Con los “cantos” de Sirena, como fuente de impulso creativo apareció en el horizonte del 26. Festival Internacional de Ballet de La Habana "Alicia Alonso", el Teatro de Danza Danés que motivó, gratamente, en la sala Covarrubias, del Teatro Nacional. Atractiva obra, que goza de un envidiable sentido de la dinámica contemporánea.
La eficaz teatralidad que desemboca en las piezas de Pontus Lidberg, coreógrafo, bailarín, director de cine, sueco, quien desde abril de este año dirige el Teatro de Danza Danés nos llegó en toda su dimensión. Muy conocido en Cuba es el célebre creador, desde que en el 2014 llegara aquí con su compañía Pontus Lidberg Dance, invitado al 24. Festival Internacional de Ballet de La Habana, y luego, en este 2018 que montó en Acosta Danza Paysage, Soudain, La nuit, que él bailó junto a esa agrupación, dirigida por el bailarín Carlos Acosta.
En casi una hora, este poema visual que es Sirena, permeó de un hálito de particular magia creativa el teatro habanero. Al que se añade el, ambiente submarino, del fondo de los océanos –donde supuestamente habitan estos seres míticos, mitad mujer, mitad pez- que tantas leyendas ha suscitado en el tiempo, logrado por esa cortina de una bruma y luces muy tenues que dibujan, además, un misterio particular. Pontus Lidberg estremeció nuevamente al auditorio con su diseño coreográfico, con esa síntesis magistral de ideas coreográficas que lo acompañan, sorprendiendo por los significados de sus mensajes. Aquí su imaginación juega con los roles de género, disímiles facetas narrativas –siempre a partir de la danza-, y suma, como buen realizador cinematográfico, la proyección de filmes conceptuales en torno a esas criaturas mágicas. Todo esto queda expresado en una ininterrumpida secuencia teatral, donde conjuga a la perfección: coherencia coreográfica, organicidad plástica, sentido del espacio y evocación de muchas artes.
Según las leyendas mitológicas, como reza en el programa de mano de la obra, Sirena lleva el nombre de esos míticos seres que atraían a los marineros con su canto, y los obligaban a lanzarse a los mares encontrando la muerte. Solo Ulises logró resistir su llamado, tapando los oídos de su tripulación con cera y atándose al mástil de su nave.La pieza considera el deseo de Ulises que nunca se puede cumplir, y, sobre todo, la canción de Sirena como fuente de impulso creativo… La obra que no intenta reproducir el mito/historia, se inspira, eso sí, en el anhelo eterno, creatividad y soledad, desembocando en una pieza repleta de proposiciones artísticas. Y el auditorio queda atrapado en las redes artísticas lanzadas por el creador, evidenciando una manera particular de enfrentar el movimiento y traducirlo al arte, en el que esboza un saber plantear ideas mediante el cuerpo, con la formulación de las dinámicas y los fraseos pertinentes para sacudir al espectador, llevándolo a sentir con el pensamiento también. Explota el sentido dramático de los movimientos y gestos que siembra en los 7 bailarines (seis hombres, entre ellos Pontus Lidberg, y una mujer,) donde se confirma una preparación física extrema que los nutre.
Protagonistas son también las combinaciones sonoras de obras de Stefan Levin –muy utilizado por Lidberg- (donde mezcla instrumentos acústicos con sonidos urbanos sintetizados), junto con la Sonata para piano No. 18 en sol mayor, de Franz Schubert, que, al unirse en un todo coherente, aportan el esqueleto para el convincente andar de Sirena, en la que es menester subrayar el diseño de luces (Rapahel Solholm), vestuario (Karen Young) y dramaturgia (Adria Guo Silver). Con la obra se presenta Written on Water, nuevo largometraje de danza creado paralelamente con la producción de Sirena.
Fotos: Ariel Cecilio Lemus