Tiene casi tres metros de alto por seis de largo y la pincelada rota, el trazo libre, el goteo y la energía habitual en el lenguaje del americano. Mural fue un encargo que la mecenas, galerista y coleccionista Peggy Guggenheim le hizo al artista para tener en su salón un pieza impresionante que simbolizara su apoyo al arte más joven. Era el año 1943 cuando Pollock entregó su obra: “Es una estampida - dijo años después - Cada animal en el oeste americano, vacas y caballos y antílopes y búfalos, todos a la carga a través de la maldita superficie”.
Esa energía contenida entre bastidores es el eje sobre el que gira la exposición “Mural. Jackson Pollock. La energía hecha visible”, comisariada por David Anfam, Senior Consulting Curator del Clyfford Still Museum de Denver (EE.UU), y organizada por el University of Iowa Museum of Art, una muestra itinerante que, al dejar Málaga, viajará a la exposición Abstract Expressionism de la Royal Academy of Arts de Londres.
La exposición reúne 41 obras que incluyen una selección de pinturas de Pollock, y obra de autores como Adolph Gottlieb, Roberto Matta, Robert Motherwell, David Smith, Charles Seliger, Andy Warhol, y los españoles Antonio Saura y Juan Uslé. Entre las obras expuestas, también fotografía, con firmas como Herbert Matter o Barbara Morgan, que investigan la relación entre la obra de Pollock y la denominada fotografía de acción.
Con Mural, el Museo Picasso de Málaga aborda de nuevo los efectos de la obra de Picasso en artistas posteriores como ya hicieron con la obra de Bill Viola (2010), Martin Kippenberger (2011), Richard Prince (2012) o Louise Bourgeois. Mural, como han contado miles de sus biografías y aseguró la propia esposa del artista es el resultado de la admiración de Pollock por los muralistas mexicanos y de la enorme impresión que el artista recibió al ver por primera vez El Guernica de Pablo Picasso.
Fuente: http://www.art-madrid.com