Durante los últimos días se ha estado imprimiendo, en el Taller de Serigrafía “René Portocarrero", una estampa serigráfica en tonos grises, sepias, casi negro y blanco, del artista visual cubano Manuel López Oliva. Lo distintivo de ese original múltiple es que no constituye una reproducción en ese medio de alguna de las pinturas del autor, lo que se ha convertido casi en normativa de la razón de ese centro de producción cultural, sino que se trata de una pieza concebida allí mismo - a base de calcos y bloqueos de la técnica- mediante el trabajo unido del mencionado creador y dos impresores que son también artistas jóvenes: Carlos Almeida y Jessica Vázquez.
Ese ámbito de gráfica fue fundado en 1983, como parte del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Y allí se inició, con un Encuentro Internacional de artífices e impresores de Serigrafía, la Primera Bienal de La Habana. En décadas posteriores pasó a ser parte de Génesis. Galerías de Arte, donde aún permanece por el esfuerzo y la inventiva de quienes se afanan en conservarlo. Por sus máquinas pasaron en los primeros años diversos nombres reconocidos de la plástica cubana y mundial, que allí elaboraron sus visiones, cumpliéndose así la finalidad de su inicial existencia: ser un centro para la multiplicación de realizaciones artísticas pensadas y ejecutadas para ese género, cuyo destino no sólo fuera la exportación comercial, sino igualmente una posibilidad para la adquisición por gentes coleccionistas o sólo amantes del arte de nuestro país.
Como a veces lo han hecho Moisés Finalé y Rubén Rodríguez, que fueron del núcleo de los primeros artistas-impresores del taller, quien fuera profesor de éstos en los años setenta –López Oliva- asume el reto de hacer volver la práctica efectiva de ese sitio de Cuba entre Muralla y San Ignacio, en la Habana Vieja, a su importante función originaria. La obra ya en la etapa de consumación final, que próximamente será presentada en una entidad institucional de nuestras artes visuales, construye un verdadero concierto de “seres-máscaras”, lo que ha sido típico del lenguaje de ese trabajador de nuestra cultura simbólica desde 1992.
En portada: Serigrafía de López Oliva en pleno proceso de realización