El arte casi siempre se reconoce desde la primera vez que se ve. Pero hay ocasiones en que encuentra maneras extrañas de ser. Hay veces en que el artista es apuntalador, restaurador, pintor de brocha gorda.
Ese es el caso de la mayor parte de las instalaciones que hasta el 22 de junio estarán en la localidad habanera de Casablanca en el marco de la XII Bienal de La Habana.
Para la estación ferroviaria Hersey, por ejemplo, la Bienal fue una bendición. Ahora sus paredes están pintadas, al igual que sus bancos. El lugar es más limpio y agradable.
Lo mismo sucede con la Sala de Video, que acoge la proyección e instalación Sur-Sur, que a partir de una multiplicidad de relatos, narrativas y reflexiones visuales y sonoras reflexiona sobre la condición geográfica de Casablanca.
Si algo une las muestras de la Bienal en este pueblo costero es que en su mayoría fueron elaboradas con la participación de sus habitantes: el mural del reconocido artista venezolano Juvenal Ravelo, el proyecto de restauración y decoración de la casa de la familia Chinique, el Muro de Ánima, etc.
Para esta ocasión el Museo de Arte Contemporáneo de Puno se unió a Echando Lápiz. La obra consistió en la reparación de dos habitaciones de la vivienda de Georgelina Alberto Chinique, hija del antiguo propietario de las embarcaciones que viajaban de La Habana a Casablanca, para convertirlas en salas de exposiciones mientras dure la Bienal.
Fuente: Cubadebate