En 2020 se decía que cuando acabara la pandemia de Coronavirus el mundo sería más bonito, las gentes más humildes y los gobiernos más generosos con sus ciudadanos, y especialmente, con sus sistemas de salud pública. El hecho de estar aislados durante semanas y meses llevó a muchos a una introspección de la que salieron esos sueños que, 15 millones de muertos más tarde, se han convertido en meras utopías.
Sobre cómo los seres humanos reaccionamos a ese “Tiempo propio”, al vernos obligados a estar en casa, rodeados de calma y silencio, mientras nos liberábamos de las ataduras de lo cotidiano, de las prisas de la vida moderna… ha tratado la última exposición semipermanente del Centre Pompidou Málaga, ahora ya en su recta final, pues el próximo 15 de octubre los cuadros y esculturas que la componen volverán a París.
Un recorrido de seis capítulos con obras de grandes artistas “auténticos testigos del tiempo” (abarcan un amplio periodo histórico, desde principios del siglo XX hasta nuestros días), con las que se ilustra la confrontación entre tiempo aritmético y tiempo íntimo: desde el tiempo propio (ocio y las vacaciones) hasta acercamientos más oníricos y sensoriales, como el que se puede ver en “Los peces noctámbulos”, de Max Ernst.
“El ocio. Homenaje a Louis David”, de Fernand Léger es quizás la pieza que mejor encarna el espíritu de la muestra. Junto a la “Niña saltando a la comba”, de Picasso y la “Lectora sobre fondo negro”, de Matisse. También están presentes Cocteau y Miró y muchos otros artistas contemporáneos, entre ellos el cubano Wilfredo Prieto, cuya inmensa “Avalancha” de esferas ensambladas de menor a mayor ocupa casi toda una sala.
Fotos: @yricardopupo