Por Redacción Excelencias
Entre las tantas cosas que los cubanos le agradecemos a Edesio Alejandro, aparte de sus aportes a la banda sonora del cine nacional, la radio y la televisión, es la de compartir su talento con leyendas de la música como lo fue Adriano Rodríguez.
Cuando parecía que la voz de Adriano se apagaba, que ya no existía, que las modas harían desaparecer su impronta, Edesio conformó una mancuerna que todavía recordamos, devolviéndonos temas como El reloj de Pastora, entre otros, que alcanzaron popularidad entre los más jóvenes.
Por aquella época, asistimos a la morada de Adriano en el municipio habanero de Alamar, y ya con edad avanzada nos relató algunas de sus anécdotas, compartió parte de sus fotografías con estrellas de la época como Merceditas Valdés o Celia Cruz. De aquel encuentro quedó, como testigo, una grabación fiel en la que el recordado cantante explica:
“Yo me crié en un lugar donde cerca vivían religiosos africanos, había rumba en la plaza… Asistía a todo eso y cantaba. También en la iglesia de Guanabacoa participaba en el coro, lo mío era la música, incluso sin saber, pero me fijaba en todo”.
Adriano es hijo de la fructífera villa habanera de Guanabacoa, donde también nacieron La Montaner, Ernesto Lecuona y Bola de Nieve, entre otros magníficos creadores e intérpretes que le dieron brillo y prestigio a toda una nación.
Fueron más de sesenta años los que Adriano Rodríguez dedicó a la cancionística cubana. Ese tiempo nos obliga a quitarnos el sombrero y hacer un acto de reverencia frente a una de las voces más grandes de Cuba. Un breve repaso por su vida nos permite conocer cómo su voz sirvió para ilustrar, en la década de los años 30, varias conferencias impartidas por Fernando Ortíz y Argeliers León.
Al mismo tiempo, su versatilidad interpretativa lo llevó a compartir escenario con Paulina Álvarez y la sin par, Rita Montaner. El grupo de trovadores cubanos, fundado en 1962, también constituye uno de los grandes aportes a la cultura nacional en la que Adriano ofreció su experiencia junto a notables intérpretes de la música popular. Por más de una década, su inigualable voz de barítono se dejó escuchar en diversos escenarios de la Isla difundiendo piezas antológicas del repertorio trovadoresco.
En toda su colección de obras, sobresalen canciones que forman parte del patrimonio cubano, pero hay una que desata emoción al escucharla y que compartió con el inmenso Silvio Rodríguez. Nos referimos a La canción de la trova, creación del propio Silvio. Un fragmento del tema, cantado a dúo, como la unión perfecta de lo que pasó y lo que surge, dice:
Aunque sean otros tiempos hoy, / y mañana será también, / se sigue conversando con el mar… el mismo que protege y purifica a la ciudad de casi 500 años que arropó a Adriano Rodríguez, el emperador musical de una ciudad viva.