Si se camina desde Pío Rosado entre Parada y Cacique Guamá —dirección del hospedaje de los enviados especiales de la revista Arte por Excelencias a la Fiesta de la Cubanía en Bayamo— con rumbo a la Plaza de la Revolución de la segunda villa fundada en Cuba, el camino más corto para llegar a ella es precisamente aquel que no debe dejar de transitarse, pues tiene en su mitad un pequeño parque donde hay más de una edificación curiosa, como lo son la Casa de la Trova de la ciudad y un restaurante, El Cuchipapa, al que alguna vez volveremos —en la escritura, pues todavía no hemos hecho escala de abastecimiento en su carta—, por la originalidad de sus ofertas, que tienen que ver con platos típicos hechos a partir de recetas extraídas de diarios y escritos de los próceres de nuestras guerras de independencia, cuyo ciento cincuenta aniversario conmemoramos en este año 2018.
La emoción es intensa cuando uno llega a ese parque donde tuvieron lugar tantos hechos fundadores —de ahí que se le nombre Plaza de la Revolución—, la misma donde se encuentra la casa natal del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, devenida museo donde por estos días de celebración se exhibe la espada ceremonial de quien nació en cuna rica y murió en la más absoluta pobreza.
Esa espada —ya lo dijimos en otra información— recorrió las calles de la ciudad en un jeep descapotable y escoltada por una caballería mambisa y decenas de jóvenes en bicicleta, para al final confluir en las calles que rodean esta Plaza y ser entregada para su resguardo a los alumnos de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos.
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En estas jornadas de la Fiesta de la Cubanía serán constantes las ofrendas florales al monumento que preside este parque majestuoso, que no ha dejado de serlo mientras renueva desde hace alrededor de un año su vegetación, o cuando invita a pesar del sol ardiente a sentarse a disfrutar el entorno.
Si se continúa el recorrido y se enrumba por el bulevar de la calle General García —uno de los más extensos del país—, podrá constatarse lo que de tanto ver escapa muchas veces a la vista de los visitantes: las calles de Bayamo —sus instituciones públicas, comercios, establecimientos gastronómicos, hospedajes, museos…— están pensados urbanísticamente en función de sus pobladores. Esto, que parece una verdad de Perogrullo en materia de lo que debe ser una ciudad, ya sabemos que no se cumple casi nunca, y que el desorden campea por doquier en urbes aun más pomposas que esta. Bayamo es otra cosa. Otra cosa porque la gente la vive respetándola, amándola, cuidando de ella. La limpieza que exhiben cada calle, cada acera, es una prueba de pertenencia a una cultura, a un espacio, a un entorno.
He hecho esta digresión para decir que casi al final del bulevar de Bayamo se encuentra el Centro de Comunicación Cultural Ventana Sur, un lugar majestuoso en espacio y objetivos. Fue el que los organizadores escogieron para la presentación especial del número 41 de Arte por Excelencias, cuyo reverso de portada exhibe el afiche oficial de esta Fiesta de la Cubanía.
En el salón principal de la casona, junto a quien dirige Ventana Sur, nuestro colaborador Edgardo Hinginio, y acompañados por las hermosas voces del dúo Iris, tuvimos una velada memorable donde hablamos de lo hecho y de lo por hacer, junto a decena de amigos que brindaron con nosotros por que la publicación siga siendo fiel, al igual que Bayamo, al objetivo de trabajar con y para la gente, esa que se cruza y nos saluda como al mejor vecino cuando caminamos por estas calles llenas de historia.