En un parque para perros de Granada apareció esta semana uno de los columpios cubierto de naranjas, desconcertando a quienes iban a pasear a sus mascotas. Pocos sospecharon que se trataba de una intervención artística, fruto del taller “Sobre desconcierto y funcionalidad: TEALLR, TELLAR, TAELLR”, impartido por el artista madrileño Ampparito.
La presencia de Ignacio Nevado (Madrid, 1991) en la Facultad de Bellas Artes de la ciudad, formó parte de la Tuenty Urban Art Academy, organizada por la compañía de fibra y móvil y la madrileña feria de arte urbano Urvanity, de la que nuestra revista es media partner.
Veinticuatro horas después, la instalación ya no estaba allí. Leyes del arte urbano: tan efímero como desconcertante. Quizás fue a parar a la basura, como pasó recientemente en Tenerife con una obra de arte contra la violencia de género: 300 zapatos en forma de diana, que una limpiadora retiró por error.
Arte por Excelencias conversó con este joven que ha conseguido hacerse un hueco en la escena internacional con impresionantes murales “en los que nada es lo que parece”, incluido el que acaba de pintar en la Universidad del País Vasco.
¿Una jirafa?
Si, una jirafa. El proyecto es la estructura ósea de una jirafa, achatada, porque el muro está súper deformado y parece un poco siniestro. Yo salí de la Facultad hace cuatro años y he querido llevar mi experiencia de cómo viví mi facultad, que era muy académica: nos hacían representar la realidad fielmente y estábamos todo el tiempo reproduciendo modelos anatómicos.
Lo cierto es que estábamos todos un poco perdidos y no le encontrábamos mucho sentido a ser monos entrenados. Pero a mí me cambió la mente en el último año, cuando empecé a ver más disciplinas y, en cuestión, una película: La Gran Belleza, de Sorrentino. No entendía absolutamente nada, pero era algo que me atraía. Y la veía una y otra vez. Ya no era entender una cosa sino poder disfrutar de la fotografía, de las metáforas, de la simbología.
Y en esa película, en una de las escenas principales hay un mago que intenta hacer desaparecer a una jirafa, un truco… así que he hecho un modelo anatómico de esa jirafa, pero en lugar de representar o de atarme un poco a la anatomía del animal, lo que hice fue deformarlo; en lugar de representarlo fiel a la realidad, lo estiré con photoshop para adaptarlo al muro.
Lo hice teniendo en cuenta el lugar donde lo iba a pintar. Es como un cambio de paradigma, de tener como referente el espacio en lugar del modelo.
En TEALLR, TELLAR, TAELLR has jugado con el orden de las letras…
Es guay que me llamaran para esto, porque yo siempre he jugado con la ironía. El nombre del taller representa un poco eso, hay algo que falla, que no entiendes. Y es justo ese desconcierto como arma para que veas qué pasa aquí y, a partir de eso, puedas profundizar o tener una contemplación estética o una reflexión, o simplemente pasar, pero que se produzca algo.
Aquí he querido explorar un poco eso con los chicos. Al principio les di unos cuantos referentes que yo consideraba importantes a la hora de trabajar en la calle, de cómo aprovechar la orografía, cómo se van fijando en las esquinas… Aprovechar un poco lo que ya hay, que es lo que hemos terminado haciendo. En este sitio hay este material y en otro sitio otro material, pues podemos trabajar. Es pensar en un proyecto y coger lo que tenemos en el entorno y usarlo a nuestro favor.
Las naranjas abundan en el campus y frente a la Facultad hay un parque con atracciones para los perros. Resultado, un columpio cubierto de naranjas o una silla con sus patas apoyadas en las frutas que se convierten en obras de arte. ¿Es esto parte de ese desconcierto e ironía como estrategias de intervención en el espacio público, que planteaba el encuentro?
Esa es la línea teórica, que es distinta en cada Universidad… En el arte, en general, es una herramienta que se usa mucho, a través del absurdo y de la irrealidad, es como un golpeteo. Por ejemplo, un cartel es súper pragmático, te está dando una información para que tú hagas algo. Cuando vas a la calle hay un mapa que te quiere decir algo. Todo tiene una función.
Pues cuando algo de repente no sabes muy bien de qué va, te resulta molesto. ¿Por qué está aquí? ¿Qué sentido tiene? Esto, de alguna manera, activa lo más poderoso que tenemos, que es la curiosidad. Esa cosa que cuando te vas haciendo mayor la vas perdiendo porque crees que empiezas a saberlo todo. Esa fibra que hay que tocar…
Yo creo que en la universidad no les tendrían que dar tanta información a sus estudiantes, sino que deberían apelar a esa curiosidad, a que tengan curiosidad por buscar, lo que sea, pero que busquen, que estén activos. No que aprendan poesía de tal siglo o flamenco. Si tienen activada la curiosidad, tarde o temprano les va a llegar la poesía.
Estudiaste Bellas Artes en Madrid, ¿cómo te vas al arte urbano?
Fue casi una necesidad. Yo salí de la Universidad hace cuatro años y mi currículo era normalito. Allí haces cosas porque tienes ese entorno, y el taller, y de alguna manera te obligas a trabajar, pero cuando sales de ese círculo se hace mucho más complicado seguir creando. Ya no tienes tantas posibilidades: las galerías no pillan a gente joven, para las becas y residencias necesitas currículo, y no tienes.
La única manera de no tirarme de los pelos en casa es salir a la calle y al menos así me quito la espinita de hacer cosas. Así fue el inicio, una necesidad. No fue elegido. ¿Hay que hacer algo?, ¿dónde se hace?, pues en la calle. Esto me llevó a darme cuenta que la calle daba mucho, que solo el espacio ya te permite empezar a crear cosas.
¿Haces trabajo de estudio?
Sí, he pintado, pero trabajo más con el espacio: instalaciones, proyectos ex profeso para sitios. No tengo casi obra objetual o de colgar, porque entiendo que el contexto en el que trabajo es muy importante, que es un gran porcentaje de la obra. Y esto me sirve de entrenamiento porque la misma pieza en dos sitios distintos cambia por completo.
¿Cómo se ve el arte urbano dentro de las Facultades?
Cuando yo estudiaba, cero. Algún profesor lo tocaba de manera transversal, pero porque algún artista ha sido permeable y además de trabajar en la calle luego tiene trabajo de estudio, cada vez todo es más interdisciplinar.
Actualmente en Madrid hay profesores que su práctica está desarrollada en la calle. Y de alguna manera, creo que al ser un fenómeno actual, tarde o temprano va a entrar a las facultades. Creo que dentro de veinte años habrá muchos profesores más.
En general, el arte urbano se va viendo como algo más natural…
Si, desde que se empezó a denominar así, hace unos veinte años. La gente que empezó en los noventa se ha hecho mayor y algunos se han doctorado y han entrado en las universidades, como profesores adjuntos o colaboradores. Y al hacerlo tanta gente y tener más relevancia, solo es cuestión de tiempo.
¿Qué acogida ha tenido está iniciativa en las universidades que has estado?
Yo creo que ha sido muy buena. El problema de las universidades es que cada vez se va atrasando más la madurez de los estudiantes. Nuestros padres maduraban a los 17 y nosotros a los 25. Y ahora vas a la universidad como si fueras al colegio. Vas a las clases que tienes que ir por obligación, a las que te van a poner una nota, no porque te interese sino por fichar.
Creo que por eso esto no es masivo, pero la gente que viene –yo he estado con veinte personas-, les apetece un montón, lo ven como algo cercano y no como un muro insalvable entre lo que estoy haciendo yo y de lo que vivo, y lo que están haciendo ellos.
Y al ver que se puede hacer se interesan más, y es algo que está más cerca de ellos que toda la maquinaría de galerías y este mundo del arte que, a veces, parece un poco cerrado y hermético. Esto lo ven más asequible. Quien quiera salir a la calle y hacer algo puede hacerlo. Es una cuestión más de querer que de otra cosa.
Fotos: @yricardo