisado. Ni las obras, ni la concepción general de un proyecto que no demerita el homenaje que el FCBC se propuso hacer con él a La Habana.
En portada: Obra de Douglas Pérez