Por: Toni Piñera / Foto: Jorge Fernández
Anoche quedó inaugurado el 1er Festival Internacional de Danzas Españolas y Flamenco, que en homenaje al aniversario 30 del Ballet Español de Cuba, ocupará los dias hasta el 12 del mes en curso en el GTH Alicia Alonso, con una variada programación que atraerá artistas y compañías invitadas de España, México, Chile y Cuba.
En homenaje al aniversario 50 del fallecimiento del compositor español Manuel de Falla, el Ballet Español de Cuba (BEC) estrenaba, en 1996, la obra Aquel Brujo Amor, con coreografía de Eduardo Veitía, una puesta en escena donde se combina con acierto el gesto, la danza y la emoción. A 21 años de la primera vez, la agrupación acercó nuevamente a las tablas de la sala García Lorca de la institución de Prado y San Rafael, La Habana Vieja, esta emblemática pieza para dar la bienvenida al Festival. La música de Manuel de Falla marca los pasos y la atmósfera de esta obra en dos actos (prólogo y cuatro escenas), que está inspirada en el ballet pantomímico El amor brujo y aporta otra parte del triunfo. En poco más de una hora, Eduardo Veitía, ataviado como coreógrafo, realizó una labor de investigación en los bailes, pues, no se trata sólo de flamenco, sino que se amplía al ballet clásico, del que es deudor el director, así como a otras danzas populares que dejan en él su huella. Aquel brujo amor, sustenta un credo artístico, y vuelve a lograr su más alto instante cuando penetra en el mundo flamenco.
Fue agradable ver otra vez esta pieza, renovada, ya sea por los jóvenes intérpretes que desandan importantes personajes, como por algunos cambios en su concepción y diseños de escenografía y otros, que indudablemente la han enriquecido. Por ejemplo, la última escena, con los gitanos que se unen a la alegría de la pareja (Candela/ Claudia González —muy acertada en el difícil personaje en su debut, sobre todo del lado interpretativo, pues aunque en el baile ella tiene todas las condiciones técnicas para sobresalir en el mismo, debe poner más fuerza para hacerse sentir más-), y Carmelo/Ricardo Quintana, quien a su paso por la escena siempre deja una estela de ovaciones, pues llena el escenario con su carisma y excelentes condiciones, amén de ese extra que lo hace un bailarín muy singular.
Por su parte el José del consagrado Daniel Martínez es nervio central de la pieza, y como es habitual en cada actuación, lo dibujó con variados matices, pues no es solamente la elegancia de cada movimiento que tiene algo que expresar, sino el diálogo escénico con los demás personajes, la inteligencia y pasión que se mueven en sus fueros internos para hacernos sentir que vive en la escena. Fue una suerte, también, disfrutar de la presencia del 1er bailarín cubano invitado, Rafael Rivero, quien fuera primera figura del Ballet de Nacho Duato, de España, en el Destino. El rol, que en esta puesta interpretan tanto valores femeninos como masculinos, cobró un protagonismo singular en su piel, pues, amén de sus capacidades histriónicas desplegadas en superlativo en la escena –hay que alabar, asimismo, las pinturas en el cuerpo y rostro de la diseñadora Mirta Luna, que lo han enriquecido-, el dúctil bailarín realizó una labor de alto calibre del lado técnico para dejar una fuerte impronta en el mismo, que será recordada largo tiempo.
No hay dudas, de que una parte del triunfo de este ballet se debe a la coreografía, donde sobresalen elementos novedosos, como en la tercera escena (la danza de los espíritus dentro del lecho de las llamas para hacer desaparecer el espectro de José). La danza del fuego —muy diferente a todo lo visto antes—, y que, gracias a las condiciones técnicas el renovado GTH Alicia Alonso resalta aun más por el trabajo de luces, así como los diseños de decorado elaborados por Salvador Fernández, la dualidad del vestuario, informal y teatral al mismo tiempo. Y no olvidar, la labor de los músicos del BEC y el Grupo Hechizo Flamenco, quienes junto con ese muy joven cuerpo de baile, -a pesar de detalles a tener en cuenta para perfeccionar en conjunto –realizaron una encomiable labor-, y regalaron una noche para el recuerdo.
En sus palabras de apertura, Eduardo Veitía, director del BEC y presidente del Festival expresó: “Hace 30 años esa gran bailarina y maestra que es Alicia Alonso, para alegría de todos, creaba la génesis de lo que sería, después, el Ballet Español de Cuba, y saldaba en ese 1987 una deuda, poniendo en el lugar que le corresponde, a una parte intrínseca de nuestra nacionalidad: la española, que durante casi tres décadas había sido, casi olvidada, en nuestra cultura.
Renacía entonces lo hispano con todo su colorido, alegría y fuerza sobre estas mismas tablas. Hoy, que el tiempo ha pasado, la realidad y el sueño se tutean para “esculpir” en el movimiento/música, la fiesta del aniversario 30 del BEC con este 1er Festival Internacional de Danzas Españolas y Flamenco, que reúne aquí amigos de otras latitudes que cultivan el género y también a los de nuestro país, para juntos celebrar este canto a la cubanía, como hermanos, como artistas que luchan por mantener vivas unas tradiciones que hablan de lo nuestro, aquí y allá, allende el océano Atlántico”.