La obra en serigrafía «El pueblo soy yo», del artista de la plástica y crítico de arte cubano Manuel López Oliva, fue presentada en el Museo Nacional de Bellas Artes como parte de las acciones de la Jornada por la Cultura Cubana.
La pieza se produjo en el Taller de Serigrafía Artística René Portocarrero, en el contexto del aniversario 36 de la fundación de esa institución que tanto ha aportado a la obra de numerosos creadores cubanos y al imaginario visual de la Isla.
Acompañaron a López Oliva en esta presentación, Nisia Agüero, reconocida promotora del arte nacional y fundadora del Fondo Cubano de Bienes Culturales y del taller; David Mateo, destacado crítico de arte, que dirigió esa institución en la segunda mitad de la década de los 90, y Daima Llerena, directora actual de la misma.
La directiva explicó que la serigrafía se realizó en el mes de mayo, con una edición de 50 ejemplares firmados y numerados, y con la técnica de pantalla abierta, una técnica tradicional en la serigrafía.
Más adelante se refirió a la faena actual de la institución que dirige y llamó la atención acerca de la vinculación a la misma, desde hace ya una década, de un grupo de diseñadores jóvenes, y no tan jóvenes, «que han sido la fuerza artística que ha movido en este último tiempo el taller; con sus inquietudes serigráficas y afanes de experimentación han propuesto proyectos interesantísimos », realidad que los participantes en el encuentro pudieron apreciar en un audiovisual homenaje «a nuestro aniversario y a todos los serígrafos y artistas que apuestan por la serigrafía», aseguró Llerena.
López Oliva expresó que la decisión de hacer esta rememoración de la historia del Taller de Serigrafía Artística René Portocarrero estuvo motivada «porque creo que llegó el tiempo de recuperar la historia de las artes visuales cubanas».
Seguidamente, con la elocuencia que lo caracteriza, realizó un recuento de la historia del taller y especialmente de momentos trascendentales de la labor del mismo, al cual se han vinculado artistas cubanos de todas las generaciones.
Recordó que el Taller de Serigrafía se fundó en 1983, y se inauguró al siguiente año, bajo la dirección de Aldo Menéndez, por la necesidad de contar con un taller de impresión de arte múltiple; narró cómo, en sus inicios, el inmueble era una nave abandonada, destruida y llena de basura: « La fórmula fue movilizar a los artistas; se llenó de artistas que vinieron a limpiar, a barrer, aquí estaba todo el mundo, vinieron creadores de todas las generaciones».
Comentó que el taller siempre se ha caracterizado por apoyar la obra de los jóvenes, de los artistas emergentes. En los comienzos, se integraron muchos que hoy en día son reconocidos creadores, como Kcho, y algunos graduados de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, que se formaron como impresores, como Rubén Rodríguez y Moisés Finalé.
También se refirió a que las primeras impresiones que se realizaron fueron de obras del maestro René Portocarrero, quien estuvo muy vinculado al taller, al igual que Mariano Rodríguez, Julio Girona, la inolvidable Antonia Eiriz, Luis Martínez Pedro, Ernesto González Puig; de la siguiente generación, Fajad Jamís, Adigio Benítez, Raúl Martínez y más tarde Tomás Sánchez, Roberto Fabelo, Nelson Domínguez, Flora Fong, Zayda del Río, y Ernesto García Peña, entre otros.
En otro momento de su intervención opinó que entre las lagunas que tiene el Museo de Bellas Artes, está la serigrafía, de ahí la necesidad de integrarla a esta emblemática institución.
Hacia el final de su intervención López Oliva, recurrió a la idea de Lezama Lima de «el azar concurrente» y se refirió al momento en que René Portocarrero tuvo la idea de darle una sorpresa a la maestra Alicia Alonso imprimiendo en serigrafía un dibujo suyo con la imagen de la gran bailarina para el Primer Festival de Ballet « y hoy que estamos aquí, recordando, ha fallecido Alicia Alonso, porque la vida a veces se va entretejiendo».
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David Mateo, confesó que una de las experiencias más grandes que ha tenido en la vida, es la etapa en la que dirigió el Taller de Serigrafía; «allí llegué a interiorizar la noción de que un crítico de arte no lo es completamente si no domina las técnicas, si no sabe cómo son los procedimientos, las realidades, las inquietudes y las dificultades con que el artista trabaja cotidianamente».
Más adelante, coincidió con las palabras de López Oliva y declaró: «Como crítico de arte estoy muy preocupado por la pérdida de la memoria, porque no se sabe la historia, no de hace muchos años, sino la más reciente, de los 80 y los 90 (…) a veces no se conocen figuras cruciales entre las nuevas generaciones».
Al final del encuentro se efectuó un sorteo de un ejemplar de la serigrafía «El pueblo soy yo», donde se aprecian las máscaras distintivas de la obra artística de Manuel López Oliva.
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