Por Helga Montalván
En comparación con su notable impronta en el circuito artístico contemporáneo y las muchas vocaciones que promueven los eventos y organizaciones a lo largo de todo el continente y el Caribe, son realmente escasos los estudios sobre la producción artística femenina en la región.
Dentro de ese panorama desolador resalta un libro publicado en Santiago de Chile: Espejos que dejan ver. Mujeres en las artes visuales latinoamericanas–, una mirada abarcadora sobre la producción plástica femenina, que contiene trabajos críticos y ensayísticos recientes, resultantes del análisis de estudiosos de Latinoamérica y universidades de Estados Unidos, seleccionados por sus editoras María Elvira Iriarte y Eliana Ortega, y presentado por esta última (“Repensar la miradas).
La primera parte, que abordala presencia imprescindible de mujeres artistas de la vanguardia de nuestro continente, comienza con el ensayo “Cuatro artistas latinoamericanas”, donde María Elvira Iriarte destaca a la mexicana Frida Kahlo, a la chilena Marta Colvin, a la cubana Amelia Peláez y a la brasileña Tarsila do Amaral.
Otro de los autores esEfraín Barradas, quien muestra la riqueza de estrategias y referencias en la obra de la artista puertorriqueña Myrna Báez. Así también Lenin Oña con “Araceli Gilbert: aproximaciones a una artista”,donde analiza la impronta de una artista que tuvo la osadía de insertar el arte no figurativo en su natal Ecuador y participar de todo el proceso creativo y revolucionario de las vanguardias.Del mismo modo sucede con Anna Leticia, artista brasileña grabadora, diseñadora, escenógrafa, referida por Ángela Áncora da Luz como parte de las artistas que, según Estela María Pacheco “dan cuenta en sus obras de la constante dedicación en expresar su mundo, pensamientos; asentando una posición definida y diferenciada de las posturas masculinas que dominaron su época”.[1]
El segundo momento (“Ejes de luz”), conforma una zona particular de los conflictos que se perciben como una suerte de memoria de exclusión y violencia política desde la condición social impuesta por el sexo en la construcción cultural. Ejemplo son los ensayos deLorena Zamora Betancourt:“La representación del desnudo femenino en el arte de las mujeres” y, de Eli Bartra: “Una mirada siempre invisible: mujeres en el arte popular”, ambos concluyentes a pesar de sus diferentes perspectivas.
Si bien Lorena, destaca el cuerpo femenino en la fotografía, la pintura y la acción performática, como representación e instrumento de diferentes artistas del continente, Eli Bartrareivindica las artes tradicionales de las mujeres del pueblo de Ocumicho (Michoacán) quienes, excluidas del arte y de la historia oficial mexicana, realizan obras de inestimable valor.
Nelson Di Maggioestablece en “La mujer en el arte uruguayo”una continuidad del arte de las mujeres del país a partir de las pioneras Petrona Viera y María Freire, hasta las más jóvenes, y Héctor Domínguez, en “Cuerpo, artificio y arsenal en el arte femenino mexicano”, define un hilo conductor entre conocidas artistas surrealistas y las acciones en Ciudad Juárez de Las mujeres de negro, estableciendo así la presencia de un activismo crítico contra la violencia a la mujer, de fortísima expresión.
Un aparte más centrado en el tema político de las dictaduras lo son los ensayos “Tablilla del recuerdo”, de Teresa Arijón (que analiza la obra de tres artistas argentinas –Mónica Girón, Mónica Millán y Fabiana Barreda–) cuyas vivencias atraviesan las condiciones de la dictadura y la posdictadura de su país natal; de Fernando Blanco: “Figuras femeninas chilenas para una memoria en obra” y el de Ana María Portugal: “Colombia: de la ruptura a la sanación”,deudores de una historia reciente convulsa y violenta, marcada por el golpe militar en Chile y la sucesión de dictaduras, memoria representada a través de instalaciones y referencias vividas por las artistas: Loti Rosenfeld, Voluspa Jarpa, Alicia Villarreal, Daniela Montecino, Josefina Guilivasti y Nury González (chilenas) y Debora Arango, Josefina Albarracin, Olga de Amaral, Julia Cardoso, Doris Salcedo (colombianas).
La tercera parte del volumen ofrece una compilación, llamada “Retratos y autorretratos”, que refiere la vida y obra de más de una veintena de artistas fundamentales a la hora de establecer las directrices en las cuales se ha dinamizado el arte de las mujeres latinoamericanas. Entre ellas, destacan los artículos referidos a Ligia Clark (Brasil), Ana Mendietta (cubano-americana), Lola Mora (Argentina), Julia Codesido (Perú), Tomie Ohtake (Brasil), Valia Carvalho (Bolivia), Niní Bernardello (Argentina).
“Hacer memoria”, cuarta parte del libro, nos presenta una cronología de historiadores y críticos del arte latinoamericano que incluye los sucesos necesarios para establecer un curso en la experiencia de la creación femenina desde el año 1607 al 2002, entramados según el criterio de Ana María Portugal.
Es indiscutible el movimiento que este volumen de textos sostiene a favor de establecer, más que una suerte de periodización al borde de lo fortuito, los ejes temáticos que mueven el arte de las mujeres en Latinoamérica desde el pasado siglo xx. Su aporte radica en establecer las particulares condiciones contextuales y culturales ausentes hasta el momento en la historiografía y estudios de las producciones femeninas, cuyas obras desafortunadamente son conocidas y legitimadas fuera de su propia zona geográfica.
La continuidad que establece a partir de la organicidad de sus partes, pudiera concebirse como gestación, consolidación y actualidad de propuestas artísticas femeninas, entendidas en un carácter procesual, en la que se incluirían los tópicos referentes a discursos de género y activismo social por parte de la mujer artista vinculados a zonas de sentido que radican entonces en las posiciones que estas propuestas adquieren respecto a exclusión/inclusión, cuerpo/violencia, contexto/política, los cuales propician los ejercicios suscritos a la situación imperiosa de crear un sistema de autoconocimiento desde nuestras posiciones culturales y nuestros propios intereses.
Faltarían nombres, si se quiere. Sustentar una vocación unitaria, una red que se estructura accediendo a la producción de casi todos los países de América Latina es, no obstante, uno de los logros indiscutibles de la presente edición. Por otro lado, sería absurdo entender esa red como fin y no como proceso, cuando se renuevan constantemente estos estudios en el continente y en el Caribe. Para quienes estudian o se interesan en estos tópicos, Espejos que dejan ver es dispar y abarcador, radical y comprometido. Una propuesta que no puede ser pasada por alto como material indispensable, si de arte hecho por mujeres se trata.
Espejos que dejan ver. Mujeres en las artes visuales latinoamericanas, María Elvira Iriarte y Eliana Ortega, eds. Ediciones de las Mujeres no. 33, Isis Internacional, Santiago de Chile.
[1] Estela María Pacheco, en “Espejos que dejan ver. Mujeres en las artes visuales latinoamericanas”, Anuario, no. 6, Fac. de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa, Argentina, pp. 321-324.