Por: J.M. Plaza
"Hay que reconocer que los grandes acontecimientos no producen buena literatura, más bien sirven para engendrar libros mediocres. En las épocas de lucha y de violencia, la energía se enfoca íntegra en la acción y no queda remanente alguno para otras actividades".
Así lo señala Pío Baroja en el breve prólogo de Los caprichos de la suerte antes de empezar a contarnos las peripecias de Luis Goyena y Elorrio, un periodista vasco que huye a Valencia, en tiempos de la Guerra Civil, para embarcarse hacia Francia y vivir en el París del exilio, pero también el París de las tertulias y del desencanto a las puertas de una nueva guerra en Europa.
Los caprichos de la suerte es una novela inédita (la única que quedaba) de Pío Baroja, y con ella se cierra su trilogía Las Saturnales, sobre los tiempos de la Guerra Civil y sus consecuencias. Las tres novelas se escribieron en la misma época, pero tuvieron distintas aventuras editoriales.
El primer título, El cantor vagabundo, se publicó en 1950; el segundo volumen, Miserias de la guerra, no pasó la autorización de la censura y permaneció inédito hasta el 2006, año en el que el escritor navarro Miguel Sánchez-Ostiz publicó una transcripción del texto. Ahí ya se señalaba la existencia de una tercera parte, que ahora Espasa, la editorial en la que publicaba Baroja, recupera y lanza en una cuidada edición de Ernesto Viamonte-Lucientes y con introducción de José-Carlos Mainer. Este catedrático aragonés es uno de los grandes especialistas en Baroja y el responsable de la edición de sus Obras Completas que, en 16 volúmenes, publicó Círculo de Lectores a finales de los años noventa.
Fue el propio Mainer el que se encargó de sacar adelante esta novela inédita. Pío Caro-Baroja, sobrino nieto del escritor y representante de sus herederos, lo recuerda: "Hace unos tres años vino José-Carlos a consultar unos datos a la biblioteca familiar y ahí se encontró con este texto, una novela que estaba acabada, pero que tenía un gran trabajo de reconstrucción. Es la tercera versión de la original, un texto que dio a mecanografiar, pero luego añadió amplios párrafos y anotaciones al margen, escritos con esa letra apretada y ya borrosa de mi tío. Se ha tenido que hacer una labor casi paleográfica".
Los caprichos de la suerte es la última obra inédita de Pío Baroja. "Quedan cosas sueltas y fragmentarias: semblanzas, memorias, miscelánea que iremos agrupando y publicando poco a poco, pero ninguna obra importante", comenta el sobrino nieto, que es el responsable de Caro Raggio, la editorial familiar que, desde que se fundó en 1972, ha ido publicando, con un criterio casi artesanal, las obras del escritor de la Generación del 98 y de su familia: Julio Caro Baroja, Pío Caro Baroja (padre), Ricardo Baroja y Carmen Caro.
"Al escritor, la guerra le preocupaba mucho. Muy pronto editó en Chile un volumen de ensayos y artículos titulado Ayer y hoy, en el que dejaba bien claro cuál era su actitud ante la contienda, ganara quien ganara. Los personajes de sus novelas no cuestionan la República, aunque reprueban el caos y el desorden que produjo, y ven el estallido del conflicto como una cosa de locos. Baroja siempre mantuvo la idea de que la guerra la había perdido la clase media, que era la suya", dice José-Carlos Mainer, quien habla de otras obras del escritor que ya tocaron parcialmente el tema: Todo acaba bien... a veces, de 1937; Susana, de 1939, y Laura o la soledad sin remedio, que considera la mejor.
Sus memorias, Desde la última vuelta del camino (1944-49), aparecieron en siete tomos y en ellos no se habla de la Guerra Civil. Sería en el año 2000 cuando sus herederos autorizaron la publicación de dos volúmenes más que abordaban el delicado asunto.
En los últimos años, Pío Baroja escribía de una forma fragmentaria, tomaba textos de un lado y de otro y hacía añadidos y apaños, como un collage, según José-Carlos Mainer, quien señala que Los caprichos de la suerte es una nueva reescritura de su relato Los caprichos del destino, publicado en el volumen Los enigmáticos en 1948. "Es la historia de un personaje hastiado de la guerra, que huye a París, participa en tertulias y se enamora de una mujer".
El paralelismo de la acción es evidente, aunque la nueva obra es una novela de 200 páginas y tiene otros protagonistas. "Hay un capítulo", dice José-Carlos Mainer, "en el que aparece, en el bar del hotel, un viejecito que habla de que Alemania ya no es lo que era y arremete contra el nazismo. Ese personaje es el propio Baroja". También hay referencia al hotel Cisne, lugar que fue protagonista de una novela del mismo título, lo que muestra que en los últimos años las historias de este novelista melancólico se construían como vasos comunicantes.
Pío Baroja es uno de los más grandes narradores del siglo XX. Sus mejores y más populares títulos los escribió a principios de siglo: Zalacaín, el aventurero, Silvestre Paradox, El árbol de la ciencia, Las inquietudes de Shanti Andía, Camino de perfección...
Para José-Carlos Mainer es uno de los novelistas que mejor ha envejecido y cuyas obras siguen gozando del favor del público. "El resurgir de Pío Baroja se inició en 1972, con su centenario; continuó con la publicación de sus obras completas y hoy es un autor que se lee y leen también los jóvenes. Yo le considero un escritor de salida, con cuyos libros uno se puede iniciar en la lectura, mientras que Azorín sería un autor de llegada, para lectores que ya tienen experiencia".
El novelista no ha dejado tantos discípulos como admiradores de prestigio. Nombres tan dispares como Luis Martín Santos, Miguel Delibes, Juan Benet, Juan Marsé, Vázquez Montalbán o Muñoz Molina han mostrado sus simpatías y devoción por el viejo gruñón indomable.
Uno de los escritores que mejor conoce, y que ha seguido de cerca la obra de Pío Baroja, es Andrés Trapiello. "En Las armas y las letras, hace más de veinte años, ya hablo de la existencia de esas dos novelas sobre la Guerra Civil, que entonces sus herederos no consideraron oportuno publicarlas. Pío Baroja fue un hombre independiente, que se mantuvo fiel a sí mismo, y no estuvo nunca ni con unos ni con otros. Por eso fue incómodo para los dos bandos".
Para Andrés Trapiello las mejores obras de Pío Baroja son las de los primeros años. "Son novelas tradicionales de muy cuidada factura, armazón y argumento. En los últimos años se esmera menos en construir la novela, no cuida la estructura, pierde un poco de fuelle, pero su prosa es y está más vigorosa que nunca. Eso se nota en sus libros de memorias. Nadie tiene tan viva la facultad de contar como Baroja".
En su libro Otoño en Madrid hacia 1950 (año en el que Baroja escribió Los caprichos de la suerte), Juan Benet recuerda así sus visitas al novelista: "Era todo lo contrario a un maestro y aquel que acudiera a su casa para oír de sus labios lecciones magistrales, opiniones muy agudas... podía salir defraudado".
Fuente: http://www.elmundo.es