Las nueve y treinta de la mañana es la hora en que aquellos que ya van a llegar tarde al trabajo escogen la parada de Coppelia, en la céntrica esquina de 23 y L de El Vedado habanero, para esperar por un ómnibus que no acaba de arribar o viene abarrotado y los va a hacer llegar más tarde aún a sus labores.
Es la hora también de aquellos que marcan temprano en la siempre concurrida cola para entrar a la heladería Coppelia, la más grande de la mayor de las Antillas, a tomar eso que no se sabe si es helado y sobre qué está servido, pero que no hay más remedio que degustar si se quiere alardear de haber visitado la esquina más legendaria de La Habana, o si se pretende, ya próximo al mediodía, aliviar el gaznate con algo bajadito de temperatura.
Las nueve y treinta es la hora que escogieron los integrantes del ensemble Ricciotti, una orquesta sinfónica de Holanda, para realizar su performance musical «Ricciottiando en Cuba», como parte de un proyecto que los trae junto al pianista cubano Ramón Valle, quien reside desde hace algunos años en los Países Bajos.
Pocos segundos bastaron para que la «fría» esquina se pusiera caliente y se reunieran más de un centenar de personas que aplaudieron y pidieron más a los jóvenes instrumentistas holandeses… y agradecieron a los choferes por su demora.
Veamos qué trae a estos muchachos por acá: «Tocamos música sinfónica en vivo, por doquier y para todos. Cada año hacemos una gira internacional. Estamos muy contentos de que esta vez nuestro destino sea Cuba, y en especial esta bella Habana que está de cumpleaños y pronto arribará a su medio milenio. Estaremos en la Isla durante ocho días, haciendo música, intercambiando con el público y conociendo más de la cultura cubana. Ofreceremos cerca de veinticinco presentaciones en instituciones sociales y de salud, escuelas, proyectos comunitarios y espacios públicos».
Tres y cuatro conciertos abarcarán estos muchachos que para nada visten frac ni se ahogan con una corbata al cuello. Los lugares son tan disímiles y populares como la Casa de la Cultura de Centro Habana, la Escuela de Oficios Hermanos Ameijeiras, el área social del Proyecto Quisicuaba, el Parque El Curita, el Parque Pilón, el Cardiocentro Willian Soler, una Casa de Abuelos de Playa, la sede del Proyecto Clave de Sol, el Parque Maceo, el Hogar Materno Leonor Pérez, la Plaza Vieja del Centro Histórico, la Plaza del Cristo y el Cafetal Angerona, este último en Artemisa.
Intercambiarán también con estudiantes de las escuelas de música y de arte Paulita Concepción, Eduardo Abela y del Instituto Superior de Arte.
Y qué decir del repertorio: cuentan en sus partituras con obras de Joan Sebastian Bach, Dizzy Gillespie, The Andrews Sisters, Gonzalo Roig, Los Van Van, Isaac Delgado y hasta un popurrí de reguetón de autores diversos (de esto último, por favor, que no se enteren los choferes aludidos).
Vaya, que si la cosa es hablar de disciplina laboral, a los holandeses de «Ricciottiando en Cuba» habrá que reprocharles ser los culpables de que un chorro de personas de esta ínsula hayan llegado más tarde de lo planificado a sus respectivos centros laborales. Y que nos hayan dejado con la idea de convertir la tristemente maltrecha heladería Coppelia en una excelente sala de conciertos.