Por Xenia Reloba y Héctor Bosch
Caos se nombra la muestra colectiva expuesta en Galería Habana desde este 9 de mayo y hasta el 10 de junio. Allí convergen piezas de creadores cubanos contemporáneos que en estos momentos tienen una presencia destacada en los circuitos de promoción del arte mundial.
Tal vez la noción del caos se ha vuelto algo menos incomprensible, puesto que los científicos la han validado para explicar fenómenos del mundo material. En cambio, la complejidad de la sociedad y del propio ser humano aun deja aristas a la creatividad artística, que aventura interpretaciones o representaciones con disímiles lecturas.
Estas producciones simbólicas viven también su propio universo caótico en el mercado del arte, por lo que la trascendencia de su discurso está en íntima relación con la promoción comercial de la obra y del artista.
A propósito del tema, el curador Yadier Pérez comentó que Galería Habana ha logrado un paso sostenido en la difusión y comercialización internacional a través de la subasta, y también con su presencia en otros escenarios del mundo.
Resalta, asimismo, la importancia de un mercado interno que impulse la colocación del producto artístico, lo cual en el caso de Cuba se hace difícil por las condicionantes socioeconómicas.
El especialista refiere que se ha logrado aumentar el valor de la obra de representantes de la vanguardia plástica cubana. En el caso de los creadores contemporáneos, algunos se han colocado en circuitos foráneos o han establecido nexos con centros promotores del arte fuera del país, aunque mantienen el atractivo que les confiere la singularidad política de la Isla, «el doble sentido y hasta las mismas tensiones que suscita la relación con los Estados Unidos».
Interesa mucho el arte cubano “hecho en Cuba”, acota, quizás más que el realizado por quienes emigran y se pierden en la vorágine del mercado mundial. En ese interés contribuye la labor de instituciones nacionales y eventos como la Bienal de La Habana, que «reúne a artistas selectos» y permite el lanzamiento de sus creaciones.
Dentro de este panorama se inscribe Caos, a partir de una problemática que va «de lo particular a lo universal, y trata el caos que se vive cotidianamente: urbano, colectivo, social, financiero», explica.
«Se hizo una selección de varios artistas con determinado tipo de mercado que se ha sostenido con el trabajo de Galería Habana y de la estética, del valor de sus obras», creadores que no han devaluado su propuesta en aras de facilitar la venta y «se han mantenido incluso subiendo las paradas en precios, participando en bienales», subrayó.
«El caso paradigmático quizás es Carlos Garaicoa, con una presencia constante en exposiciones en Europa y Estados Unidos. Y también Los carpinteros, que gozan de reconocimiento internacional», enfatizó.
Según Yadier Pérez, la Bienal «es marco propicio para la reunión de grandes coleccionistas, amantes del arte, críticos, teóricos, artistas. Estos últimos, a veces por compromisos de trabajo, no están mucho tiempo en Cuba o no exponen constantemente en el país, algunos desde hace años», y en este sentido hizo referencia a HB, otra exposición en Pabexpo, con autores que hace tiempo no muestran su obra en la Isla.
Volviendo al tema de la comercialización del arte, el especialista sugiere que «aunque las ideas locales tienen un gran valor, debe buscarse que se puedan comprender en otras circunstancias. Este es quizás un problema para algunos artistas, con relevancia para su país, su sociedad. Pero creo que tienen que pasar un poco más allá, alcanzar otro nivel, digamos, espiritual, otros sentidos».
Sobre Caos
Las piezas de Garaicoa incluidas en esta muestra han sido impresas en hueso y aluden a la depauperación del entorno urbanístico, en una conjugación paradójica de belleza y destrucción. Mientras, Los carpinteros aprovechan el simbolismo de un objeto muy vinculado a la experiencia histórico-vivencial del cubano: el quinqué o farol chino.
Yadier menciona a los hermanos Yoan e Iván Capote, quienes «ya se han establecido sobre todo en el mercado norteamericano». El primero está representado en Caos con una escultura-instalación estructurada como edificaciones, simbólicamente armada con candados laberínticos, y del segundo se exhibe una obra bidimensional de marcado conceptualismo.
Por su parte, Felipe Dulzaides vuelve a los espacios de la ciudad y su influencia sobre el individuo, al que otorga una mirada subversiva a través del dibujo integrado a la imagen fotográfica.
Glenda León provoca la alucinación de un cielo prohibido en caja de luz, y Reynerio Tamayo evoca la violencia con un coche de niños convertido en tanque de guerra.
Aquí está la puesta en escena
Sobre la sui generis convocatoria de Galería Habana, Felipe Dulzaides considera que hay un denominador común en las piezas: «la sensibilidad, que está muy a tono y tiene que ver con el arte conceptual. Las piezas dialogan en el lenguaje minimal, con referencias a accidentes, a la arquitectura, el urbanismo».
Acerca de su obra, apunta que «tiene que ver con la relación del individuo con la ciudad. He investigado sobre cómo esta afecta nuestra subjetividad. Los monumentos, la propia ciudad, dictan un estado, un comportamiento. Con estas pequeñas acciones el individuo está subvirtiendo ese estado».
«El caos es una cosa muy grande porque el ser humano trata de controlar la vida y se sabe que no es posible. Es un pie forzado. Cuando el curador me llamó miré en mi trabajo y encontré una serie acorde con el tema», dice, y agrega que en la muestra «todo tiene un carácter subversivo. Hay distintos medios, pero el lenguaje es muy afín. No es el formato lo que le da unidad, sino el discurso de las ideas.»
Acerca del mercado y el arte, afirma que no existe una «contradicción entre comercialización y principios éticos. Vivimos en un mundo donde hay que comercializar. Todo cuesta dinero. Es normal, este es mi trabajo y de esto vivo», enfatizó.
«El coleccionista tiene otro tipo de relación con la obra porque se la lleva a su casa», dijo, para añadir que probablemente la mayoría de los que se interesan por este tipo de arte, que no es decorativo, representan a instituciones, pues es muy difícil de comercializar. «Quienes lo compran están interesados en el tipo de discurso o en el artista que explora la idea, y apuestan por este trabajo también para sustentar a los creadores», subrayó.
«Lo interesante es que todo el mundo puede venir y disfrutar de esta exposición y establecer un diálogo con la propuesta. Después está la persona que tiene el poder económico para convivir con la obra. Ya eso es otra cosa. Pero aquí está la puesta en escena», concluyó.
Más allá del mercado
Tajantemente, Reynerio Tamayo niega el interés mercantil en la concepción de su pieza para Caos, que forma parte «de una serie bélica que estoy haciendo. Ideas que al final no son muy afortunadas, porque la guerra no lo es, siempre trae muerte».
«No me preocupa el mercado», asegura, y agrega que «eso tiene que ver con la idea del caos. Lo que me interesa es provocar a la gente, hablar de un tema terrible como la guerra, que también está en lo cotidiano, en la inseguridad ciudadana».
Su obra, el coche de un niño convertido en un blindado, propone «una reflexión profunda sobre la violencia. La gente considera que es muy fuerte y no es para comprarla. Sin embargo, uno hace lo que siente que necesita hacer, y un ejemplo está en el Guernica de Picasso, también en Goya.»
«Ojalá que no existiese la guerra, o la violencia y la inseguridad para no tener que hacer un coche blindado», sentencia.
Que vivimos en un mundo caótico está claro, pero del Caos puede nacer cierto orden, al menos en cuanto a discurso ético y estético, como se evidencia en la muestra que exhibe Galería Habana durante la Oncena Bienal.