La compañía Acosta Danza que dirige el célebre bailarín y coreógrafo Carlos Acosta regresa al Gran Teatro de La Habana "Alicia Alonso" entre el 30 de noviembre y el dos de diciembre para mostrar Destinos, un espectáculo donde reunirá dos obras que han marcado sus actuaciones en estos 3 años de labor escénica: Carmen, coreografía del propio Acosta, y Satori, del también bailarín de la agrupación, Raúl Reinoso.
La Carmen, de Acosta, con música de Bizet/Schedrin y adaptación musical de Giovanni Duarte y otra adicional de Denis Peralta –se estrenó en el Royal Ballet de Londres( 2015)- y se presentó en el Gran Teatro de La Habana "Alicia Alonso" durante las primeras presentaciones de Acosta Danza en Cuba (2016), resulta un regalo visual. Al que aportan; la sencilla, mínimal, imaginativa e impactante escenografía: una enorme circunferencia que semeja la Tierra, el universo interno de la protagonista, o ¿una plaza de toros? que, a partir de las luces –con excelente diseño de Peter Munford- acentúan la acción, las emociones o el drama, según las tonalidades, donde, de vez en cuando asomaba el enigmático toro (el destino), así como los recursos utilizados para las distintas escenas que enriquecen el espectáculo. El vestuario de Tim Hatley, funcional se adapta al decir contemporáneo de la pieza, que resulta un fértil terreno donde se desatan los mejores ánimos/energías de los danzantes.
La Carmen, de Acosta tiene momentos espectaculares conseguidos a base de saltar de un paroxismo inesperado –que se monta de pronto, sin apenas preparación- en que la imagen y el ritmo se funden y se prolongan durante más tiempo del que era posible imaginar. El vocabulario es plural. Danza contemporánea, flamenco, ballet clásico…, pasean por la escena como un todo. Es ágil, enérgico y las escenas se suceden sin respiro. Dentro de ellas se mueven los bailarines. Hay expectativas por los cambios que se han realizado la pieza para esta nueva entrega.
Compartirá la escena una obra que fue muy bien recibida por el público en la anterior temporada del grupo en esta sala: Satori, del joven bailarín/coreógrafo Raúl Reinoso. El estreno mundial atrapó al auditorio con sus “redes” creativas, animadas con un pulso vital que permeó la pieza de un hálito de magia singular, humano, que nos contó, en danza, el eterno viaje espiritual por los adentros…
El título, tomado como préstamo de una palabra japonesa que en el budismo zen se acerca al despertar del espíritu, habla del alma (del bailarín y también del coreógrafo), amén de todo aquello que la anima interiormente: visiones, sonidos, imágenes que revolotean por su ser. Las dejó escapar en estos minutos que se transformaron, para todos, en una suerte de travesía cercana al sueño donde se pudo medir, cual termómetro, la presión anímica, de aquellos que supieron descifrarla. Diez bailarines (hombres y mujeres- compartieron una gigante falda), protagonista de la historia que se transforma en sutil escenografía metamorfoseada, por el espacio, como ambiente, cielo, tierra, mar, aire…, dejándonos por momentos ver, solamente, las luces del alma y los sentimientos que brotan desde allí. Excelente luminosidad –con los diseños, o más bien, conceptos de iluminación, de Fabiana Piccioli- que enfocan lo interno y deambula por la escena de la mano del movimiento en una carrera hacia el centro de nosotros mismos… La partitura musical de Pepe Gavilondo termina de matizar, positivamente, la obra. Crea espacios, abre puertas a la imaginación/sentimientos con sus notas electrónicas y acústicas folclóricas, que despiertan la espiritualidad, y da pie a una dramaturgia que avanza siempre y no decae en ningún momento. Reinoso, cual artífice del fuego, deja fluir ideas, hilvanando aquí poéticas diferentes, donde se reúne lo clásico y lo contemporáneo, que viste Danza Acosta desde sus inicios. El resto, son los excelentes bailarines de la agrupación que poco a poco se van cohesionando como un todo. Satori es un gráfico anímico del alma.
Una suerte volver a disfrutar estas entregas.