Por: Mateo Sancho Cardiel
Con el cuerpo todavía caliente de Muhammad Ali, el mito del boxeo mundial que falleció el 3 de junio, comienza el clásico negocio post mortem que conllevan las exequias de toda celebridad. En este caso, lo primero en llegar al mercado han sido cinco rarezas que descubren en el púgil una sensibilidad artística desconocida y que se venderán al mejor postor el próximo miércoles día 15 de junio en Nueva York. Todas las pinturas son de 1979, cuando Ali tenía 37 años.
La casa RoGallery es la que ha incluido estas piezas en su catálogo, pero la curiosidad es que sacó a la venta estas obras antes de que la leyenda del cuadrilátero falleciera, pues formaban parte de la herencia de Baird Jones, un socializer de Nueva York fallecido en extrañas circunstancias a los 53 años en el 2008. Jones dejó tras de sí una curiosa colección con obras de artistas como Andy Warhol o personalidades tan dispares como Charles Manson, Anthony Quinn o Fred Astaire.
Es en ese conjunto de propiedades tan dispares donde emergen las obras de Ali que ahora pueden fácilmente revalorizarse. Si bien los especialistas no pestañearían ante lo que el boxeador dejó como legado artístico, las piezas, que tienen un valor estimado entre los 1.000 y 5.000 dólares, son material para el mitómano y reflejan algunas de las inquietudes que atravesaron la vida del otrora Cassius Klay, no en vano hijo de un muralista que nunca llegó a destacar, según él mismo, debido a la segregación racial.
Alí pintó estas obras en la época en la que exploraba también su faceta como actor en la miniserie Freedom Road al lado de Kris Kristofferson, y también el año en el que envió a la Asociación Mundial del Boxeo su carta de retirada. La especulación queda abierta para el significado de estas obras.
Una de ellas entronca con el papel de Ali como activista de los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos y es una litografía titulada Let my People Go, versículo del canto espiritual negro Go Down Moses. Otra se titula Mosque II, una serigrafía la que se refleja la conversión del autor al islamismo, mientras que Sting Like a Bee (pica como una abeja) se centra en su trayectoria profesional sobre el ring. Es, de hecho, la más valorada en las estimaciones. La cuarta es la más desconcertante, Under the Sun, que muestra a un avión volando entre el sol y las estrellas. El quintento lo cierra la obra Guiding Light.
En cualquier caso, en 1980, Ali, animado o no por el resultado de estas pinturas, decidió volver al boxeo.
Fuente: http://cultura.elpais.com