El reconocido poeta y pensador cubano Roberto Fernández Retamar, ha fallecido en La Habana a los 89 años.
Muchos son los motivos para recordarlo con emoción y agradecimiento; primero por el poeta que fue, por esos versos dedicados a tantos, y a tantas cosas apreciables de la vida; luego como ideólogo de la cultura en su más amplio espectro y como líder de instituciones determinantes como el Centro de Estudios Martianos y la Casa de las Américas.
En todos estos aspectos de su vida, se mostró como un patriota, y este es el gran motivo. En cada poema, ensayo, estudio, intervención, o discurso, defendió radicalmente la cultura cubana, la verdadera, la que exige profundidad de pensamiento y análisis certero y humanista.
Y resguardó, como elemento cultural esencial, la lengua española antes y después de ser miembro, ocupando el sillón letra K, y de presidir, la Academia Cubana de la Lengua.
Los que tuvieron la dicha enorme de ser sus alumnos podrán hoy rememorar, esos pequeños momentos en los que el maestro se creció en el aula y nació la admiración. En 1954 se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, en la que ejerció la docencia desde 1955 y nombrado en 1995 Profesor Emérito.
Fue además profesor honorario de la Universidad de San Marcos, en Lima, y doctor honoris causa de las universidades, Central de Las Villas, de Sofía y Buenos Aires.
Mereció el Premio Nacional de Literatura en el año 1989 y la lista de las distinciones cubanas y extranjeras que justamente recibió es muy extensa, entre ellas el Premio Excelencias, pero la mayor sin dudas fue el respeto que la intelectualidad cubana y la sociedad le expresaron siempre.
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Fue un afanoso director y colaborador de múltiples periódicos y revistas, de Cuba y de países de América y Europa. Entre otros, y desde 1951, de la revista Orígenes; entre 1959 y 1960 dirigió la Nueva Revista Cubana; fundó en 1962 y codirigió hasta 1964, junto a Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y José Rodríguez Feo, la revista Unión, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y en 1965 comenzó a dirigir la revista Casa de las Américas.
Entre 1998 y 2013 fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Consejo de Estado cubano.
Sus cenizas irán al mar que tanto amó. Nos deja un caudal literario enorme; una vasta obra cultural; su imagen y su voz, su hermosa voz, que no es difícil recordar si se evoca algunos de sus poemas que nunca nadie leerá como él mismo.
Se puede hoy, fatalmente, repetir para él las palabras que dijo a la muerte del Bárbaro del ritmo en su poema «Oyendo un disco de Benny Moré»:
«Es lo mismo de siempre:
¡Así que este hombre está muerto!
¡Así que esta voz
Delgada como el viento, hambrienta y huracanada
Como el viento,
es la voz de nadie!
¡Así que esta voz vive más que su hombre (…)»
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