VENECIA: Una reflexión sobre la violencia en México constituye la impresionante exposición que está presentando la artista Teresa Margolles (Culiacán, 1963), en el Palacio Rota Ivancich, en la 53 edición de la Bienal de Venecia.
¿De qué otra cosa podríamos hablar?, se titula esta propuesta sui generis que se fundamenta en acciones minimalistas e instalaciones para las cuales utiliza residuos recogidos por ella y sus colaboradores en lugares donde narcotraficantes de su país han perpetrado asesinatos. Los baldes de sal y sangre, con los que diariamente trapea los mármoles del inmueble, y las telas impregnadas de sangre seca de personas asesinadas, han tenido una impactante repercusión en el público.
La investigación de los cadáveres y de sus posibilidades artísticas constituye el leitmotiv de sus performances, fotografías, videos e instalaciones. Desde los explícitos autorretratos con cadáver de 1998, la obra de Margolles ha ido adoptando formas metafóricas de alto vuelo que, en la más vieja cita del arte contemporáneo, se consolida como arte de denuncia.
En noviembre de 2008, en la galería “Salvador Díaz” de Madrid, Margolles mostró joyas fabricadas con los cristales de coches tiroteados, que ahora unos performers lucen en la Bienal, mientras otros bordan, con hilo de oro sobre telas ensangrentadas, narcomensajes, amenazas y avisos de ajustes de cuentas.
Desde que apareció en la escena artística a finales de los años noventa, Margolles ha dado voz y visibilidad a las mujeres, víctimas directas e indirectas de estos horrores que contextualizan su ciudad de origen y de residencia.
Estudió Medicina Forense y Ciencias de la Comunicación en México D.F. y se inició en el arte en la Dirección de Fomento a la Cultura Regional del Estado de Sinaloa. En 1990 fundó el grupo SEMEFO (Servicio Médico Forense) con Arturo Ángulo Gallardo, Juan Luis García Zavaleta y Carlos López Orozco, y juntos inauguraron la primera exposición colectiva, en 1993.
Algunas de sus obras más conocidas son: Tumba portátil, o Vaporización. Esta artista –que lleva trabajando desde 1990 en torno a cómo afecta la muerte a nivel sociocultural dentro del ámbito mexicano– es admiradora, entre otros artistas, de los colombianos Doris Salcedo y de Rosemberg Sandoval, quienes también mediante materiales no convencionales enjuician públicamente la situación de barbarie de sus entornos inmediatos.