Por Héctor Bosch
Atardecer en el Vedado. Aséptico Parque Villalón, junto al solemne Teatro Auditorium Amadeo Roldán. Espacio propicio para ser invadido, estremecido por acciones plásticas. Soplos de vida.
Joëlle Ferly, de Guadalupe, traslada a La Habana el agónico día a día de la mujer tercermundista. Carga cubos y cubos de agua sobre su cabeza de un lado a otro de la fuente seca del parque. El público identifica la metáfora, no tan alejada de algunas zonas de la cotidianidad cubana.
La artista, o mejor, su personaje performático, continúa trasegando el agua al son de una letanía. Una y otra vez, hasta caer desfallecida. De pronto sueltan decenas de globos, saltan los niños y la vida parece, después de todo, una Fiesta de los mil globos. El trágico devenir de los seres humanos en pos del agua es velado por la inocencia infantil.
Como para no romper con ese aliento, en diálogo con el trabajo de Ferly, tiempo después irrumpe Caja Lúdica, de Guatemala, en un espectáculo escénico de música, baile y representación carnavalesca al estilo latinoamericano.
Los niños vuelven a ser protagonistas, aquellos que participan como ejecutores y los que lo hacen como espectadores. Todo es color y movimiento, los cantos a la naturaleza trasmiten el mensaje cultural de los pueblos originarios. La sabiduría hoy confundida en el maremágnum de la globalización.
Tarde en la noche, la gente espera. El atrevido juego de luces y sombras que proyecta el canadiense Emmanuel Sevigny altera la fachada del Amadeo Roldán. Es una película en sombras, murmura una niña, y ante la mirada del público se suceden escenas impactantes, cuando no sobrecogedoras.
La sensación se torna tan vívida que todos se estremecen ante las llamas virtuales que consumen la edificación. Algunos recuerdan los hechos reales. Otros respiran aliviados por saber que es solo apariencia. Luego las luces danzan como figuras de ensueño. La alucinación amaina. Paz.
¿Cuándo empiezan de nuevo?, pregunta otro niño. Le explican que con intervalos de quince minutos. ¡Sirvió, regresamos ahorita!, asegura el pequeño.
Definitivamente, el parque Villalón fue patrón de muestra de cómo las prácticas artísticas interactúan con los imaginarios sociales en cualquier latitud y circunstancias.
Ferly demostró que para hacer performance no es necesaria una gran producción, si el mensaje es diáfano y bien montado con recursos expresivos mínimos. Caja Lúdica probó que los discursos trascienden distancias y tiempos si están sustentados en un código común en sus esencias. Sevigny comprobó que la tecnología también sufre percances (apagones, voltaje inestable), y que al final son los hombres quienes tienen la verdadera responsabilidad sobre sus actos.
Tarde-noche de fábulas de la Oncena Bienal de La Habana en el corazón del Vedado.