Y si vas al Cobre, quiero que me traigas, una virgencita de la Caridad…» pudo entonar una tarde la cantante y folclorista venezolana Cecilia Todd desde algún lugar de su infancia, mientras se acercaba por primera vez a un mapa sonoro llamado Cuba. El Trío Matamoros quizás se escuchó intensamente en aquel radio de familia, en un barrio de Caracas; para ser exactos, en el mismo sitio donde unos años antes había aprendido a pulsar las cuerdas del cuatro.
Todo eso nos cuenta una tarde en La Habana, en Casa de las Américas, con el mismo instrumento entre las manos, como quien guarda allí su historia, la de los conquistadores que lo introdujeron en Venezuela; la de los pueblos autóctonos que lo acompañaban con gururas, pitos, tambores y maracas; la de los carpinteros que en el siglo xix lo intercambiaban por arroz con coco, turrones y jaleas de mango; el cuatro, protagonista de parrandas y bailes; el cuatro, núcleo de la cultura venezolana.
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«Mi conocimiento de Cuba empezó hace muchos años a través de la música. En mi casa se escuchaban muchas canciones de la vieja trova cubana. A medida que fui creciendo me adentré no solo en su cultura, sino también en su historia; me identifiqué con los cubanos en diversos niveles. Pienso que el Caribe es una sola área. Somos una cultura, el mismo paisaje».
El punto de encuentro en la Isla fue esta vez la entrega del Premio Noel Nicola. Se reconoció así a una intérprete que ha cimentado una trayectoria como cultora y estudiosa de la música tradicional latinoamericana y venezolana.
Unos años atrás, también la convidó la trova. En esa oportunidad llegó a La Habana para grabar un disco doble de folclor cubano y venezolano junto a la cantautora Liuba María Hevia. El fonograma, titulado Hay quien precisa, hilvana temas de compositores como Otilio Galíndez, Enrique Hidalgo y Silvio Rodríguez.
Cecilia insiste en contarnos cómo llegó hasta aquí.
«Me acuerdo de Noel Nicola, de una gira por Perú donde nos conocimos. Luego fui encontrando y compartiendo con otros músicos cubanos como Silvio Rodríguez y Alejandro García Virulo; aparecieron Omara Portuondo, acompañada por Martín Rojas, ese gran guitarrista, y Los Compadres. Conocer Cuba se fue convirtiendo en una obsesión».
Quizás en todo eso piensa Cecilia mientras recibe el Premio, que honra a uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova, de manos de otros dos: Silvio Rodríguez y Vicente Feliú.
La memoria se desteje en rostros, canciones, tiempos, y regresa a aquel Festival de Varadero que marcó su vida de un modo definitivo. «Recuerdo bien —me dice—, fue en el año 1981. Ese fue el nexo con esta Isla». Y nos habla otra vez sobre Noel Nicola. «Se estableció entre los dos una relación muy cercana, de compañerismo. Nos hicimos buenos amigos desde el momento en que nos conocimos. Nos encontramos en el año 1973 en Lima, y el reencuentro ocurrió en 1981. Fue maravilloso. Regresé al Festival de Varadero un año después. Esa fue la última vez que lo vi. Después de su muerte, Silvio me invitó a participar en un disco dedicado a Nicola, con sus canciones. Participaron grandes cantores de toda Latinoamérica».
«Qué te puedo decir, la música cubana siempre trae sorpresas. Este es un país muy musical, sale talento hasta de las piedras», sonríe con certidumbre. «Fue en Tenerife donde entablé amistad con Liuba María a través de la música, que une tanto. Siempre tuve ganas de hacer un proyecto conjunto. Fue una oportunidad hermosísima. La idea era que ella defendiera temas tradicionales de mi país y que yo interpretara sus canciones».
Ambas artistas han realizado varios conciertos en Cuba y Venezuela. Con el cuatro y la guitarra en perfecta imbricación, renacen con nuevos matices piezas como La lavandera, María, flor de limón, El norte es una quimera, Tonada para dos tristezas, Polo margariteño y Tonada de un pescador. Otras como Coloreando la esperanza, Si me falta tu sonrisa, La guayabita madura y Totí fueron asumidas por Cecilia con la participación ocasional de la cantautora cubana.
Desde su primera aparición en público junto al grupo de Música Experimental Venezolana, Cecilia Todd devino defensora de las raíces musicales de su país. Pero es un empeño que apenas comienza.
«Estamos luchando para que la música venezolana tenga el espacio que le corresponde. Hubo que recurrir a una ley para que las emisoras de radio transmitieran música tradicional venezolana. Lo comercial es tan avasallante que asfixiaba otro tipo de expresiones. Hubo que hacer esa ley. En la actualidad en Venezuela se han abierto muchos espacios para todas las manifestaciones artísticas con un estilo más tradicional. No hay que olvidar que a través de los medios se impone toda una cultura, y no solamente musical», apunta Cecilia.
Otra preocupación suya: el cuatro.
«Luchamos para que la enseñanza del cuatro sea una asignatura obligatoria desde primaria, se está trabajando en eso. Lo cierto es que ahora tiene una mayor presencia que antes», comenta.
«Soy básicamente intérprete, no me puedo llamar cantautora con tantos compositores maravillosos. La primera compositora que me marcó fue Chabuca Granda. Están también las compositoras cubanas. Hay jóvenes cantautoras como la coterránea Amaranta Pérez. Eso me alegra mucho, porque es un deber nuestro apoyar la difusión de la cultura musical que nos identifica. Es una responsabilidad que tenemos todos».
De ese modo llegó a nosotros Cecilia. Con la voz dulce y melodiosa teñida de jalea de jobo indio y turrones, con aroma de guayabitas maduras. Dice que quiere explorar sus límites sonoros, rendir homenaje a los cantores que poblaron su infancia desde la Isla. Cecilia sabe que, ya sea en Caracas o en La Habana, «el cantar siempre tiene sentido».