El diseñador gráfico Pepe Menéndez (La Habana, 1966) concibió y coordinó Y para la presente Bienal de La Habana, una muestra de carteles de diseñadores cubanos y extranjeros que el Taller de Serigrafía “René Portocarrero” exhibirá todo el mes de abril.
¿Cuál es la concepción curatorial que respalda esta muestra colectiva? ¿Acaso ha sido el tema de la Bienal el principal pretexto de convocatoria, o simplemente se trata de aprovechar el contexto?
Y se propone como un proyecto de creación de imágenes en soporte cartel que acerque el tema de la Bienal a la circulación peatonal en La Habana Vieja. El cartel es el soporte ideal, natural para la comunicación pública no permanente a escala urbana, y vive hoy un momento de auge en la escena de las artes visuales cubanas.
La dualidad integración-resistencia, en su vastísima gama de posibilidades de cara a la realidad contemporánea, se ofrecía para ser explorada desde el lenguaje de síntesis que presupone el diseño gráfico y, en particular, la cartelística. La tradición gráfica cubana cuenta con notables ejemplos de carteles donde conceptos como resistencia, sobre todo en su faceta de reivindicaciones emancipatorias y/o independentistas, han sido tratados incisivamente, legando imágenes perdurables y de gran impacto. Aceptando que en esta era global la resistencia tiene otras implicaciones, habida cuenta de la traslación de los ámbitos de conflicto de los anteriormente protagónicos partidos políticos a espacios muy renovados y poliédricos de organizaciones sociales, sindicales o gremiales, o directamente al individuo como centro de su vindicación autónoma, los diseñadores invitados podían abordar subtemas que, en su actualidad, sirvan para la reflexión del ciudadano habanero y de quienes circunstancialmente transiten por esta urbe.
A juzgar por el catálogo, todos los carteles parecen estar realizados en autoría compartida. ¿Ello forma parte de las motivaciones curatoriales? ¿Esta relación se basa en la semejanza de procedimientos técnicos y estilos?
La polaridad del tema de la Bienal me llevó a plantear el proyecto también en términos duales: no uno sino dos diseñadores para crear un cartel (razón que dio lugar al título; la Y como conjunción, no como penúltima letra del alfabeto). De este modo, la propia gestación de las obras implicaba un diálogo entre dos personalidades que sólo por esta vez debían acoplar sus estéticas y sus puntos de vista, si es que el cartel resultante aspiraba a tener alguna unidad más allá de la mera superficie impresa. Las parejas no fueron conformadas al azar y se ha evitado cualquier facilismo: nada de esposos o colegas habituales de trabajo; en un caso extremo dos personas que ni siquiera se conocían previamente. Y para completar el reto de trabajar a distancia, tres de las parejas lo hicieron a través del e-mail.
¿Todos los que integran esta muestra son diseñadores jóvenes o de promociones recientes?
De los veinte participantes dos son ecuatorianos, uno español, una italiana, uno suizo y quince cubanos. De estos últimos creo que sólo dos pasamos de los 40 años. Los no cubanos los invité por empatía y confianza en que sintonizarían bien con el asunto. Los cubanos, porque representan una parte de lo más interesante que hace hoy nuestra generación. Cuatro de ellos no viven en la Isla, pero lo representan igual.
¿Qué importancia le concedes a la existencia de una muestra como ésta en el contexto de la Bienal de La Habana?
Lo veo como una magnífica oportunidad de atender dos cosas que considero claves: ganar presencia para el diseño gráfico en el contexto de las artes visuales cubanas, y generar oportunidades de expresión y repercusión para el tremendo talento que hay acumulado. La Bienal es una gran caja de resonancia y si el diseño tiene algo que decir en este medio y a este público, eso sonará. La esquina de Obispo y San Ignacio ya lo está haciendo.