Por: Alicia García Santana
En la muestra que nos ofrece la joven artista trinitaria Yudit Vidal (1979) se funden en una sola pieza dos artes, la lencería y la pintura; manos y mente; tradición heredada y profesionalidad adquirida; legado y reafirmación de época, sublimación a través de la creación artística de un fenómeno más amplio del que la ciudad de Trinidad es el principal escenario del país: aquel donde pasado y presente conviven para el bienestar de una comunidad marcada por un fuerte sentido de tiempo y de lugar proveniente del pasado en la que, sin embargo, fluye la vida contemporánea plena y compleja. Es la muestra, símbolo y proposición, puente entre dos esferas que lejos de la contradicción son fuente nutricia de arte verdadero y alta calidad de vida. Posición de vanguardia que debe llamar a la reflexión y marcar al rojo vivo, con indeleble huella, el quehacer y el corazón de los trinitarios.
Veinte artesanas configuran el soporte a la pintura, a modo de lienzo de inigualable belleza por la sutileza de los temas, por la antigüedad de los mismos, por la finura del bordado, por la suavidad de un tejido sobre el que estalla el dibujo a mano firme de una artista que, en color y silueta, podría ser inscrita dentro de la proyección pictórica establecida por el gran Servando Cabrera Moreno. Líneas y color modelan rostros, tema predominante de la pintura de Vidal, en la que también se aprecian elementos decorativos, a modo de bordados.
Vidal inicia su formación en la escuela «Oscar Fernández Moreira», entidad en la que estudió un grupo de plásticos de la localidad, de reconocido prestigio. Se gradúa en el Instituto Superior de Arte en 2008, en el perfil de artes plásticas vinculado a la conservación de los bienes muebles. El patrimonio está en su obra, Trinidad está en ella y es una de las fuentes de inspiración de esta singular muestra que, por supuesto, va más allá pues también nos brinda las aristas más íntimas de la sensibilidad de la autora, ofrecida en cada uno de los trazos pero muy en particular (es una apreciación personal) en la libélula que leve posa, no apresada, sobre la malla de un tejido. Muestra que prestigia un quehacer que cuenta con 36 exposiciones personales y colectivas y numerosos reconocimientos otorgados por una obra constante, esforz