Por: Carina Pino Santos
La diversidad y amplitud de las propuestas de la XII Bienal, así como su inclusión en la vida citadina, ha sido, sin duda, una de las bondades de esta XII Bienal de La Habana.
“Entre la idea y la experiencia”, el lema bajo el que se articuló el evento se manifestó de forma coherente con lo anterior mediante un concepto de lo transdisciplinario para reflejar las múltiples dimensiones de la complejidad social y del arte en el siglo XXI.
Una definición clara de lo que es transdisciplina, nos la aportó el teórico Jesús Martín-Barbero, cuando explicó que esta establece “…unas relaciones cada vez más densas no sólo entre ciencias exactas y ciencias humanas o sociales, sino de las ciencias con las artes, con la literatura, con la experiencia común, con la intuición, con la imaginación social…”¹
En esa dirección, la Bienal se desarrolló con un ímpetu arriesgado que hizo posible la actualización de los diferentes públicos sobre las vías de expresión del arte a inicios del nuevo siglo.
La interrelación entre el arte y el público es uno de los rasgos que había estado en las anteriores ediciones de nuestra bienal habanera, pero en esta halló un impacto cultural mayor al desplazarse de forma extensiva en espacios públicos diversos en la capital. Algo que fue reconocido como un éxito en nuestros medios que resaltaron la interacción vital entre los espectadores y las obras. Aquí el disfrute general devino experiencia educativa, estética, lúdica y creativa. Casa Blanca, el Barrio Colón, la librería Fayad Jamís, el polideportivo de San Isidro, el Parque Trillo, el Barrio Chino, el proyecto Detrás del Muro que reprodujo una playa, obra del artista Arlés del Río en el malecón y muy cerca del parque Maceo, la pista de patinaje que instalara Duke Riley, entre otras llamativas propuestas, lograron con éxito la creación de ambientes propicios para esa dinámica poderosa de inserción social de las prácticas artísticas que tiene como prioridad, en nuestras Bienales, al arte del Sur.
La participación de más de 900 creadores en total, acreditó la magnitud de este encuentro, para cuya realización fue esencial la colaboración de instituciones, organismos, centros, y organizaciones de La Habana.
Sin embargo, en un inicio, durante la primera semana sobre todo, la simultaneidad en la apertura de tan cuantiosas como significativas exposiciones, obras, proyectos, performances, etc., no permitieron la asistencia de muchos. Las cotidianas insuficiencias de nuestro transporte público, y la coincidencia de inauguraciones nos aturdieron e impedían, lógicamente, asistir a varias muestras a la vez. Por cierto, algunas de estas exhibiciones sumaban a su interés integrar al público de forma interactiva o implicaban la visibilidad única de una acción, performance u otra manifestación temporal que no podría repetirse y permanecer todo el periodo de exhibición, sino tan solo ese día.
Una se pregunta si era necesaria esa coincidencia entre tantas y apreciables aperturas, muestras y acciones que parecían estar sincronizadas todas en la primera semana, cuando aún la Bienal tenía ante sí un mes para su valioso despliegue.
La XII Bienal señaló una necesaria convocatoria, por su plataforma conceptual, a que se realicen en Cuba estudios sociológicos y culturales sobre participación y consumo de este tipo de evento, donde se evidencia la diversidad de funciones que solo el arte contemporáneo puede ofrecer, entre estas, una que apenas se menciona, que es la educativa. En el mes de junio, el ciudadano que estuvo en la capital se vio ante sucesos y obras que, seguramente, le provocaron inesperadas interrogantes sobre los cambios que se han producido en lo que él consideraba como las artes visuales. ¿Es arte el sonido, bailar sobre una pista que asemeja al hielo en un verano de 33 grados, ver volar un dron sobre el malecón habanero y en la Plaza de la Catedral?
La XII Bienal fue, además, una posibilidad para que todos nos aproximáramos al concepto de desmaterialización del arte en la contemporaneidad. El asistente a la Bienal pudo percatarse —como en las pasadas once ediciones, pero mucho más en esta última—, de que ya no se consideran solo las otrora llamadas bellas artes, pintura, dibujo, escultura, fotografía, sino que se comprenden también acciones, emplazamientos y espacios, además, que se implica a las ciencias, al urbanismo como entramado arquitectónico y social, todo lo anterior transformado con creatividad, a la par que estas obras suscitan impensadas percepciones y pensamientos en los espectadores.
En época de consumismo exagerado y homogeneización mundial, asistir a un evento de tantos artistas en nuestra isla con las características innovadoras de nuestra Bienal ?para la que se acreditaron más de mil estadounidenses—, y que se extendió a barrios de la periferia, el malecón habanero, y diseminados espacios públicos, constituyó un regalo cultural de lujo para los capitalinos.
Según Nelson Herrera Ysla, uno de sus fundadores que la ha acompañado como curador durante las tres décadas de su existencia: “La Bienal de La Habana, en muy pocas ocasiones, ha conocido de aproximaciones y reflexiones profundas. Quienes la concebimos y organizamos cada vez estamos conscientes de ello, lo cual no nos desanima a sostenerla y rearticularla cuantas veces sea necesario en busca de su definición mejor porque somos conscientes de su necesidad histórica, de su rol en la cultura contemporánea.”.
Acompañar cada una de nuestras Bienales con nuestra participación valorativa, crítica o simple asistencia se convierte en una de las opciones más esperadas. Este evento es, posiblemente, dentro de los numerosos que ya existen en el mundo en su tipo, uno de los más complejos, a la vez que se organiza con más modestos recursos económicos en Cuba. Al respecto el escritor y asesor de la presidencia del país, Abel Prieto expresó que “nuestra Bienal se hace desde la pobreza irradiante, como dijera José Lezama Lima”.
Pero todos sabemos el reconocimiento internacional de alta valía obtenido en el mundo por nuestra Bienal de La Habana.
Su realización con éxito se debe a muy diversos factores, entre los que debe mencionarse la elevada preparación de un pequeño equipo de curadores, al que se suman directivos, especialistas y trabajadores del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam y el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, entre otras instituciones, así como su tesón y resistencia ante las dificultades.
Como parte de la Bienal, una cantidad considerable de artistas realizaron en sus respectivas residencias, talleres, etc. los Open Studio (Estudio Abierto), una variante que permite ver obras y estar en contacto directo con los creadores en su sitio de producción.
La modalidad, presente en anteriores ediciones, ahora tuvo una extensión y alcance mayor. Razón por la que demandará que el equipo de curadores se plantee alguna estrategia acorde con este incremento, de forma que posibilite una mayor asistencia y más organizada cobertura en los medios de acuerdo a la calidad de las propuestas de cada Estudio Abierto.
Por ejemplo, el Open Studio de Los Carpinteros, integrado por el dúo de Marco Antonio Castillo y Dagoberto Rodríguez, tuvo una afluencia significativa de público nacional e internacional. Ellos a su vez invitaron a dos artistas José Dávila y Osvaldo Macía, quien intervino la biblioteca de la residencia de los artistas. El futuro de este Estudio ?según me expresara Castillo el día de la inauguración?, estará no solo dedicado a exponer las obras de los Carpinteros, sino también a su restauración, a la vez que no descartan la opción de atraer a otros para que expongan en su espacio personal.
De manera coincidente con el contexto posterior al 17 de Diciembre, se observó un punto común de realce respecto a la participación de estadounidenses y cubano-americanos en varias exhibiciones. La exposición colectiva Entre, Dentro, Fuera (Between, Inside, Outside) en el Pabellón Cuba tuvo la curaduría de Dannys Montes de Oca y Royce Smith y descubría la obra de cubanos y de artistas procedentes de los Estados Unidos.
Paralelamente, en la Casa de las Américas se desarrollaron los Diálogos sobre Arte Cubano con artistas e investigadores. Se realizaron varios paneles los días 3 y 4 de junio. Este último día cerró con el Panel Arte cubano: diálogos II en la Sala Manuel Galich, donde se presentaron los cubanos Esterio Segura, Reinier Leyva Novo, Humberto Díaz, Glenda León, quienes presentaron sus proyectos, junto a los cubano-americanos Antonia Wright, Rubén Millares y Marcos Valella quien se interrumpió varias veces, emocionado, al narrar anécdotas del reencuentro con su familia en Cuba, donde nacieron sus padres.
El puente iniciado en este encuentro continuará en La Florida, según explicó la especialista Elizabeth Cerejido, promotora del intercambio con La Habana.
Asimismo artistas de manera independiente, dedicaron su muestra a este tema como núcleo expositivo. Michel Mirabal en su exhibición Carrera de relevo en el complejo militar de La Cabaña representó las banderas de Cuba y Estados Unidos, mediante técnicas mixtas, empleó casquillos de bala pintados, materiales reciclados, alambres, pintura chorreada sobre recortes de periódico, collage de materiales diversos y cajas de luz. Próxima a la entrada instaló una virgen de la Caridad del Cobre en la que, de manera espontánea, los visitantes comenzaron a dejar donativos, en el camino de desear el bien hacia el restablecimiento de las relaciones.
La propia Cabaña y el Morro fueron un emplazamiento fundamental para la mayor exposición de arte cubano que se haya realizado hasta el momento. Titulada Zona Franca, permitió apreciar el periodo por el que se hallan en su producción artística los cubanos.
Se hizo evidente, también, al producirse ese gran despliegue de obras, la necesidad de un evento de otro tipo en Cuba, una feria de arte, que cumpla con los cometidos que la diferencian de una bienal, pero que permita esa necesaria retroalimentación entre el arte, los artistas, los coleccionistas, y el posible público comprador.
En otra dirección, si bien los espacios de divulgación centraron su interés sobre el arte contemporáneo de la isla, se produjo una notable promoción en la televisión y los periódicos sobre esta muestra e incluso, a unos días de abierta, se estableció un transporte que salía desde frente al Capitolio para ir hacia el Morro y la Cabaña donde se exhibía Zona Franca y visitar las obras en Casa Blanca, no hubo todo el flujo de público necesario para disfrutar de esta magnífica exposición para la que se realizaron grandes esfuerzos. Sería atendible precisar para próximas bienales si este espacio no demandará de establecer opciones que acerquen más al público cubano, con ofertas que le permitan permanecer el tiempo necesario que lleva el recorrer las sucesivas bóvedas con obras de arte. Sin que estas traigan consigo, claro está, el desvío de la atención de lo principal que es la visita y disfrute de las manifestaciones artísticas.
Intentar apresar todos los aspectos de la aún reciente XII Bienal de La Habana del 2015 en unas pocas páginas resulta imposible. Como bien dijimos en otro artículo, la propia amplitud y complejidad del evento conlleva el reflejo de temáticas, ángulos y enfoques muy diversos. Es de ese mosaico de reflexiones, puntos de vista, y perspectivas diferentes que podremos obtener una visión general del principal acontecimiento en nuestras artes visuales.
Notas
¹ Cftese del autor “Transdisciplinariedad: nota para un mapa de sus encrucijadas cognitivas y sus conflictos culturales”. Ponencia en el Congreso Internacional “Nuevos Paradigmas transdisciplinarios en las ciencias humanas”, universidad nacional, bogotá, abril 7, 8 y 9 de 2003 y publicado en el libro J. E. Jaramillo (comp.) Culturas, identidades y saberes fronterizos, CES, Bogotá, 2005.
Fuente: Cubarte