En esta nueva serie de obras, Marina Curci (Buenos Aires, 1969) realiza un minucioso registro subjetivo de flores en acuarela sobre papel. Ella observa sus movimientos, cambios y mutaciones a largo de los días y las retrata en un paisaje de equilibrados vacíos sobre papel blanco. De esta manera, se vincula con la botánica ya que realiza una taxonomía del entorno natural que tanto la apasiona, pero desde una invención visual que es semejanza pero nunca mímesis.
Según la curadora Olga Correa, en sus obras realiza una “arqueología de la memoria, para recuperar plásticamente ese mundo vegetal de la infancia y restablecer las coordenadas afectivas que trazaron la espacialidad familiar”.
Es así que decide exponerlas dentro de una instalación realizada con muebles familiares como una forma de potenciar el vínculo entre el diálogo que establecen las flores en cada imagen con la historia personal y lo afectivo.