Un inmenso cuadro en forma de pantalla. Se filma desde arriba una mesa. A la manera de un prestidigitador, entran dos manos enguantadas que nos muestran rápidamente, y como para indicar que no hay trampa, la pieza que en pocos segundos, en el centro de la representación, será víctima de un martillazo que la hará añicos. La acción se repite durante poco más de once minutos. Los objetos destruidos forman parte de un catálogo de adornos caseros de cualquier hogar cubano susceptibles a ser incluidos en esa lista de cosas fabricadas como morcillas y que nombramos kitsch. Lo curioso es que a medida que sucede la masacre, se van dibujando composiciones que pasan a ser efímeras obras de arte, conformadas por los restos de las piezas esparcidos sobre la mesa.
Acabo de intentar describir —mejor verlo (y oírlo, porque el sonido de los martillazos acentúa el «dramatismo» de las ejecuciones)— la obra en video Restos (2006), una de las cuarenta y pico que el Premio Nacional de Artes Plásticas René Francisco exhibe en la exposición Deuda, inaugurada en la galería La Acacia —San José entre Industria y Consulado, Centro Habana—, que estará abierta al público hasta enero de 2019.
«Deuda es una exposición personal de excepción —nos dice en el catálogo Margarita Sánchez Prieto, crítica de arte y curadora del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam—. No tiene por propósito dar a conocer una zona de la producción reciente del artista, ni una nueva línea temática, ni obras por encargo; tampoco es una retrospectiva. Es una exposición de fragmentos de distintos momentos de la trayectoria artística de René Francisco que él quiere sacar a la luz. Aunque la muestra posee un carácter histórico y abarcador, el artista no la concibió a partir de piezas que se hallan en colecciones y museos, sino con lo que él conserva en su taller, lugar de creación y especie de museo vivo de su obra. René Francisco ha rescatado de la humedad y del olvido piezas de etapas tempranas que nunca fueron mostradas al público, y las ha hecho partícipes de esta iniciativa. Agrega a este conjunto obras conocidas, algunas olvidadas, y segmentos de las que resultaron icónicas dentro de su creación, pertenecientes a distintas etapas y discursos. Deuda es, por tanto, un recuento, un alto en el camino».
La exposición recorre un amplio periodo de tres décadas, que va desde las más añejas, Automaltrato (tela, sudor, 1988) y Art in America (óleo, madera, cristal, metal, 1989), pasan por otras como El apresado (batería de camión, cable de plomo, cadenas, cencerro, 1995) o Acerca del arte privado o El Principito (tubos galvanizados, plomo, papel, cobre, 1996), y llegan hasta algunas de las más recientes: Límite (acrílico, metal, papel, 2016), Continuum (materiales variados, 2018) y Matre (acrílico / tela, 2018).
Arte por Excelencias conversó con dos amigos presentes en la muestra. Ambos accedieron a brindarnos sus valoraciones:
David Mateo (periodista, crítico de arte y curador, fundador de nuestra revista): «Es una exposición emblemática. En este pequeño espacio está condensada una parte importante de la historia de un hombre que ha sido crucial en el desarrollo, en los conceptos y en el camino que ha tomado el arte cubano en los últimos años. La exposición demuestra la coherencia que ha habido en el trabajo de René Francisco, y los vínculos directos que ha tenido con etapas específicas por las que ha transitado, incluyendo la realidad de hoy. Uno mira esta exposición y siente que obras que son de los ochenta pueden tener perfecta vigencia y convidar a la reflexión».
Jorge Ángel Hernández Pérez (poeta, narrador y ensayista, director del sello editorial Arte Cubano): «Es ostensible la ruptura que crea con la conceptualización, cómo ha sido capaz de ir rompiendo el sistema y la norma del arte que está produciéndose en los alrededores, no solo en Cuba, sino en el resto del mundo. Él las rompe y crea nuevas ideas y caminos».
Del propio René Francisco —doctor honorífico en Bellas Artes del Instituto de Arte de San Francisco, Estados Unidos— obtuvimos las siguientes palabras: «Si David habla de coherencia debe ser porque mi vida ha sido coherente, y lo que hay aquí es un autorretrato de mi existencia, de mis alegrías y mis tristezas. Exponer en esta galería me da mucho placer, su personal es maravilloso. Sigue siendo crítico lo que está pasando con las instituciones culturales, a veces no merecen que los artistas expongan. Tienen que trabajar con ellos, saber que el país posee un gran potencial, que los artistas merecen un espacio. Aquí, sorprendentemente, está todo. Mi obra refleja cuestiones existenciales, algunas de ellas neurálgicas con situaciones y circunstancias políticas. Esta es mi obra de almacén, mi obra de familia».
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