Por: Raúl Gorroño, S/C de Tenerife
Al escultor Carlos Nicanor (Gran Canaria, 1974), que actualmente comparte una exposición, "Osmosis", con otro artista, Julio Blancas, en el Tenerife Espacio de las Artes en Santa Cruz, le gusta buscar cinco patas al gato, o al animal u objeto que se le ponga por delante y despierte su espíritu observador, motivos que luego transforma en obras. Esta actitud le ha llevado a ser el artífice de una obra muy original, llena de imaginación y de matices, una considerable carga surrealista, además de una poesía tridimensional con intensidad y carga expresiva.
Este inquieto artista, que ya prepara una nueva serie para exponerla en la Twin Gallery de Madrid, con la que asistirá a la Feria Art Marbella, acaba de regresar de la capital de Cuba, en donde participó en el proyecto "Detrás del muro: En el medio de la nada", incluida en la XII Bienal de La Habana. Allí presentó la instalación "Lemon way", con la galería Artizar de La Laguna.
Esta propuesta , cuya fuente de inspiración fue la película "El mago de OZ", de Víctor Fleming (1939), un clásico de la literatura infantil, es un camino construido con ocho mil adoquines de madera pintados de amarillo que trazaba un recorrido de unos cien metros, por dos de ancho, hasta perderse en el muro del famoso Malecón habanero.
Esta simbólica intervención, que recuperó para uso público un espacio que estaba cerrado desde hacía años en el parque Maceo de la capital cubana, llamó la atención de la crítica y de las personas que pasaban por el lugar por los sugerentes mensajes que encierra esta propuesta que allí se quedó como recuerdo y paseo para los viandantes, aunque al parecer ya han empezado a "desaparecer" algunas de las baldosas.
"Seducidos, los espectadores iniciaban un viaje utópico en busca del final del sendero, para aparentemente encontrar respuestas a sus preguntas y descubrir sus sueños y emociones", señaló el crítico de arte Daniel G. Alfonso sobre el montaje de Nicanor.
El único embajador del arte canario presente este año en la bienal habanera, consiguió realizar de nuevo uno de los objetivos de su obra, hacer reflexionar a las personas que se acercan a sus cáusticos objetos y artefactos que diseña y "esculpe" con total entrega, y a los que otorga un nuevo sentido.
En el caso de su instalación "Lemon way", que sale bastante de su línea habitual, el artista grancanario despertó en los participantes en el evento artístico esa ilusión por realizar un viaje a un mundo mejor. El embargo económico y comercial con el que Estados Unidos castigó a Cuba era la base reflexiva de su propuesta.
El construyó los primeros cien metros de una autopista imaginaria, que lleva hasta la orilla del mar situada en el Malecón, pero que conduce en línea recta a Miami. Son noventa millas de mar que cada viandante completará con sus imaginarios adoquines amarillos. El ingenio de Nicanor trazó por dónde va esa autopista, aunque reconoció que no le importaría que su "Lemon way" emergiera del mar en Miami, la Ciudad Esmeralda para muchos cubanos. "Es lo que me gustaría que pasara".
Carlos Nicanor, que ha vivido una experiencia fantástica en Cuba, donde ha conocido a interesantes artistas como el maestro Mendive, es una persona seria y responsable con su trabajo, pero también es un cachondo mental, sobre todo cuando concentra su imaginación en crear esa galería de "seres-objeto" que hablan por si mismos.
"Mi obra invita a la reflexión, pero no hace crítica. En este caso de Lemon way me he separado un poco de mi obra habitual. Ha sido concebido para el sitio donde está. No ha sido al azar y ha habido que documentarse antes. Nunca en mi trabajo anterior he hecho una crítica, aunque tampoco es una crítica radical. Hace alusión a un momento sociopolítico que cuajó en la idea en su momento".
Él nunca se ha parado a pensar las claves que definen la "nicanorfomanía", aunque reconoce la influencias de otros artistas como Brancusi o Giacometti, o el poeta barcelonés Joan Brossa.
Lo que sí reconoce es que le atrae buscar cinco patas al gato, una fórmula que le ayuda a encontrar nuevos e insólitos sentidos a los objetos que deambulan por su mente. "Es divertido. Creo que dentro del trabajo que desempeño con mi obra personal me gusta como reinventar el objeto. Ese diálogo, siempre guardando el respeto que se merece lo anterior, forma parte de ese reencuentro con la nueva forma".
También siente una especial predilección por la ironía, "hay que tener un punto cachondo siempre, aunque no todas las obras se pueden llevar a un punto irónico, pero si creo que a veces, inconscientemente, haces ese guiño. Creo que ese guiño divertido dentro de una obra tan sobria y seria le da ese puntillo, ese plus. Me gusta jugar con ese punto cachondo". Al final, será el espectador quien saque con libertad sus propias conclusiones, "aunque yo tenga la mías".
A este modelador de formas le gusta observar su entorno hasta la saciedad, las imágenes que le rodean. "Somos máquinas de mirar. Los artistas quizás tengamos la manía de mirar mucho, de remirar y siempre le sacas una lectura y otra, y otra. Es con lo que te vas quedando, por eso quizás empiezan a aparecer los trabajos lineales, la línea definida".
La máxima expresión de la pieza es uno de los nortes que definen el trabajo de Nicanor, al que también le gusta experimentar nuevos materiales, aunque esa materia no es lo más importante.
"Siempre que trabajo pienso en la idea, no en el material, aunque cuando empiezas a depurar tu trabajo la materia es un aspecto que vas conociendo y te acostumbras a ello. Cuando trabajas lo más importante es la idea, depurarla y convertirla en objeto, en ese objeto que tu quieres. Lo que me interesa es el resultado final. Es realmente en lo que haces hincapié".
El azar es una palabra que no forma parte del vocabulario creativo de este artista canario, al que le gusta tener todo bien atado antes de abordar un proyecto. Él se considera un poco "friki" en ese sentido, e incluso "pesado".
También confesó que tiene auténticos problemas con la escala de las obras a la hora de ubicarlas en un espacio. "Tengo un problema con la escala y a veces no se cortar por la sano y decir esta pieza debe ser grande o pequeña. Cuando pienso en pequeño pienso en muy pequeño y cuando pienso en grande, en muy grande".
Algo parecido le ocurre con la belleza, porque siente cierto magnetismo por lo grotesco, lo feo y en cierto modo horrendo, en contraposición a los cánones establecidos de lo bello. De ahí quizás le viene su abierta admiración por el surrealismo y el dadaísmo.
Cuestionado sobre el carácter punzante de algunas de sus piezas, casi punkies, con afiladas puntas, reconoció que "todo es inconsciente. Me dan un punto esas piezas a las que no te puedes acercar, que tienen ellas mismas una coraza. Son tan suaves y hermosas, pero si te dan ese rechazo".
Carlos Nicanor es hablador y bastante extrovertido. Ahora está centrado en las obras que va a exponer en Marbella y Madrid, aunque también investiga nuevas fuentes de inspiración. "Me he dado cuenta de que a los cuentos clásicos se les puede dar una vuelta de tuerca y sacarles, desde el punto de vista artístico, resultados impresionantes".
Fuente: eldia.es