Por Ivis Sánchez
Fotos: Rodolfo Martínez
En la tarde de este lunes, 25 de mayo, un suceso poco frecuente sacudió la habitual rutina de las tardes habaneras. El maestro Manuel Mendive, Premio Nacional de Artes Plásticas 2001, ejecutó el performance “Los colores de la vida”, como parte de las acciones que se desarrollan en el ámbito de la 12 Bienal de La Habana.
El recorrido con origen en el Anfiteatro de la Habana Vieja y que culminó en la Plaza de la Catedral tuvo como colofón la inauguración, en la recién remozada Galería Víctor Manuel, de la exposición “Energía para el amor y la bondad” que incorpora, además de las piezas expuestas, la instalación y la video- proyección. Esta muestra cuenta con el apoyo del Fondo Cubano de Bienes Culturales.
La acción performática, en la cual los cuerpos pintados desandaban por la calle acompañados por un coro de pequeño formato y los curiosos que se aproximaban, hizo énfasis en la música, específicamente, en la fuga, a partir de la superposición entre voces y líneas instrumentales, y entendida como la manifestación de mayor libertad dentro de la escritura contrapuntística. El maestro estuvo acompañado por una pequeña representación de la Escuela Nacional de Música y del Teatro Lírico Nacional, dirigido por Roberto Chorens.
Este tipo de propuesta estética se ha convertido en elemento frecuente dentro de la obra de Mendive. En el contexto de la 11 Bienal de La Habana, el Premio Nacional de Artes Plásticas presentó el performance “Las cabezas” que, al igual que “Los colores de la vida”, interactuó con los espectadores a partir de cuerpos desnudos o semidesnudos, decorados con un body art que simulaba selvas o animales mitológicos africanos.
La obra de Manuel Mendive (La Habana, 1944), se ha caracterizado en todo momento por mezclar estilos, técnicas, texturas y soportes para elaborar sus metáforas sobre los extraordinarios mitos del panteón afrocubano, entre otros motivos.
Sobre “Los colores de la vida” el Maestro Roberto Chorens acotó: “La música y los colores, las melodías y el trazo de un pincel, todo está tan mezclado que nadie puede osar separarlos y menos en estos ámbitos de la fuga y no de la huida, de la fuga como reafirmación del desplazamiento hacia nuestra elevación espiritual”.
Fuente: Fondo Cubano de Bienes Culturales